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Antecedentes historicos

319 bytes añadidos, 08:54 13 abr 2018
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Los principales frutos que producían los valles guipuzcoanos en el siglo XVI eran las manzanas y el trigo, y esta especialización se refleja con total claridad en la arquitectura de la vivienda. Muchos caseríos de aquel periodo están construidos envolviendo el armazón de un gigantesco lagar de madera que ocupaba toda la longitud del edificio y en el que se prensaban las manzanas. Probablemente el siglo XVI fue la etapa más feliz de la vida de los caseríos guipuzcoanos. La propiedad de la tierra estaba aceptablemente repartida y los labradores podían disfrutar de los frutos de su trabajo en un ambiente económico expansivo y optimista.
[[File:FIGURA2.png12 Astigarreta auzoa Beasain (G) 1977.JPG|frame|RTENOTITLE_FIGURAAstigarreta auzoa, Beasain (G), 1977. Fuente: José Zufiaurre, Grupos Etniker Euskalerria.]]
Pero a fines del siglo XVI los sectores más activos de la economía guipuzcoana cayeron en una profunda crisis. Acosada por problemas que no podía resolver, la sociedad guipuzcoana se ruralizó rápidamente. Los ricos volvieron los ojos hacia el caserío porque era la única inversión segura en la que podían colocar sus capitales sin riesgo de bancarrota y los pobres miraron hacia el campo buscando en él el trabajo y los medios de subsistencia que en otras partes se les negaban. Pero los cultivos tradicionales no eran suficientes para alimentar a todas las bocas y las tierras aptas para la labranza estaban ya tan saturadas de gente que no podían acoger a nuevas familias de pobladores. Sin embargo apareció una planta americana que cambió por completo la vida y las costumbres de los labradores vascos: el maíz. Éste se aclimataba rápidamente y producía el triple de volumen en grano que el trigo, además se adaptaba perfectamente a los terrenos húmedos y pendientes que antes habían estado vedados al trigo. Los grandes propietarios vieron en este cultivo la oportunidad para sacar buenos beneficios de muchas de sus parcelas marginales fundando en ellas nuevos caseríos que ofrecían en alquiler. El maíz permitió sobrevivir en condiciones dignas a muchas más familias que las que hasta entonces había acogido el campo guipuzcoano. El ciclo expansivo del maíz se alargó hasta mediados del siglo XVIII. Mientras el resto de la economía local se derrumbaba, los caseríos no sólo se libraron de la crisis sino que crecieron en número y en población.
La invasión de las tropas republicanas francesas en 1795 y la de los ejércitos napoleónicos en 1807 facilitó las cosas porque provocó grandes gastos a los ayuntamientos guipuzcoanos y éstos tuvieron que vender parte del patrimonio comunal para hacer frente a las deudas. Por esta vía los grandes propietarios consiguieron hacerse con nuevos bosques y prados e incluso con algunas viejas ermitas que utilizaron para instalar a inquilinos con pocos recursos, a menudo en parajes apartados y solitarios con pocas posibilidades de éxito a largo plazo. Esta oleada expansiva logró buenos resultados porque estuvo acompañada por un nuevo cambio en el tipo de productos cultivados ya que entraron a formar parte de la alimentación las alubias y la patata. Con las nuevas roturaciones se consiguió duplicar el volumen de maíz, mientras que la cantidad de trigo cosechada permaneció estable y otros cereales menores como el centeno y la avena desaparecieron. A diferencia de los elegantes caseríos de piedra o de entramado edificados con la difusión del maíz en los siglos XVII y XVIII, muchas de las nuevas construcciones rurales del siglo XIX eran de reducidas dimensiones y de pobre apariencia, con fecuencia simples bordas de ganados precariamente transformadas en viviendas.
[[File:FIGURA2.png13 Valle de Errezil (G).JPG|frame|RTENOTITLE_FIGURAValle de Errezil (G). Fuente: ''Euskaldunak. Euskal etnia''. III. Donostia: Etor, 1988, p. 767.]]
Durante este proceso el número de labradores independientes de Gipuzkoa quedó reducido a su mínima expresión histórica; a principios del siglo XX ocho de cada diez caseríos se encontraban ocupados por modestos arrendatarios. La industrialización cambió radicalmente las reglas del juego en la estructura de la propiedad y explotación de la tierra en Gipuzkoa. La industria atrajo a los excedentes de la población rural y provocó el abandono de los caseríos menos productivos. Los grandes propietarios se enfrentaron por primera vez a la disyuntiva de tener que elegir entre congelar las rentas de alquiler o ver como sus campos quedaban abandonados y rápidamente perdieron interés por su patrimonio agrícola amasado a través de tantas generaciones. Los inquilinos pudieron comprarles entonces las casas a precios muy asequibles y emprendieron el último cambio: el abandono del trigo, los manzanos y otros cultivos de bajo rendimiento y su sustitución por los prados de siega y plantaciones de coníferas de crecimiento rápido. Durante el siglo XX no se han fundado nuevos caseríos. Sin embargo muchos de los viejos edificios se han renovado y la mayoría se están adaptando a las condiciones de habitabilidad moderna<ref>Alberto SANTANA. ''Baserria''. Donostia: 1993, pp. 73-75.</ref>.
Caro Baroja recoge lo mismo en el caso de las antiguas torres: En el Baztan (N) se dice que cuando el señor de la torre de Ursua vio que otro noble, el de Bergara, había construido la suya en el término del valle, en Arizkun también, le dijo la primera vez que topó con él: “''Urbixko etorri zera''” (Demasiado cerca has venido)<ref>CARO BAROJA, ''Los vascos'', op. cit., p. 165.</ref>.
[[File:FIGURA2.png14 Urdazubi (Baztan-N) Xareta 2000.JPG|frame|RTENOTITLE_FIGURAUrdazubi (Baztan-N), Xareta, 2000. Fuente: Michel Duvert, Grupos Etniker Euskalerria.]]
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