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La mortaja y sus tipos

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La preocupación por la facha externa del difunto no sólo se debe al deseo de causar «buena impresión» entre las personas que acudan a verlo sino también al interés por presentarse decorosamente en el «más allá»<ref>Es ilustrativa la siguiente anécdota de Orbaiceta: “En el horno de la Fábrica vivía una familia que tenía gran temor al fin del mundo, pensando en quién iba a amortajarles cuando éste llegara. Así que la víspera del día en que creían que venía el fin del mundo la mujer preparó la cama de blanco con cintas negras que formaban una M de “María”; se amortajó ella misma con su vestido de boda y se tumbó encima de la cama con las manos juntas y los ojos cerrados a esperar la llegada del fin del mundo. Así estuvo toda la noche, y al día sigujente, vio que el fin del mundo no había llegado”. Mª Carmen MUNARRIZ. “Estudio etnográfico de Orbaiceta” in ''Contribución al Atlas Etnográfico de Vasconia. Investigaciones en Alava y Navarra''. San Sebastián, [1990], p. 632.</ref>. En Arberatze-Zilhekoa (BN) se vestía al difunto porque se creía que en el momento de la resurrección era preciso estar «presentable». En Baigorri (BN), según los informantes, había que amortajar como para «ir de viaje».
[[File:7.53 Amortajamiento con traje festivo. Amezketa (G) 1959.pngjpg|framecenter|600px|Amortajamiento con traje festivo. Amezketa (G), 1959. Fuente: Antxon Aguirre, Grupos Etniker Euskalerria.|class=grayscalefilter]]
En tiempos pasados ha sido muy común utilizar un sudario en el amortajamiento. Era ésta una prenda propia y común en el arreo de una muchacha casadera. Durante la primera mitad de este siglo estuvo muy extendido el amortajar con un hábito de religioso o de religiosa en la creencia de que de ese modo Dios manifestaría una mayor piedad por el alma del difunto. Estas mortajas, ''meztidurak, ''las hacían bendecir los Jueves y Viernes Santos para que a la representación de la muerte de Cristo se juntase la de la propia futura<ref>P. Gabriel de HENAO. ''Averiguaciones de las antigüedades de Cantabria''. Salamanca, 1689, p. 343.</ref>. Había localidades donde se amortajaba al cadáver de acuerdo con los deseos expresados en vida por el propio difunto.
En Liginaga (Z), eran los primeros vecinos, ''auzo lehenak, ''quienes se ocupaban, como queda dicho, de que se le lavara la cara y las manos y de vestirle con la camisa y el traje de la boda -si era casado- y de envolverlo en una sábana. Antaño únicamente la camisa de lienzo y la sábana constituían la mortaja, según la misma fuente<ref>José Miguel de BARANDIARAN. “Materiales para un estudio del pueblo vasco: en Liginaga (Laguinge)” in ''Ikuska'', III (1949) pp. 33-34.</ref>.
[[File:7.54 Amortajamiento con habito religioso. Amezketa (G) 1944.pngjpg|framecenter|600px|Amortajamiento con hábito religioso. Amezketa (G), 1944. Fuente: Antxon Aguirre, Grupos Etniker Euskalerria.|class=grayscalefilter]]
Las ancianas de Garazi (BN) conservaban en un paquete sus vestidos fúnebres indicando en un papel su voluntad de ser amortajadas con ellos<ref>Esta costumbre se constata en otros lugares como Hemani, Oiartzun, Orio. Vide Juan GARMENDIA LARRAÑAGA. ''Costumbres y ritos funerarios en el País Vasco''. San Sebastián, 1991, p. 71.</ref>. En Baztan (N) algunas mujeres preparaban desde la juventud su mortaja, las más vestidura de monja, costumbre que también se siguió en otros lugares como en Markina (B)<ref>Resurrección Mª de AZKUE. ''Euskalerriaren Yakintza''. Tomo I. Madrid, 1935, p. 230.</ref>.
Caso de utilizar hábitos, ha sido el de franciscano, sayo marrón con capucha, ajustado a la cintura con un cíngulo blanco, el preferido para hombres casados en la mayor parte de Alava como se ha constatado en Apodaca, Aramaio, Artziniega, Berganzo, Bernedo, Galarreta, Gamboa, Llodio, Mendiola, Moreda, Narvaja, Pipaón, Ribera Alta, Salcedo, Salvatierra, San Román de San Millán y Valdegovía. En unos casos se custodiaba en el Concejo, en otros eran las Cofradías quienes tenían siempre uno en depósito para cuando hiciera falta. La familia posteriormente lo reponía. El cíngulo servía para atar los pies hasta que se enfriaba el cadáver.
