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En las nuevas generaciones está emergiendo una nueva conciencia alimentaria basada en las cualidades nutritivas de los diversos alimentos. En este sentido se observa que las amas de casa jóvenes comienzan a tener en cuenta a la hora de la preparación de las comidas el contenido calórico, vitamínico o proteínico de los alimentos.
La mecanización de los trabajos y de los desplazamientos ha generado en la población cuadros frecuentes de obesidad debidos a la inactividad muscular y a la consiguiente acumulación de grasas. En consecuencia, la preocupación por el control del propio peso se ha generalizado y están proliferando innumerables fórmulas de régimenes dietéticos que garantizan la pérdida de grasas y peso en un corto espacio de tiempo. De ordinario estos régimenes están basados en dietas controladas de verduras, carnes y pescados asados o cocidos, fruta, leche descremada, desechando cuidadosamente grasas, dulces y licores; el azúcar es frecuentemente sustituido por edulcorantes.
La rápida transformación que se ha operado en el sistema alimentario no está exenta de crítica. Se estima, de modo muy generalizado, que la mayor abundancia y diversidad de los alimentos ha ido en detrimento de su calidad. Por ejemplo se considera que mucha de la carne comercializada contiene excesivo líquido a causa de los procedimientos de engorde artificial y no tiene el sabor de antaño. Lo mismo se dice de la carne de pollo actualmente tan consumida y se establece la gran diferencia de gusto de los huevos «de granja» con los «de caserío» considerados estos últimos de sabor más natural. Esta apreciación se extiende también a las frutas y verduras sometidas a pocedimientos de cultivo, maduración y conservación artificiales.
El quebranto de la casa rural o artesanal como unidad de producción ha motivado una dispersión laboral de sus miembros y en consecuencia ha sobrevenido una mayor flexibilidad de horarios en las comidas domésticas con general detrimento del caracter familiar que tenían antaño. En muchas casas únicamente las comidas dominicales y festivas reúnen a todos los miembros del grupo doméstico.
Concomitante con este proceso ha tenido lugar una desritualización general de las comidas. En el ámbito doméstico su manifestación más patente es el progresivo abandono de la bendición de la mesa que otorgaba al acto de alimentarse una significación de carácter religioso.