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En Berastegi (G) en los prados donde no pastaba el ganado caballar u ovino, se procedía a segar la hierba para secarla a finales de junio. En Ustárroz, Isaba y Urzainqui (N) los prados eran segados entre julio y la primera quincena de agosto. En Izurdiaga (N) los cortes que se dan al forraje suelen ser en mayo y en julioagosto. En Abezia (A) las labores de la hierba comienzan cuando está crecida, poco más o menos por el mes de julio.
 
 
 
 
En Sara (L) la hierba de los prados se siega dos veces al año: por julio y por septiembre. Como ya indicamos antes la que se cosecha por julio se llama simplemente ''belarra'', hierba; la de septiembre, ''urri-soroa''. En Beasain (G) si la primavera es bien húmeda y llueve un poco en verano, se siega dos veces, una entre san Juan y Santiago, y otra en septiembre. En Bedarona (B) “se hace hierba seca” a primeros de verano y a finales.
En Donazaharre (BN) los prados proporcionaban dos cortes al año. Las etapas de secado de la hierba abarcaban cuatro etapas: la siega, ''bedarra moztia''<nowiki>; el esparcir la hierba, </nowiki>''belar-barrea tziabarreatzia''<nowiki>; rastrillar el heno en filas para poder hacer montones, </nowiki>''belar-biltzea''<nowiki>; apilar el heno para que no se humedeciese por la noche, </nowiki>''belar-metatzia''. Estas operaciones se repetían durante dos o tres días dependiendo de la intensidad del sol. Para saber si la hierba estaba bien seca, las personas de edad recogían puñados y los retorcían y frotaban junto a la oreja, si crujían es que estaba seca, “''belar idorra da”''<nowiki>; entonces se podía almacenar sin riesgo a que se rehumedeciera, “</nowiki>''belar itzulia da”''.
En Elgoibar (G) dependiendo del tiempo, se podían obtener hasta tres cortes al año: junio, septiembre y noviembre, aunque normalmente solían ser dos. En épocas de sequía apenas se conseguía hacer un corte.
A continuación recopilamos la forma tradicional de henificación recogida en el Valle de Carranza. Conviene precisar antes de nada que es voz desconocida para los informantes de esta población, que hablan sencillamente de ''secar la yerba'', como tampoco se ha empleado heno sino hierba seca y a veces ''yerba seco''.
=== Siega ===
Al menos hasta los años cuarenta del pasado siglo XX y en décadas posteriores, se empezaba a segar la hierba para secarla a finales del ''mes de san Juan'', junio.
La hierba segada en torno a la festividad de san Juan era más difícil de secar, ya que por lo general el sol aún no calentaba tan fuerte como en julio pero sobre todo porque contenía mucha savia. Se decía que se recogía con “toda la sangre” y se consideraba de excelente calidad por lo que era muy apreciada.
Si era posible, la labor de siega era realizada por varias personas. Dado que las familias eran numerosas todos los participantes podían pertenecer a una misma casa, si bien en ocasiones ayudaban familiares y sobre todo vecinos. En la labor de segar ''para seco ''no solían participar mujeres. Eso no quería decir que no se dedicasen a esta actividad; la diferencia estribaba en que los hombres segaban en los prados “para seco” mientras que ellas lo hacían en las ''campas ''de las ''llosas[[#ftn6|[6]]]''<ref>Recibía el nombre de ''llosa ''el conjunto de terrenos de propiedad privada que tenían una cerca común a todos ellos para evitar que fuesen invadidos por el ganado. Las heredades de cada ''llosa ''eran de escasa superficie a consecuencia de las sucesivas particiones hereditarias, pertenecían a diferentes propietarios de tal modo que cada casa contaba con unas cuantas y no se hallaban cerradas entre ellas por ningún tipo de vallado. Por lo general las heredades más cercanas a las casas que formaban el barrio se labraban y recibían el nombre de ''piezas ''y las más alejadas se destinaban a pradera y se llamaban ''campas''.</ref>, más cercanas a la casa y en menor cantidad: un ''coloño[[#ftn7|[7]]] ''<ref>Un ''coloño ''es la cantidad de hierba contenida en un ''sábano''. Más adelante se describe su forma y modo de cargarlo.</ref> o dos en verde para dar de comer a las vacas que estaban atadas en la cuadra. Transportaban la hierba a lomos del burro y necesitaban ser acompañadas por uno o dos chiquillos que les ayudasen a cargarla en el animal.
El día anterior a segar se preparaban las herramientas que se iban a utilizar prestando especial atención a los ''dallos ''o guadañas que se ''picaban ''bien. Para esta labor se utilizaban los ''picos''.
Uno o dos aprovechaban ese descanso para picar los dallos. El problema consistía en regresar al trabajo después de comer; el cansancio acumulado, la tripa llena y el sol que comenzaba a apretar, se aliaban para que reanudar la tarea resultase bastante penoso. Hasta que no se segaban un par de ''lombillos ''o hileras y “se rompía a sudar” costaba mucho, después se continuaba hasta el mediodía o hasta la una o dos de la tarde.
Cuando eran varios los segadores, el que mejor ''picaba los dallos ''se ocupaba de ello una vez comenzaban a desafilarse por su uso repetido o cuando por tropezar con piedras, ''topiños ''(hormigueros) o toperas, perdían demasiado pronto el filo. Esta persona dedicaba varias  Fig. 170. Belarra ebakitzen. Zeanuri (B), 1978. horas a esta labor, lo que a veces le resultaba molesto ya que además de preferir segar, debía adoptar una postura que tras un tiempo resultaba incómoda y le exigía continua atención para no errar el golpe y que el ''dallo ''se ''cartease'', esto es, se cuartease el corte.
Al prado siempre se llevaba bebida, en tiempos pasados agua fresca.
Era condición entre los que realizaban esta tarea llevar el dallo bien ''sentao'', es decir, deslizar la guadaña a lo largo de la cambada con la hoja apoyada en toda su longitud sobre la superficie del prado. Algunos, sin embargo, levantaban el ''tacón ''o ''carcaño ''cada vez que daban una dallada, lo que causaba que la hierba quedase segada a media altura en el arranque de cada cambada. Esto suponía un alivio importante para el trabajador que obrase así, ya que el esfuerzo mayor se realiza al arrancar cada dallada, pero causaba un perjuicio al segador que venía inmediatamente por detrás de él. A este tipo de segadores había quien los llamaba ''chafletas ''y suponían un problema por las desavenencias que ocasionaba su modo de actuar. Además si la hierba quedaba mal segada dificultaba las tareas posteriores de esparcirla y ''arrastrillarla''.
Podía ocurrir que en el grupo de segadores hubiese una persona más débil por razón de su constitución física, por ser mayor o por tratarse de una mujer. Estas personas no segaban un lombillo como los otros ya que no podían hacerlo al ritmo exigente que suponía segar unos tras otros, así que se ocupaban de la tarea conocida como “sacar el lombillo” o “hacer las orillas”. Consistía en segar en el margen del prado y dejar preparado el arranque de un nuevo lombillo para que el segador que terminaba el suyo,  {| style="border-spacing:0;width:16.272cm;"|-|| || |-|| || [[Image:C:%5CUsers%5CMETXEB~1%5CAppData%5CLocal%5CTemp%5Cmsohtmlclip1%5C01%5Cclip_image015.gifImagen8.png|top]]|-|}Fig. 171. Segadores. Carranza (B), años 1940.  cuando regresaba al punto de partida, pudiese iniciar otro sin dilación.
Si el prado a segar era grande y el número de trabajadores reducido se podía segar en ''duchas'', esto es, en franjas, de tal modo que cada lombillo no abarcase de un margen al otro del terreno sino solo una parte del mismo, ya que hacer hileras muy largas resultaba agotador.
Como decíamos, en el caso de cuadrillas cuyos miembros tuviesen fuerzas similares, si uno se dedicaba “a matarla”, es decir, realizaba un esfuerzo menor, no se podía aplicar el sistema de terminar el lombillo y ''cogérselo ''al segundo, este al tercero, etc., porque el que menos se esforzaba salía beneficiado. Por eso en estos casos cada cual segaba su lombillo, de este modo el vago se veía forzado a trabajar con más ímpetu cuando sentía acercarse al segador que le seguía. Además los otros participantes “le echaban la verguenza” a la primera oportunidad que tuvieran, por ejemplo al parar para “echar un trago de vino”. Aquí se ventilaban también “picadillas” entre los participantes y cuestiones de hombría. El más lento al sentirse alcanzado tenía que aumentar el ritmo o “salirse del lombillo”, es decir, abandonar la hilera que estaba segando que era retomada por el que le había alcanzado. Cuando un segador “echaba del lombillo” a otro, este se convertía en la ''risión'', el hazmerreír, de los demás.
=== Secado ===
Una vez segado el prado las siguientes labores iban todas encaminadas a secar la hierba cuanto antes, asegurando que se redujese su grado de humedad hasta un punto que garantizase que una vez almacenada no se generasen mohos que restasen su calidad. Conviene tener presente que el clima de esta zona es un tanto inestable y siempre había un cierto riesgo de que lloviese a causa de una tormenta y se “mojase la hierba” durante el proceso de secado o una vez seca.
La primera tarea una vez se segaba consistía en ''esparcer ''los lombillos tratando de repartir la hierba uniformemente por toda la superficie del prado o de la campa. Esta labor era realizada fundamentalmente por las mujeres y los niños. Por lo general comenzaban a efectuarla antes de que los segadores hubiesen concluido su trabajo, si es que estaban segando un prado grande; cuando segaban las campas de las llosas, dada sus reducidas dimensiones, podían llevar segadas varias antes de que comenzasen a esparcirlas. Si bien los primeros iniciaban sus trabajos de madrugada, mujeres y niños acudían a realizar esta labor de día. Se consideraba conveniente que le “diese algo el sol a los lombillos” antes de esparcirlos. De este modo se secaba la humedad del suelo y de la parte superior de los mismos ya que como indicamos antes se segaba con rocío. Obrando así se conseguía secar la hierba más rápido, ya que si se repartía con rocío, al darle la vuelta tras secarse la capa superficial la hierba seguía mojada retrasando así su secado. Esta labor se debía realizar bien para garantizar que se secase lo más rápido posible.
Los informantes cuentan que antiguamente realizaban este trabajo a mano. Desde la perspectiva actual se sorprenden de que actuasen así dado el riesgo de ser picados por una culebra. Hoy en día son más bien raros estos reptiles pero no antaño. Como contrapartida, los prados solían estar muy limpios, es decir, libres de ortigas, zarzas, cardos y otras especies invasoras que pudiesen causar daño en las manos desnudas. La ventaja de trabajar así era que se adelantaba más que usando cualquier herramienta y esta ventaja era tanto mayor cuanta más hierba proporcionase el prado, ahora bien, como la hierba solía estar mojada por el rocío se terminaba empapado de agua.
Precisamente fue una preocupación continua mantener los prados limpios, es decir, libres de este tipo de vegetación espontánea para lo cual se realizaban periódicas tareas de ''resiego''. Además durante la siega se llevaba a cabo una limpieza adicional conocida como ''escoger''. Los niños o mujeres que participaban en la tarea de esparcir la hierba escogían previamente los helechos, zarzas y otras especies invasoras y las retiraban a montones a las orillas o márgenes del prado o a zonas en las que no interfiriesen en las labores posteriores de secado. La mayor parte de estas plantas eran recogidas a mano, por ejemplo los helechos. Se iba eligiendo cada helecho con una mano y colocándolo bajo el brazo opuesto hasta formar un ''brazao ''considerable que se retiraba a un montón. Para escoger las zarzas había que emplear la horquilla ya que en esos tiempos no se disponía de guantes. Los segadores, cuando al ir segando se encontraban con alguna zarza, la sacaban de entre la hierba recién segada con la punta del dallo y la depositaban sobre el lombillo para que así la persona encargada de escogerlas la encontrase con facilidad. También se escogían plantas invasoras como las ''bernaulas ''(del género ''Rumex'') y en este caso se tenía especial cuidado en no esparcir sus semillas si la planta ya estaba en sazón porque se conocía perfectamente su facilidad para germinar allí donde cayesen.
 
 
 
 
 
 
 
 
La preocupación por escoger estas especies era en parte para evitar que se diseminasen, como en el último ejemplo citado, pero sobre todo para no pincharse en los trabajos posteriores de secado, como al esparcir la hierba a mano y sobre todo durante el proceso de almacenamiento en el ''sobrao'', lo que se conocía como ''empayar'', que se describe más adelante. Añade una de las personas consultadas que precisamente a raíz de la generalización de las enfardadoras movidas por tractor disminuyó notablemente la preocupación por elegir estas especies.
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