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Vasconia continental5

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En Gamarte (BN), era el carpintero, -fabricante del ataúd- quien encendía el fuego que terminaba de consumirse cuando volvía el cortejo fúnebre de la iglesia. Este fuego lo preparaba con un simple manojo de paja que lo encendía en el último momento. La gente se colocaba en círculo y rezaba en silencio. Después el mismo carpintero abría las puertas de la sala, ''eskaratzia, y ''los invitados a la comida entraban para instalarse en la mesa. Hacia los años sesenta se dejó de encender este fuego. Los informantes recuerdan que el mismo rito se practicaba en las localidades de Labetze y Iholdi (BN). Uno de ellos oyó contar que el origen de este fuego estaba en que, en otros tiempos, se quemaba el jergón de paja del muerto.
En Aiziritze (BN), también era el carpintero quien encendía el fuego con paja delante de la casa mortuoria al finalizar las exequias. Cuando la comida funeraria dejó de celebrarse en casa y pasó a hacerse fuera, el fuego se encendía delante de la puerta del restaurante. En Bustintze (BN) también se ha constatado que se encendía un fuego ante la casa al regreso del cortejo. '''En '''Lartzabale (BN), los informantes atribuyen al hecho de quemar la paja un significado de purificación, aunque hay quienes señalan también que, en caso de enfermedad contagiosa, puede hacerse por desinfección. En Donapaleu (BN) se encendía el fuego cuando el cortejo salía de la casa mortuoria para purificar y a la vez destruir el espíritu maléfico. Otros informantes indican que el rito se hacía para purificar la atmósfera o por tradición.
En Armendaritze (BN), el regreso a la casa mortuoria se efectuaba en hilera y en este orden: delante, el primer vecino seguido de los hombres del duelo; luego, la primera vecina y las mujeres del duelo. La persona que había quedado al cuidado de la casa, generalmente una vecina o amiga, se encargaba de encender un pequeño fuego de paja delante del portal para cuando el cortejo regresara de la iglesia. Los participantes, según iban llegando, se situaban alrededor del fuego y al tiempo que éste se consumía ofrecían una oración. El sacerdote no participaba en este rito ya que no regresaba a la casa del finado. Acto seguido se daba comienzo al banquete.
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