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Lehenbiziko, aitarekin joan nintzan. Egun hartan aita egon zen gau bat enekin; eta biharamunean, zernahi errekomendazione eginik, hara nun partitzen den, xendra batetik, gaineko bidera. Han etxola eta bordari begira egon zen ixtanbat, eni eta bordari beha, eta hara nun estali zuen mendiak. Eni egin zautan halako efetu ttipi bat, eta pentsatzen dut hari ere egin zakola segur efetu. Horrela haur bat erran behar eta han bakarrik uztea etxetik hiru orenen bidean. Gaixo aita! Alde batetik bere bi semen gerlako arrangura, eta bertzaldetik ni ere azinda porroxkekin han utzia!…<ref></ref>
<span style="font-size:80%;">Padre me dijo:
–Pobre Ramón, ahora tendrás que ir tú a la quesería. Ya te has hecho un hombre fuerte y deberás ocuparte de las vacas y las ovejas y llevarlas a pacer a la montaña. Cuida bien el ganado. No olvides que hay que vivir y que ahora no hay nadie más que tú para guardar aquellas vacas y ovejas.
Entonces salió a dar una vuelta por los prados, a comprobar si ya había brotado el pasto y si los topos habían causado daños porque ya me tenía enseñado cómo atraparlos con la azada. Le tomé gusto a ello y no dejaba un solo topo en los campos. Solía atraparlos, los desollaba y enviaba las pieles a mis hermanas a casa para que que ellas se confeccionaran el abrigo de moda más hermoso. Pero ¡nunca jamás he visto acabado ese abrigo!
La primera vez que subí, me acompañó mi padre. En aquella ocasión pasó la noche conmigo y al día siguiente, tras darme algunas recomendaciones, se marchó sin más, tomando un sendero que daba al camino cimero. Allí se detuvo un instante contemplando la choza y la cabaña, mirándome a mí y a la cabaña, y luego lo tapó el monte. A mí me produjo una emoción especial y creo que a él le ocurrió lo mismo. La sola idea de pensar que dejaba a un niño solo a tres horas de casa... ¡Pobre padre! ¡Por una parte el dolor de tener dos hijos en la guerra y, por otra, el dejarme a mí allí solo con aquel poco ganado…!</span>
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