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Caracoles y limacos

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Las versiones en euskera también hacen referencia al padre y a la madre, pero para amenazarles de muerte. La primera que recogemos procede de Liginaga (Ip):
:''KákoilKâkoil, makoil:''
:''ezpatük lau adarrak agertzen,''
:''aite ta ama ehaiten deitzat.''
Los chiquillos ven además en los caracoles objetos de diversión y les gastan bromas como tocarles los «cuernos» o tentáculos visuales con el fin de que los contraigan.
[[File:FIGURA.png|RTENOTITLE_FIGURA]]
También es costumbre hacer carreras con estos animalillos. Los niños eligen cada uno su caracol, y después, sobre una piedra o cualquier superficie lisa, los disponen para iniciar la competición. La lenta carrera rara vez finaliza a pesar de los intentos de los críos para que avancen en la dirección correcta. A veces se facilita la llegada a la meta humedeciendo la pista o poniendo el animal en la ruta adecuada cada vez que se desvía. En Berastegi (G) cuentan que el itinerario constaba de una etapa llana y otra de montaña, consistente en ascender una pared. En Muzkiz (B) les apodaban con nombres de afamados ciclistas. También en Monreal (N) los «bautizaban», animándolos después durante la carrera.
Algunos niños de Carranza (B) practicaban el siguiente juego: Cada participante recogía de antemano un determinado número de caracoles en todos los cuales debía darse la circunstancia de que estuvieran dentro de su concha. Después los posaba en el suelo y para que se asomasen les cantaba la canción citada al inicio. El niño que lograba que todos sus caracoles des- cubriesen descubriesen los ''cuernos ''antes que los demás era el ganador. Cuando alguno se resistía a sacarlos se le aplastaba o ''espachurraba ''con una piedra. Se acostumbraba recoger los babosos porque los secos tardaban mucho en asomarlos.
En cuanto a los limacos, estos moluscos terrestres se empleaban ocasionalmente para una actividad conocida como «capar limacos» ''(barakarroa kapetan ''en Zeberio-B). Se trataba de una broma por la que pasaban la mayoría de los niños pequeños y aquéllos que llegaban a los pueblos de visita.
Se le preguntaba al novato si sabía caparlos ''(Ik bakik bañe kapetan?, ''decían en Zaldibar-B) y si desconocía tal práctica se le enseñaba. El «maestro» cogía el más gordo de los que hubiera encontrado y tras afilar un palo fino suficientemente largo se lo atravesaba por el costado de modo que el animal quedase en la mitad. Hacía que el incauto asiera el palo por sus extremos, sin apretar, de modo que el limaco quedase entre sus manos. El experto colocaba a su vez las suyas por fuera de donde las tenía el «aprendiz de capador» y le insistía en queestuviese que estuviese atento. En un descuido de éste, le empujaba las manos y al presionar bruscamente el limaco, reventaba, poniendo perdido al crío.
Como comentan algunos informantes, no habrá niño que haya padecido dos veces esta chacota. En Muskiz '''(B) '''aseguran además que las chicas nunca fueron víctimas de la misma.
En Bizkaia hay constancia de que esta broma se practicó en Carranza, Muskiz y Zeberio.
En Vitoria (A) cuentan que tenía algo de rito iniciático ya que por él iban pasando todos los novatos de la cuadrilla. Aquí, tras atravesar el limaco, se clavaba el palo en el suelo. Al iniciado se le mandaba poner las manos una a cada lado del animal y se le aconsejaba que no dejara por nada de mirarle fijamente. Se le formulaban preguntas sobre el bicho: si lloraba, si «hacía chis o caca» y otras más igual de insustanciales. Cuando se hallaba más despistado, el niño que tenía enfrente le golpeaba las manos uniéndoselas, a causa de lo cual reventaba el limaco dejándole pringado.
 
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