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El joven dueño del [caserío] Idiarte, del barrio Sibas, vino a casa trayendo un carro de leña. El dueño viejo le dijo:
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– ¿Adónde vas?
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– Tengo que ir a Atharratze [Tardets] a llevar este carro de leña.
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– Te querría decir algo —le dice el viejo—.
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– Dígame.
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– Te lo diré a tu regreso.
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Pero antes de que volviera, el viejo se murió. Después todas las noches tenían un ánima tonante [que producía estruendos] en Idiarte. El dueño joven estaba temeroso de que hubiera vuelto el viejo. Su mujer le replicaba que no era nada.
