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Curanderos de luxaciones

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Iribarren conoció en Tudela (N) un curandero muy hábil en encajar huesos al que llamaban el Escacho, que era afamado en el contorno. Después de reducir la luxación, para lo cual aplicaba su propia saliva, ceñía la parte lesionada con unas ''pilmas'' de estopa empapadas en miel y trementina. Esta habilidad la había heredado de su madre, que siendo muy vieja seguía ejerciendo esta actividad y suplía con astucia y maña la falta de vigor. Una vez, desesperada de no poder ensamblarle a uno el ''jugadero'' de la rótula, le hizo tenderse en las baldosas; se puso ella a bailar y diciéndole: “Mire, mire qué garbo tengo”, cuando lo tuvo distraído le hundió su calcañar en la rodilla logrando así encajarle los huesos. Según este autor: “La más famosa curandera de nuestros tiempos era la de Ilarregi. No había luxación que no arreglara. Incluso médicos acudían a su consulta. Al morir, heredóla en el arte una sobrina”<ref>José Mª IRIBARREN, ''Retablo de curiosidades: zambullida en el alma popular''. Zaragoza: 1940, pp. 243-244.</ref>.
Estos curanderos además de arreglar las lu- xaciones luxaciones han sabido tratar los esguinces y otros problemas musculares o de naturaleza similar.
En Murchante (N) dicen que a consecuencia de los esfuerzos realizados en las tareas del campo ocurre a veces que los tendones de los brazos se montan unos sobre otros. Es lo que los murchantinos llaman ''acabalgamiento''. Para este mal se aplica desde antiguo una cataplasma conocida como ''pilma'', que también se empleaba para curar esguinces. Esta cataplasma la prepara desde los años cincuenta un vecino de la localidad, quien a su vez la aprendió de un pastor del pueblo. Hoy sus principales clientes son agricultores y albañiles. Antes de aplicarla, estira bien los tendones con una serie de masajes o friegas ayudado con vino o vinagre “para que corran mejor las manos” y hoy sirviéndose de una pomada. Si hay hinchazón añade al vino sal. Una vez preparado el brazo o el tobillo coloca la ''pilma''. Esta cataplasma se prepara con clara de huevo e incienso que el afectado tiene que pedir al cura. La pasta resultante se extiende y se cubre con una venda elaborada con estopa o cáñamo, que se va desprendiendo conforme se va curando. A veces también utiliza vendas.
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