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Los enterramientos en el cementerio exterior se vienen realizando desde el siglo pasado cumpliendo órdenes eclesiásticas y del Estado que venían decretándose desde el siglo XVIII. En el cementerio no había un sitio para cada familia, excepto en los panteones, ya que se enterraba en tierra alternando distintos espacios del recinto. Para ubicar un buen lugar de enterramiento había una persona que ejercía de enterrador. Este elegía el lugar más apropiado y lo comentaba con la familia afectada o con el encargado de los preparativos del funeral y entierro (caso de Pedro Martínez en Ullíbarri-Gamboa). En Nanclares de Gamboa existían dos enterradores cuyos puestos estaban adjudicados a subasta aunque casi siempre recaía en las mismas personas. Hacia 1950, recibían de las arcas de la Junta Administrativa 50 ptas. por cada hoyo que hicieran en el cementerio. La razón de nombrar a dos enterradores era la de ausentar a uno de ellos en el caso de que muriese alguien de su familia y ocupar su puesto otro vecino que cobraba las 25 pts. que le correspondían por cavar el agujero a medias con el otro enterrador. Elegían el lugar en el cementerio que más tiempo llevaba sin usar o al menos que llevara diez años sin ningún enterramiento. Para cavar el hoyo, salvo el caso de Nanclares de Gamboa, el enterrador era ayudado por varios mozos. De paso, limpiaban y adecentaban el cementerio. En algunos casos, el enterrador en solitario ha hecho el agujero. Donde no había enterrador, como en Landa, el agujero lo hacían los mismos mozos o anderos. Los mozos, siempre y en todos los pueblos, eran los encargados de tapar el agujero una vez realizado el enterramiento. Al cavar el hoyo afloraban los huesos del anterior cadáver los cuales se depositaban en la «huesera» del cementerio. Esta labor no era muy agradable y menos cuando había que deshacerse de algunos restos, como ocurrió en 1954 en el panteón de la capilla del cementerio de Nanclares de Gamboa: como el panteón estaba al completo, la familia de la fallecida, residente en Vitoria, pidió y dio cierta cantidad de dinero al pueblo que les ayudara en la labor del desalojo del panteón. Algunos vecinos del pueblo no pudieron aguantar la impresión de ver sacar varias cajas en las que se encontraban los esqueletos intactos, con toda la vestimenta la cual al contacto con el aire se «desintegraba», y con multitud de pequeños gusanos muertos. Los huesos se depositaron en la huesera del cementerio y el resto se quemó.
Normalmente, las tumbas de los cementerios se sitúan más o menos ordenadamente a los lados de un pasillo central, si exceptuamos la colocación de panteones que, debido a su mayor volumen, abarcan ma-mayor superficie. El cementerio consta de otras partes situadas en laterales o lugares secundarios: la huesera, donde se acumulan los huesos extraídos al cavar los hoyos, el «limbo», donde se enterraba a los niños no bautizados (en Marieta el limbo estaba cubierto); , una porción de tierra no bendecida donde se enterraban a los no creyentes o suicidas; en el caso de UllíbarriGamboa, un lugar cubierto que tiene una mesa donde esporádicamente se podían realizar autopsias, y en el de Nanclares de Gamboa, una capilla que alberga un panteón edificado por los propietarios del mismo.
El cementerio de Landa tiene una puerta de hierro practicada en el muro norte que da acceso al lugar no sagrado donde se dispuso que se enterrara a los no creyentes. En Ullíbarri-Gamboa existe otra puerta lateral que da acceso por un lado al «limbo» y por otro a un lugar destinado a los no creyentes, en los dos casos con nichos.