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En algunas poblaciones señalan que el juntar las manos del difunto se debe a un sentimiento religioso. En Laguardia (A) las manos del muerto se han juntado siempre como signo de recogimiento y de oración. En Ribera Alta (A) se le ponía una mano sobre la otra, en actitud piadosa. En Valdegovía (A) lo atribuyen a un sentimiento de recogimiento similar al que se realiza después de recibir la comunión, ya que parece que ésta es una forma mejor para presentarse ante Dios. En Murchante (N) dicen que la muerte se ha visto siempre de manera religiosa, y por eso tratan de colocar el cadáver en una postura de recogimiento como si estuviera en la iglesia. En Obanos (N) señalan que es la actitud de orar. En San Martín de Unx (N) se desea remarcar la expresión piadosa.
En Salcedo (A) lo hacían con el fin de que el cadáver no se corrompiera antes de ser inhumado. Le ataban fuertemente con una cuerda de bala, un brazo y una pierna (ésta por el muslo); pero en tal forma que si el brazo derecho era el atado, fuera la izquierda la pierna atada, o viceversa. Solían atarles también las manos juntas y los pies juntos, para soltárselos cuando llegaban a enfriarse por completo pues no tenía otro objeto tal operación que el de ponerles estos miembros en forma decorosa. En Galarreta (A) en caso de que el cadáver estuviese hinchado le ataban los pies para poder meterlo más fácilmente en el ataúd<ref>AEF, III (1923) pp. 48 y 55.</ref>.