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Los pastores se agrupaban en tiempos pasados para contratar alimañeros que acabasen con los depredadores que causaban bajas en sus rebaños. Les pagaban en especie, esto es, con algunos de sus animales, o con dinero. La mayor parte de la información recopilada hace referencia a la captura de zorros.
En Zeanuri (B) recuerdan la existencia de cazadores especializados a los que denominaban ''azagari-kutzaileak. ''En la postguerra, hacia el año 1945, solía llegar un guipuzcoano, al que entre los pastores conocían con el mote de ''lukia''. Pasaba algunas temporadas por la zona hospedándose en Ubidea y se dedicaba a la caza de alimañas con cebo. Dice un pastor que solía llevar un trozo de tocino bajo el tacón del calzado para que los zorros siguieran el rastro hacia el lugar donde colocaba el cebo envenenado. Al parecer, cuando los zorros atacaban los rebaños los pastores de Ubidea le daban el aviso. Tras realizar su labor se marchaba a otros montes. Le pagaban en primavera con un cordero cada uno. Posteriormente se dedicaron a esta labor dos personas naturales de la propia localidad de Zeanuri. Cazaban con escopeta y cada pastor les daba voluntariamente una oveja como pago por su trabajo. Más recientemente fue cazador otro zeanuritarra. Un día al año, fijado de antemano, los pastores acudían a Barazar y este cazador llevaba los rabos de los zorros cazados ese año. Por cada uno le pagaban tres mil pesetas[[#ftn144|[144]]]<ref>Según LEIZAOLA la presentación de los rabos a los pastores se solía realizar el último domingo de mayo. Vide «''El pastoreo en Gorbea» ''in ''Gorbea. ''Bilbao, 1984, pp. 117-118.</ref>. En una encuesta realizada a mediados de los cincuenta en Amézaga de Zuya (A) ya se constató que los pastores de Gorbea tenían una sociedad para la persecución y el exterminio de los zorros, contribuyendo con una o más ovejas cada uno, según el número que tuviese, para pagar a quienes se dedicaban a ese menester.
Antiguamente en el Oiz (B) el zorro causaba a menudo destrozos en los rebaños matando corderos. Para poner remedio a esta situación los pastores de Bernagoitia y Garai decidieron en junta designar unos cazadores que acabasen con los zorros. Generalmente se nombraban dos, exigiéndose la condición de que fueran vecinos de distinta localidad. Cuando cobraban una pieza, para poder recibir la recompensa fijada debían mostrársela al pastor que estuviera más próximo al lugar donde la hubieran cazado. La reunión anual para tratar de la encomienda de la caza del zorro se celebraba el día de la festividad de San Ignacio de Loyola, 31 de julio. Se alternaban dos lugares de junta, un año se hacía en el monte Mugarra junto a la chabola colectiva y al siguiente en Belatxikieta, junto a la ermita. Acudían a la reunión y les concernía lo tratado a los pastores de Mañaria, Arratia, Izurtza, Durango, Zornotza, etc. Uno de los informantes cree que entre los años 1948 y 1960 se pagaban unas dos mil pesetas por cada animal cazado. Durante mucho tiempo la cosa funcionó bien pero poco a poco se fue introduciendo la picaresca y algunos cazadores comenzaron a matar las piezas fuera del contorno asignado y a exhibirlas en él, lo que desembocó en que hacia el año 1960 se rompiera el acuerdo y desapareciera la costumbre. En estas reuniones con frecuencia se producían altercados como consecuencia de la ingestión de bebidas alcohólicas.
En Tierra de Ayala (A) antiguamente los pastores contrataban dos veces al año a un raposero de Gipuzkoa para que mediante cepos y veneno capturase lobos, zorros, garduñas, águilas y buitres. Cada pastor pagaba una parte en función de las ovejas que tuviese.
En Aramaio (A) antaño había un cazador profesional. Este valle contaba con unos sesenta pastores y cada uno de ellos debía contribuir con un cordero a modo de honorario[[#ftn145|[145]]]<ref>Jesús Mari ARRUABARRENA. ''Antzinako ogibideak galbidean. Viejos oficios en decadencia''. Donostia, 1995, p. 48.</ref>.
En Araia (A) antaño los pastores tenían una asociación para defenderse del ataque de los raposos. Contrataban los servicios de un raposero que se dedicaba a matarlos o cuando menos a alejarlos de las zonas de pastoreo. Se le pagaba un canon por su labor y al final de la temporada los pastores y el raposero celebraban una comida.