También en Bizkaia y Gipuzkoa era el de franciscano el más frecuente para hombres casados. Su empleo se menciona en Abadiano, Bedia, Bermeo, Busturia, Carranza, Durango, Lemoiz, Meñaka, Orozko, Plentzia, Portugalete, Zeanuri y Zeberio (B); Amezketa, Arrasate, Bea- sainBeasain, Bidegoian, Deba, Elgoibar, Elosua, Ezkio, Getaria, Hondarribia, Urnieta y Zerain (G).
En Portugalete (B) indican que los hábitos eran unos sayones de arriba a abajo con capucha y cordón negro o marrón generalmente. En otros casos el color del cordón dependía de la cofradía a la que perteneciese el difunto; el color gris claro correspondía a la del Cristo del Amparo.
En Zeanuri (B) señalan que, antes de la guerra (1936-1939), era muy corriente que el cadáver, ''gorpua, ''fuera vestido con el hábito de San Francisco que se ponía encima de una larga camisa, ''alkondara luzea, ''en los hombres, o de una saya también larga, ''atorrea, ''en las mujeres. Los pies calzados con medias negras, ''medi baltzak. ''También se utilizó como mortaja el hábito del Carmen. Para amortajar con alguno de ellos se tenían en cuenta los votos o promesas que el difunto o difunta hubiera hecho en vida ''Opatute eukela Karmengo habitue eroatea, ''(Que tenía ofrecido llevar [como mortaja] el hábito del Carmen). Tales hábitos eran adquiridos en vida en los conventos.
[[File:7.55 Amortajamiento de un congregante de San Luis Gonzaga. Begoña-Bilbao (B) 1934.pngjpg|framecenter|600px|Amortajamiento de un congregante de San Luis Gonzaga. Begoña-Bilbao (B), 1934.]]
Después de la guerra se generalizó el amortajar al difunto con sus mejores vestidos, negros u oscuros, colocando sobre ellos los escapularios de la Tercera Orden de San Francisco o de la Virgen del Carmen.
Fue común amortajar a las mujeres casadas de Dolorosa: manto negro, paño blanco cubriendo la cabeza, velo sobre la faz y a veces un pañuelito blanco entre los dedos. Así se ha constatado en Aramaio, Galarreta, Llodio (A), Abadiano, Bedia, Durango, Lemoiz, Plentzia (B), Amezketa, Arrasate, Deba, Ezkio y Getaria (G).
[[File:7.56 Amortajamiento de un sacerdote. Amezketa (G) 1977.pngjpg|framecenter|600px|Amortajamiento de un sacerdote. Amezketa (G), 1977. Fuente: Antxon Aguirre, Grupos Etniker Euskalerria.]]
Tanto para los hombres como para las mujeres se ha utilizado el hábito del Carmen en Amézaga de Zuya, Apodaca, Aramaio, Artziniega, Berganzo, Llodio, Mendiola, Moreda, Salvatierra (A); Amorebieta Etxano, Busturia, Carranza, Lemoiz, Plentzia, Portugalete, Zeanuri (B); Arrasate, Beasain, Zerain (G); Aoiz, Sangüesa y Viana (N).
En Bermeo (B) la creencia en las almas en pena ha estado tan arraigada que se les enterraba con calcetines y zapatos porque «quizás, en la nueva vida necesitarían andar para cumplir las promesas que en vida no habían cumplido». También en Gipuzkoa y en el País Vasco continental se le calzaba, lo mismo que en Navarra, lustrando con betún incluso las suelas (Aria). No ha faltado amortajadora que, conociendo la necesidad de algunas familias, dejaba «olvidadas» debajo de la cama las botas del difunto: «para que no se fueran a la tierra ya que les hacían más falta a sus familiares vivos» (Artajona).
No debía ser raro de todos modos enterrarlos sin calzado «por no caber en la caja» (MélidaNMélida-N). A este respecto, J. Garmendia recogió una anécdota ocurrida en el Valle de Ollo (N). Resultando pequeño el ataúd que había preparado el carpintero para el niño recién muerto, lo metieron descalzo. Su padre mostró inquietud de cómo se iba a presentar descalzo en el Valle de Josafat, mandó abrir la caja y dejó en uno de los costados el par de alpargatas de la criatura<ref>Juan GARMENDIA LARRAÑAGA. ''Costumbres y ritos funerarios en el País Vasco''. San Sebastián, 1991, p. 72.</ref>.
En la década de los años setenta ha comenzado a utilizarse tanto en clínicas (Beasain-G) como en funerarias (Llodio, Salcedo-A; Bidegoian, Elgoibar, Getaria, Urnieta-G; Garde, Mélida, Sangüesa-N) una suerte de sudario consistente en una sábana especial: por dentro tiene un saco higiénico en evitación de que se aprecien humores y malos olores. Cuando la muerte se produce en el pueblo, una simple sábana blanca limpia sirve de sudario, dejándoles por dentro la ropa que llevaban puesta, «para no marearles» (Obanos-N).
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