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A. Urigoitia denomina «''Kastorka''» a otro juego de nueces, posiblemente recogido en Zeanuri (B) y que obviamente se practicaba en otoño. Se trazaban en el suelo tres rayas distantes cuatro metros la primera de la segunda ''y ''unos dos centímetros ésta y la tercera.
Los competidores convenían el número de nueces que debían jugar en cada partida. Hecho esto y acordado el orden de participación comenzaba el juego. Las nueces se hallaban colocadas en la segunda línea menos una que se depositaba en la tercera. Cada jugador arrojaba su nuez desde la primera y el que consiguiese desplazar la situada en solitario se apoderaba de todas las otras. Por lo demás, las que conseguía mover de la segunda raya también pasaban a su poder<ref>Alejandro URIGOITIA. “Folklore. Juegos infantiles” in ''Euskalerriaren Alde'', XIX (1929) p. 224.</ref>.
En Elosua (G) en la década de los veinte practicaban un juego de nueces, «''Intxaur jokua''», consistente en disponer éstas en fila y, desde cierta distancia, lanzar cada chico otra sobre ellas. Aquéllas que conseguía golpear pasaban a su posesión. Si había suerte se podía regresar a casa bien aprovisionado de frutos secos. Se consideraba juego de niños.
En Busturia (B) un juego de este estilo se denominaba «''Kistorrera''» y en la década de los cincuenta ya se estaba perdiendo. Se colocaban en hilera, ''illedan'', unas nueces o avellanas y se intentaban sacar de donde estaban dándoles con otra.
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Si se diese el caso de tener que lanzar un número de nueces tan elevado que no se pudiesen contener en la concavidad de las palmas, se echaban todas a una boina.
La otra forma de jugar con nueces, llamada «''Erre-erreka''», aparecerá más adelante de nuevo entre los juegos practicados con canicas. Toman parte dos jugadores. El primero lanza su nuez a cierta distancia y el segundo tira también la suya intentando dar (''erre'' = quemar) con ella a la del primero. Así siguen hasta que uno de ellos consiga tocar con la suya la del adversario. El pegar a la nuez contraria da derecho a apoderarse de ella.
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Además de con los materiales hasta aquí señalados, se ha jugado con otros.
En Ribera Alta (A) era frecuente que las niñas recorrieran las cabañas y las eras a la búsqueda de alubias de colores hasta reunir un buen montón con el que después poder jugar. Hacían un agujero en el suelo y desde una cierta distancia las arrojaban una por una tratando de introducirlas en el mismo. Las que caían en su interior pasaban a ser propiedad de la lanzadora y las que quedaban fuera se las empujaba con la mano en una segunda fase tratando de meterlas.
En Apellániz (A) a un entretenimiento similar al de Ribera Alta se le conocía por «Bolinches» y consistía en que varias niñas jugasen a meter ''caparrones, '', alubias, en un hoyo. Por ejemplo, probaban con diez alubias y la que mayor número introdujese resultaba ganadora, teniendo entonces opción a tratar de meter las que habían quedado fuera. Se adueñaba de las que lograba introducir. Cuando erraba pasaba a probar suerte la segunda y así hasta que no quedase ningún caparrón fuera del hoyo. <sub>353</sub> Otro juego de Lezaun (N) era «El txulo»<sup>. </sup>
Otro juego de Lezaun (N) era «El txulo»<ref>“Txulo” o “Chulo” voz que recuerda a la palabra vasca ''zulo'', agujero.</ref>. Se desarrollaba como el denominado «El coso» pero en vez de agujero, se marcaba un círculo en el suelo con un palo o con un trozo de yeso, dependiendo de la superficie donde se jugase. Se abandonó a principios de los años cincuenta. Esta modalidad y la descrita antes para esta misma localidad eran practicadas por chicos y chicas durante el otoño y el invierno. Para ello necesitaban hacer acopio de alubias que guardaban en una pequeña bolsa o zacuto.
En Zamudio (B) empleaban bellotas para un juego denominado «''«Botxora». Botxora''». Se abría un agujero en el suelo y a unos dos metros se trazaba una raya. Después se intentaba introducir las bellotas en el hoyo empujándolas con el dedo.