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En la Edad Media la extensión del cultivo de la vid fue mayor que la actual, por razones de autoabastecimiento y uso litúrgico, asomándose a lugares que hoy nos parecen inverosímiles, como los valles pirenaicos o la zona atlántica, en competencia con la sidra o pomada en esta zona. Los viñedos estaban extendidos por toda la Cuenca de Pamplona y los núcleos urbanos estaban rodeados por un cinturón de viñedos al amparo de un proteccionismo local que trataba de evitar la introducción de vinos foráneos y las importaciones por razones de necesidad estaban muy vigiladas.
[[File:8.222 Lagar arqueologico en Labastida 2005.jpg|framecenter|600px|Lagar arqueológico en Labastida, 2005. Fuente: José Ángel Chasco, Grupos Etniker Euskalerria.|class=nofilter]]
[[File:8.223 Lagar de campo en Rioja Alavesa 2005.jpg|framecenter|600px|Lagar de campo en Rioja Alavesa, 2005. Fuente: José Ángel Chasco, Grupos Etniker Euskalerria.|class=nofilter]]
Los Reyes de Navarra se interesaron por el cultivo de la vid en el entorno de sus palacios de Olite y Tafalla, sobre todo la Casa de Champaña. Teobaldo I introdujo nuevas técnicas que mejoraron la calidad del vino y se consumía el ''verjus'', que era una bebida refrescante hecha con racimos de uvas agraces. El asombroso incremento del viñedo a costa de la superficie triguera es una característica importante de la evolución agrícola de los siglos XVI y XVII, por considerarse un producto alimenticio productor de calorías. En este último siglo había viñedos en zonas tan al norte como las Améscoas, en los valles de Araquil, Odieta, Anué, Esteríbar, Arce, Urraúl, Lónguida, Salazar y Roncal.