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En Elosua-Bergara (G), aproximadamente hasta 1960, el día del entierro se llevaba a la iglesia la ofrenda, ''ofrandia. ''Una hija del vecino más proximo, ''etxekonekua, ''vestida de negro y con mantilla de dibujo, llevaba sobre la cabeza un rodete negro, ''zorkia, ''y encima una cesta conteniendo un pan redondo, ''olatia, ''cubierto con un pañuelo negro y blanco, con tres picos que colgaban fuera de la cesta. Esta portadora, ''ogiduna, ''encabezaba el cortejo fúnebre. La cesta se colocaba en la iglesia, en la sepultura de la casa del difunto y durante el novenario, ''beatziurrena, ''la serora, ''damaikesia, ''era la encargada de llevar y traer este pan a la sepultura.
 
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En Amorebieta (B), durante las exequias, la mujer que abría la comitiva conducía en una cesta unos panes especiales llamados ''ritxek ''que dejaba delante del altar. El cura se encargaba de recoger estos panes a la conclusión del funeral.
En Andraka-Lemoniz (B), durante el año de luto, el sacristán pasaba por las sepulturas, ''yarlekuak, ''de difuntos recientes al finalizar la misa dominical y recogía el fruto de la ofrenda, consistente en unos panecillos alargados, ''ogi zalatu. ''Este uso desapareció en la década de los años cincuenta.
 
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En Eugui (N) se rezaban los responsos todos los domingos después de la misa y a ellos asistían las mujeres. Delante del cura se colocaba un cestillo, donde depositaban durante el responso los trozos de pan que habían traído de sus casas. El pan de difuntos se denominaba ''ola-da. ''Además del pan, se ofrecían céntimos en el bonete del sacerdote.
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