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MANO DE OBRA Y FUERZA EMPLEADA EN LA AGRICULTURA/fr

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El mejor aprovechamiento de los recursos exigía un trabajo coordinado y organizado, a menudo bajo la dirección del cabeza de familia. Dada la precariedad de estas economías, nadie podía reclamar un salario a cambio de su trabajo, bien al contrario, el hijo o hija que trabajase fuera de casa, entregaba el dinero obtenido a cambio del mismo por lo general a la madre mientras permaneciese soltero y a la mujer una vez casado, ya que eran ellas las que gestionaban la economía familiar. Esta fragilidad era la razón por la que no se recurría al trabajo asalariado, que podía ser suplido por la colaboración vecinal. Igualmente los hermanos y tíos emancipados que trabajasen como asalariados en áreas urbanas colaboraban en los trabajos de la casa sobre todo en los períodos en los que se requería más mano de obra, como en la recolección de la hierba. A cambio obtenían alimentos producidos en la casa. Esta siempre representaba para todos una garantía de supervivencia en casos de crisis siguiendo el principio de que la tierra siempre permitía la obtención de la comida necesaria.<div style="margin-left:0cm;"></div>
La tierra que poseía cada casa era más bien escasa por lo que la capacidad para mantener una población numerosa ha sido limitada, razón por la cual, y teniendo en cuenta que el Valle de Carranza ha sido eminentemente agrario, se ha producido tradicionalmente una fuerte emigración bien a áreas urbanas cercanas como la Margen Izquierda del río Nervión a cubrir puestos de trabajo vinculados a la siderurgia, o más lejanas como Madrid y diferentes países de Centro y Suramérica, especialmente México.
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