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La composicion del cortejo funebre

No hay cambio en el tamaño, 12:57 28 oct 2019
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La comitiva, en principio, se formaba en la casa mortuoria desde donde partía a la iglesia, o bien iba primero al cementerio y tras el sepelio a la iglesia. Otras veces, como se ha descrito en el levantamiento del cadáver, una pequeña comitiva compuesta por los familiares y vecinos más próximos se encaminaba hasta un punto convenido de la localidad que podía ser distinto según la barriada de donde procediera. En el citado lugar aguardaban otros componentes de la comitiva y el cabildo eclesiástico. Esta parada era aprovechada por la gente para cambiarse de ropa y calzado. A partir de aquí, el cortejo coa toda solemnidad iniciaba o reemprendía la marcha hasta la parroquia. Había quienes se incorporaban a la comitiva en el camino, sobre todo en las paradas que se realizaban en las encrucijadas o, en el último momento, en el núcleo urbano y a la puerta del templo.
En tiempos pasados, la disposición de la comitiva y el orden que cada elemento debía ocupar en ella eran rígidos, hoy por el contrario, la marcha del cortejo es más heterogénea llegando incluso a veces a ser anárquica. Los vecinos ocupaban en muchas localidades un lugar destacado en la comitiva. En algunas ocasiones la encabezaban con rango preferente al de los familiares, en otras compartían con ellos la presidencia de la comitiva y, circunstancialmente, en lugares donde los consanguíneos no asistían, les sustituían<ref>Bonifacio de ECHEGARAY. “La Vecindadvecindad. Relaciones que engendra en el País Vasco” in RIEV, XXIII (1932) p. 26.</ref>. Era tal la importancia que llegaron a desempeñar en el cortejo que en el pueblo guipuzcoano de Aduna se decía: ''Leenbizi auzua, gero, progun tokatzen zaiona'' (primero, el vecino; después a quien le toque en el duelo)<ref>AEF, III (1923) p. 74.</ref>.
En todo el País Vasco<ref>José Miguel de BARANDIARAN. ''Estelas funerarias del País Vasco''. San Sebastián, 1970, p. 35.</ref> estuvo bastante extendida la distinción de dos grupos en la comitiva fúnebre. Los que iban por “obligación” que eran de la casa del difunto o tenían lazos especiales de unión con ella, y los que iban por “caridad” que no pertenecían a la casa mortuoria pero estaban unidos con sus moradores en otro nivel social, donde el aglutinante era la caridad cristiana.
Antaño fue muy común la existencia de cofradías y asociaciones religiosas con finalidades funerarias o de asistencia ''post-mortem''. Los hermanos señalados como tales o los mayordomos acudían al desfile con sus estandartes y lábaros, y los restantes cofrades lo hacían con hachas o velas. En algunas localidades portaban también el ataúd. Los jóvenes y las mujeres solteras estuvieron integrados en congregaciones y asociaciones religiosas que cumplían funciones similares a las cofradías acompañando al féretro en el recorrido que efectuaba el cortejo. Si el difunto había sido personaje notorio, autoridad civil o eclesiástica podía acompañarle en el viaje postrero la banda de música o la corporación municipal.
No se han recogido diferencias dignas de mención entre que el fallecido fuera hombre o mujer. Si se han constatado algunas peculiaridades tratándose de entierros de niños. Fue costumbre generalizada que, al paso de un cortejo fúnebre, la gente se detuviera, ''on ne croise pas un morí'', y que se santiguara, ''aitaren egin'', o rezara una oración. Los hombres se descubrían, ''gapelua kentzen zuten''.
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