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El velatorio

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«Al muerto no se le deja jamás solo» (Lekunberri, Gamarte-BN; Ezpeize-Undüreiñe-Z; Ribera Alta-A; Amezketa, Elgoibar, Bidegoian, Hondarribia, Zerain-G; Viana-N; Durango, Lezama-B), «ez ''zan itxiten gorpue bakarrik» ''(Orozko-B).
«El muerto debe estar acompañado mientras permanezca en la casa» (Abadiano, Lezama-B; Allo-N) y este acompañamiento ha de durar «noche y día» (Azkaine, Bidarte, Itsasu-L; Urdiñarbe, Zunharreta-Z; Durango, Orozko, Plentzia-B; Elgoibar-G; Artajona-N) .
Los turnos de aquéllos que velan al muerto se suceden ininterrumpidamente desde que el cadáver se coloca amortajado en la cama hasta el momento en el que se le introduce en el ataúd para conducirlo a la iglesia (Murchante, Monreal-N; Sara-L) . Acudir a velar al muerto se tiene por una obligación (Izal-N) .
Esta vigilia ante el cadáver era considerada como algo sagrado, ''c'etait sacré ''(Ahurti-L) . Durante ella se hacían oraciones en silencio o rezos en grupos, de modo que, al igual que en la iglesia, en la habitación mortuoria se guardaba silencio (Mendiola, Salvatierra-A; Aria, Lekunberri-N) o se hablaba poco (Urdiñarbe-Z) y en voz baja (Hazparne-L, Lekunberri-N) .
A la costumbre de que vecinos, amigos y conocidos acudieran del pueblo o de localidades próximas para rezar junto al cadáver se llamaba antiguamente ''facer amistad sobre la sepultura''<ref>José MADINABEITIA. ''El libro de Amurrio''. Bilbao, 1932, p. 135.</ref>.
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