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A finales del siglo XVIII, concretamente con fecha 12 de septiembre de 1797, la Villa de Bilbao y su Cabildo Eclesiástico firmaron una ''Escritura de Concordia ''sobre derechos de funerales y abolición de la ofrenda de pan. Se trataba de sustituir ésta conmutándola en dinero. La razón última estribaba en la dificultad que tenía la gente humilde para ofrendar pan, según se deduce del propio texto del acuerdo que dice «la absoluta abolición de la ofrenda de pan sobre que siempre han suspirado y clamado amargamente por ser la ruina de los más pobres artesanos... »<ref>''Escritura de Concordia entre la M.N. Villa de Bilbao, y el Venerable Cabildo Eclesiástico de ella, sobre derechos de funerales... 1º de Abril de 1799''. Bilbao, 1799, p. 6.</ref>.
Un caso similar ocurrió en la Parroquia de San Martín de Améscoa (N). En el Libro de Difuntos que arranca en 1600, se repite constantemente que durante el ano año de luto se lleve pan añal; en 1739, a la petición anterior se añade «como es costumbre» y en 1812 se dice ya «como es costumbre y obligación». La costumbre que se convirtió en obligación debía de ser gravosa para los que cosechaban poco trigo y andaban escasos de pan, lo que provocó la negativa de algunas familias de llevar el pan al añal de la iglesia. En el año 1816 se firmó un acuerdo entre el Cabildo Eclesiástico y los vecinos del Valle, según el cual se establecían tres clases de funerales determinando la cantidad de trigo que se había de pagar por cada uno de ellos, teniendo las familias libertad para elegir la clase del funeral<ref>Luciano LAPUENTE. “Estudio etnografico de Améscoa” in CEEN, III (1971) p. 122.</ref>.
En nuestras encuestas se ha recogido la vigencia de la ofrenda del pan ritual que se fue desvaneciendo paulatinamente en unos lugares y otros. Este periodo va desde finales del siglo pasado (año 1880) en que se dejó de ofrendar en Otxagabia (N) hasta la década de los setenta en que desaparecieron los últimos vestigios en Aramaio (A) y Obanos (N).
En Durango (B) se había perdido la tradición para los años treinta y en Zeanuri (B) perduró hasta esa década. En Liginaga (Z), Barandiarán constató en los años cuarenta que hacía ya algún tiempo se había desvanecido la costumbre de ofrendar pan. La guerra civil de 1936 y la postguerra trajeron dificultades para la obtención de harina por lo que en algunas localidades como Zerain (G) y Lekunberri (N) se acordó sustituirla por una cantidad de dinero equivalente. Sin embargo, en la localidad navarra mantuvieron el rito y llevaban el mismo bollo duro durante todo el año.