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:1. En muchas de nuestras publicaciones etnográficas el material recogido es exclusivamente el que la tradición popular ha hecho llegar hasta nosotros. Pero nuestra cultura presente no es sólo el conjunto de las vivencias que nos vienen de las fases pretéritas del proceso histórico de nuestro pueblo, sino también las nuevas vivencias que advienen de los cuatro puntos cardinales y son aceptadas por la comunidad vasca donde efectuamos nuestros sondeos.
:2. Una gran parte de nuestros estudios y publicaciones está formada por descripciones estáticas y casi exclusivamente morfológicas de los hechos. Sus autores tomaron del complejo cultural unos materiales y los presentaron como datos puros, imitando en esto al naturalista que aisla y describe los hechos de su especialidad. Pero mientras éstos tienen por sí mismos una significación, aquéllos –los -los hechos culturales– culturales- son signos que nos remiten a unas neutralidades diferentes de la del observador. Es, pues, un error el desintegrarlos, el sustantivarlos y manipular con ellos como lo hiciera el naturalista en su laboratorio con los suyos. Al aislarlos de su contexto humano y objetivarlos los privamos de su auténtica realidad.
:3. No podemos aprehender la cultura con sólo observar los símbolos, sino viviendo la realidad a la que éstos se refieren en contacto con los hombres que actúan en relación con el medio y con sus semejantes. En etnología no es adecuadamente inteligible lo que no ha sido vivido.
:4. La descripción del objeto no debe ser, por lo tanto, puramente estática. En una sociedad, en un pueblo, cada elemento interviene no sólo por sus características físicas –dimensiones-dimensiones, peso, volumen, color–color-, sino también porque tiene una significación, porque sugiere gestos, conductas, modos de vida, porque se halla humanizado, comporta una significación cultural. Su visión evoca gestos de quienes lo han fabricado y de los que lo utilizan. Es signo visible de un mundo de intenciones, de nociones y de ideas que los hombres cultivan en torno suyo. Así pues en los estudios etnológicos, como en los históricos, no debemos perder de vista la primacía de lo invisible como criterio de interpretación.
:5. En nuestras publicaciones debemos consignar el índice de vitalidad del material registrado o el grado de aceptación que tiene en el pueblo y así mismo hay que indicar la extensión o área que los elementos de cultura cubren dentro del país o más allá.
Tan ambicioso programa se materializó en el ''Proyecto Etniker ''que persigue la recopilación sistemática de materiales etnográficos. Se trata de estudiar el sistema de normas, estructuras y funciones que caracterizan el modo de vida en el área que tradicionalmente ha sido denominada Euskalerria o Vasconia.
La prosecución de este objetivo en un área extensa y a la vez diversa, administrativa y culturalmente, requería una estructuración regional. A estos efectos, por iniciativa del mismo Barandiaran ''y ''comenzando por Navarra, fueron creándose y asentándose grupos de investigación adscritos a instituciones culturales existentes en cada uno de los territorios; así el grupo de Navarra lo hizo al Departamento de Arqueología de la Universidad de Navarra (1969); el de Gipuzkoa a la Sociedad de Ciencias Aranzadi de San Sebastián (1972) ; el de Bizkaia al Departamento de Etnografía del Instituto Labayru de Bilbao (1973); el de Alava actualmente al Seminario Alavés de Etnografía (1974) y el de Iparralde –que -que comprende el territorio vasco del Departamento Francés de los Pirineos Atlánticos– Atlánticos- a la Association Lauburu de Bayonne (1986) . Tales grupos de trabajo reciben conjuntamente el nombre de «Grupos Etniker de Euskalerria» y están compuestos por miembros de formación universitaria que han realizado cursos de metodología etnográfica para investigación de campo. Cada uno de estos grupos regionales cuenta con varios colaboradores coordinados por un responsable del grupo.
En el Libro de Actas de los Grupos Etniker Barandiaran definió el proyecto con estas palabras: