Cambios

Saltar a: navegación, buscar

Arrojar un puñado de tierra

1 byte eliminado, 11:16 16 abr 2019
sin resumen de edición
En Otxagabia (N), aunque en la segunda década de este siglo ya se utilizaba ataúd, en tiempos pasados el cadáver se enterraba sin éste. El sepelio era presenciado por todos los que asistían al funeral y era costumbre que tras rezar un responso cada uno echase un puñado de tierra sobre el cadáver<ref>AEF, III (1923) p. 137.</ref>.
En ocasiones los primeros en cumplir con este ritual eran los sacerdotes que celebraban la inhumación.  [[File:7.186 Tierra al sepulcro. Grabado de Tillac.jpg|center|500px|Tierra al sepulcro. Grabado de Tillac. Fuente: Azkue, Resurrección M.ª de. Euskalerriaren Yakintza. Tomo I. Madrid, 1935.]]
En Apellániz (A), después de las oraciones de rigor y de meter el féretro en la fosa, los sacerdotes cogían una palada de tierra y la arrojaban a la sepultura, tras lo cual todos los presentes hacían lo mismo con un puñado de tierra que habían besado previamente<ref>Gerardo LOPEZ DE GUEREÑU. “Muerte, entierro y funerales en algunos lugares de Alava” in BISS, XXII (1978) p. 197.</ref>.
Esta costumbre de que el sacerdote sea el primero en arrojar la tierra sigue vigente hoy en día, al menos en algunas de las localidades donde perduran las tumbas en tierra.
 
[[File:7.186 Tierra al sepulcro. Grabado de Tillac.jpg|center|500px|Tierra al sepulcro. Grabado de Tillac. Fuente: Azkue, Resurrección M.ª de. Euskalerriaren Yakintza. Tomo I. Madrid, 1935.]]
En Bernedo (A), después de las oraciones rituales los sacerdotes asistentes mandan introducir el ataúd en la fosa abierta y tras echar una palada de tierra cada uno se retiran. Los demás presentes cogen un puñado con la mano, lo besan y lo echan sobre el ataúd. Por último el enterrador acaba el trabajo. Esta costumbre sigue vigente hoy en día.
127 728
ediciones