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Vasconia continental5

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El regreso del cortejo a la casa mortuoria conllevaba el rezo de oraciones o bien en la habitación del difunto en Lapurdi o bien ante un fuego simbólico que se encendía delante de la casa en Behe-Nafarroa. Estos ritos han pervivido hasta los años sesenta.
En Sara (L), una vez introducido el féretro en el sepulcro perteneciente a la casa del difunto, los componentes del cortejo desfilaban delante de él y salían a la calle. Aquí se detenían formando fila en el camino de la casa mortuoria. Cada uno rezaba en voz baja alguna oración, como ''Paternoster, Requiem'', o ''De profundis'', y se disolvía el cortejo. Tan sólo los forasteros y los parientes del difunto, a invitación del ''leenatea ''-primer vecino-, volvían a la casa mortuoria. Al pasar por el lugar donde había sido [[Quema_del_jergon._Lastaira_erre|quemado el jergón ]] de la casa del difunto<ref>Vide en el capítulo ''El Velatorio'', el apartado “Quema del jergón”.</ref> o el manojo simbólico de paja, se detenían delante de los residuos de la combustión, se santiguaban y rezaban por el muerto. Entraban en la casa mortuoria junto con el ''leenatea y ''su mujer y hacían la refección llamada, ''mezatako bazkaria, ''la comida de las misas.
En Itsasu (L), tras las exequias, la familia y algunas personas cercanas como el primer vecino regresaban a la casa del difunto donde eran acogidos por la vecina que había estado al cuidado de la casa y ocupándose de la comida fúnebre. Iban, y van todavía, directamente a la habitación del difunto para con un cirio encendido -uno de los que sirvió en el velatorio-, rezar por el muerto. Esta oración se hace sin la presencia del sacerdote.
En Lekunberri (BN), los que componían el duelo, ''dolodunak ''y el chantre -en ocasiones también el sacerdote- regresaban a la casa mortuoria. La mujer que había llevado en la comitiva los cirios para la sepultura, ''ezkoak, ''juntamente con la vecina que se había quedado para preparar la comida, encendían una fogata delante de la casa. La familia del difunto se colocaba en derredor del fuego y todos juntos oraban. Recuerda un informante de este pueblo que en la localidad cercana de Duzunaritze (BN), a la vuelta de las exequias y antes de entrar en la casa mortuoria, los del duelo se colocaban para recitar una plegaria alrededor de una hoguera esparcida en forma de cruz que había sido preparada por el carpintero. Hacia los años veinte, después de haber rezado se tomaba una porción de estas cenizas y se mezclaban con las del fogón de la casa del muerto<ref>Una informante de Azkaine (L) decía (1984) que todo eso era ''sorginkeria'' (brujería); y añadía para explicar este tipo de rito “''Federik ez dutenek gehiago sofritzen dute guk baino''” (Los que no tienen fe sufren más que nosotros). Vide Michel DUVERT. “La muerte en Iparralde” in ''Antropología de la muerte. Símbolos y ritos''. Vitoria, 1986, p. 165.</ref>.
[[File:FIGURA7.png193 Regreso a la casa mortuoria. Hazparne (L).jpg|center|600px|RTENOTITLE_FIGURARegreso a la casa mortuoria. Hazparne (L). Fuente: Boissel, W. Le Pays Basque. Sites, Arts et Coutumes. Paris, A. Calavas edit.]]
En Irulegi (BN), al salir el cortejo fúnebre de la casa del difunto se hacía un fuego delante de la puerta. Tras la ceremonia religiosa se volvían a reunir en torno a este mismo fuego para recitar unas determinadas plegarias. A continuación en la casa tenía lugar el banquete fúnebre.
En Gamarte (BN), era el carpintero, -fabricante del ataúd- quien encendía el fuego que terminaba de consumirse cuando volvía el cortejo fúnebre de la iglesia. Este fuego lo preparaba con un simple manojo de paja que lo encendía en el último momento. La gente se colocaba en círculo y rezaba en silencio. Después el mismo carpintero abría las puertas de la sala, ''eskaratzia, y ''los invitados a la comida entraban para instalarse en la mesa. Hacia los años sesenta se dejó de encender este fuego. Los informantes recuerdan que el mismo rito se practicaba en las localidades de Labetze y Iholdi (BN). Uno de ellos oyó contar que el origen de este fuego estaba en que, en otros tiempos, se quemaba el jergón de paja del muerto.
En Aiziritze (BN), también era el carpintero quien encendía el fuego con paja delante de la casa mortuoria al finalizar las exequias. Cuando la comida funeraria dejó de celebrarse en casa y pasó a hacerse fuera, el fuego se encendía delante de la puerta del restaurante. En Bustintze (BN) también se ha constatado que se encendía un fuego ante la casa al regreso del cortejo. '''En '''Lartzabale (BN), los informantes atribuyen al hecho de quemar la paja un significado de purificación, aunque hay quienes señalan también que, en caso de enfermedad contagiosa, puede hacerse por desinfección. En Donapaleu (BN) se encendía el fuego cuando el cortejo salía de la casa mortuoria para purificar y a la vez destruir el espíritu maléfico. Otros informantes indican que el rito se hacía para purificar la atmósfera o por tradición.
En Armendaritze (BN), el regreso a la casa mortuoria se efectuaba en hilera y en este orden: delante, el primer vecino seguido de los hombres del duelo; luego, la primera vecina y las mujeres del duelo. La persona que había quedado al cuidado de la casa, generalmente una vecina o amiga, se encargaba de encender un pequeño fuego de paja delante del portal para cuando el cortejo regresara de la iglesia. Los participantes, según iban llegando, se situaban alrededor del fuego y al tiempo que éste se consumía ofrecían una oración. El sacerdote no participaba en este rito ya que no regresaba a la casa del finado. Acto seguido se daba comienzo al banquete.
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