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Una vez se fue mecanizando el trabajo de recolección de la hierba, sobre todo con la introducción de maquinaria pesada, la mayor parte de los terrenos en pendiente se destinaron al pastoreo (o directamente se abandonaron) ya que los tractores no podían trabajar en ellos. Por lo tanto se hizo necesario resegarlos si se quería mantener la hierba en los mismos. Teniendo en cuenta que las generaciones más jóvenes han experimentado un acusado rechazo hacia el ''dallo'', en cuanto hicieron su aparición las desbrozadoras manuales se extendieron rápidamente.
[[File:8.167 Prado invadido por helechos. Carranza (B) 2013.jpgJPG|frame|Prado invadido por helechos. Carranza (B), 2013. Fuente: Luis Manuel Peña, Grupos Etniker Euskalerria.|class=nofilter]]
En la década final del siglo XX y la primera de la nueva centuria el abandono de prados se incrementó notablemente como consecuencia de cambios ocurridos en la alimentación de las vacas de leche que la desligaban en buena medida de los prados propios, así como en la crianza de novillas que se llevaba a cabo en centros especializados dedicados a la misma y lejos del tradicional sistema de pastoreo. Pero la reciente crisis generalizada que se ha sumado a la que ya padecía la ganadería intensiva de corte industrial ha vuelto a convertir en necesarios los viejos prados abandonados. Siempre dentro de la misma lógica maquinista, en estos últimos años se ha extendido el uso de un nuevo apero acoplado al tractor, que es una desbrozadora de cadenas capaz de revertir a pradera no solo la maleza de porte herbáceo sino también la arbustiva que poco a poco se había ido desarrollando.