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En un trabajo publicado en los años veinte<ref>D. ESPAIN. “Des usages mortuaires en Soule” in ''Bulletin du Musée Basque'', VI, 1-2 (1929) p. 24.</ref> se señalaba que en Zuberoa después de la inhumación todos los invitados iban a la casa mortuoria donde se les ofrecía una colación. Antiguamente ésta se componía únicamente de pan y queso con vino de la casa; pero ya en la década de los años veinte se celebraba una comida. A la finalización el chantre o el sacristán recitaba cierto número de plegarias por el difunto y «por todas las almas que habían salido de la casa», con lo que se daba por concluida la ceremonia.