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En Astigarraga (G) se piensa que estos remedios vermífugos han de aplicarse de noche; se dice que las lombrices son sensibles a los cambios de la luna y que con la luna llena empiezan a revolverse; quienes las padecen comienzan bien el día pero al anochecer se ponen malos. En Hondarribia (G) y Arberatze-Zilhekoa (BN) se dice que las lombrices aumentan con la luna llena y pueden llegar a matar a la persona que las padece. También en Donibane-Lohitzune (L) se ha registrado que en el tratamiento de las lombrices infantiles la gente tenía firmes creencias en la influencia de las fases lunares, ''ilargiaren gorapen eta beherapenetan''.
En Amézaga de Zuya, Bajauri, Berganzo, Cripán, Pipaón (A); Bedarona, Carranza, Orozko (B); Ataun, Elgoibar, Elosua, Hondarribia (G); Améscoa (N) así como en Vasconia continental se confeccionaba un collar con nueve dientes de ajo ensartados a un hilo que se colgaba del cuello. Estos collares se colocaban preferentemente a los niños.
En Carranza (B) creen que el olor de los ajos no deja a las lombrices ascender hasta la garganta y que a medida que aquéllos se secan lo hacen también las lombrices. En Elgoibar (G) señalan que el aspirar el olor de los ajos es lo que mata a las lombrices.
Según el P. Donostia se cogía un ajo y se partía en trozos pequeños que se ensartaban en un hilo; se agrupaban en tres porciones de las que una colgaba del cuello del niño hacia la espalda y las otras dos hacia el pecho[[#ftn49|[49]]]<ref>José Antonio de DONOSTIA. “Quelques notes au sujet des médecins et médecines populaires au Pays Basque” in ''Gure Herria'', XXXIII (1961) p. 28.</ref>.
En Abadiano (B) se envolvían los ajos en un pañuelo que se tenía junto a la nariz para aspirar su olor, remedio que se ha practicado hasta hace pocos años. En Ataun (G) se rompía un ajo y se colocaba atado a la muñeca y las lombrices morían. También se conocía la fórmula de frotarse las muñecas con ajos. En Goizueta (N) se les ponía a los niños una pequeña bolsa con ajo y sal. En Cripán (A), según se constató en los años sesenta, había quienes colgaban del cuello del niño bolsitas llenas de lombrices.
En Agurain (A) se sujetaba al cuello una ramita de ruda o de romero para que su fuerte olor ahuyentara a las lombrices cuando atacaran a la garganta. En Muskiz (B) dicen que cuando las lombrices intentan salir por la boca, el paciente siente náuseas y ahogos; esto suele suceder mientras duerme, por ello es conveniente poner un ramo de ruda en la cabecera de la cama. En Zerain (G) se les colocaba a los niños entre el cuerpo y la camisa un puñado de ruda que se cultivaba en el huerto doméstico; se recogía en el verano, se secaba a la sombra y se conservaba durante todo el año en bolsas o recipientes cerrados.