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El cadáver es vestido con sus mejores trajes como para «salir de casa», ''etxetik urten, ''como para «ir de viaje», o revestido con hábitos y símbolos religiosos para obtener más fácilmente la piedad de Dios.
[[File:7.3_Horma-irudia_Alaitza-ko_elizako_absidean_XI-XIII_mendea.png|frame|center|Horma-irudia, Alaitza-
ko (A) elizako absidean, XI-XIII mendea. Fuente: «L'Art au Pays Basque» in ''Visages du Pays Basque''. Paris, 1946]]
La antigua costumbre prescribía que el muerto no debía permanecer solo. Por ello es custodiado día y noche por sus familiares y vecinos durante un velatorio, que adquiere las características de un funeral doméstico. La casa mortuoria mantiene abiertas sus puertas y los que acuden a honrar al muerto guardan silencio; la estancia que acoge el cadáver se torna en un lugar de oración. Allí se habrá dispuesto un pequeño altar con Crucifijo y candelas encendidas así como agua bendecida el Sábado Santo y el ramo de laurel para que los visitantes asperjen piadosamente al difunto. Al anochecer se congregarán familiares y vecinos para rezar el largo rosario que evoca los misterios cristianos de la redención.