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Navarra

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En Artajona se criaba en los años setenta ganado lanar churro que sumaba más de 2.700 cabezas, cabras y machos cabríos, ''chotos'', ''irascos'', que sumaban 68 cabezas; cerdos, ''cutos ''o ''cherris'', 117 animales; y crías de cerdo o ''gorrines'', 271 cabezas. Existía en esas fechas una granja creada a principios de los años sesenta con 300 cerdas en producción. Ya habían desaparecido por esas fechas los bueyes. Ante la mecanización agrícola habían comenzado a reducirse considerablemente el ganado de labor, antaño llamado «de reja y baste». En 1968 había solamente 31 cabezas de ganado caballar, 90 de mular y 78 de asnal. Entre las aves de corral se contaba con patos, alimentados antiguamente con caracoletas recogidas por los niños en ribazos y barrancos, y gallinas. Estas últimas habían conocido un enorme incremento en esos años, existiendo algunas granjas dedicadas a su cría en grandes cantidades mientras que algunos vecinos habían convertido en gallineros los antiguos graneros existentes en el segundo piso de las casas. La cría de conejos también se daba en las casas y en muchas de ellas había perros y gatos<ref>José María JIMENO JURÍO. «Datos para la encuesta de Artajona» in CEEN, II (1970) p. 13.</ref>.
Ha destacado siempre el importante censo de burros, quizá debido tanto a la difícil orografía como al hecho de que el transporte se hacía siempre a ''baste'', basto, sobre el lomo de estos animales. Hacia los años treinta volvían del campo verdaderas reatas de burros con sus aparejos y serones, montados por labradores ''embozaus ''en sus mantas. Todos los animales confluían en la plaza del pueblo, donde abrevaban antes de llevarlos a sus respectivas cuadras. En el pueblo no había burras, ya que los asnos eran generalmente enteros y de haber habido hembras hubiera sido imposible manejarlos.
 
Según un censo de 1945 había 190 cabezas de ganado caballar en esta localidad, mientras que en el de 1976 sólo quedaban tres. Aunque ha habido caballos de labor, no eran muy comunes dado que resultaban un tanto blandos para las tierras altas del pueblo y además su crianza presentaba algunos problemas. Para trabajar la tierra algunas familias disponían de yuntas de bueyes que adquirían en las ferias cercanas, pero eran más bien escasas. Los animales preferidos para la labranza y el acarreo han sido y son los ''machos'', mulos, y las mulas. Las casas fuertes han llegado a disponer de hasta seis de estos animales procedentes en su mayoría de las ferias de ganado de Tafalla, Sangüesa o Lumbier. Había también algún caballo más fino dedicado a la monta, pero en ningún caso se han conocido más de cuatro en los últimos tiempos.
El burro fue en tiempos pasados un animal muy apreciado y abundante entre las familias pobres jornaleras no sólo por su parca alimentación, sino porque sobre sus lomos se hacía el transporte de frutos y hortalizas. Este animal ha desaparecido actualmente.
Machos y mulas fueron los animales que más abundaron en el pasado por ser los más apropiados para labrar las tierras de labor. Además, en las labores de las viñas servían de tiro en [[Image:C:%5CUsers%5CMETXEB~1%5CAppData%5CLocal%5CTemp%5Cmsohtmlclip1%5C01%5Cclip_image029.gifImagen16.png|top]]Fig. 20. Cerdos pastando. Leitza (N), 1978. galeras y carros y de transporte de frutos y hortalizas. Hoy en día han desaparecido.
Todas las familias disponían de por lo menos una docena de gallinas para producir huevos y carne de pollo. En algunas casas, pocas, se criaban capones o pollos castrados. Son escasos los vecinos que en la actualidad mantienen estos animales.
En la Ribera Navarra, en Mélida, el principal ganado era el bovino. Casi todas las casas tenían vacas ''del país ''y su número solía rondar las cuatro o cinco cabezas, aunque también había ganaderos que tenían mayor número. Además se criaban gallinas, conejos, patos, palomas, cabras, cerdos, ovejas y en menor medida machos y caballos.
[[ImageFile:C:%5CUsers%5CMETXEB~1%5CAppData%5CLocal%5CTemp%5Cmsohtmlclip1%5C01%5Cclip_image031.gifFIGURA.png|thumb|left|top|{| style="border-spacing:0;widthRTENOTITLE_FIGURA]][[File:15.452cm;" |- style="border:none;padding:0cm;" || Fig. 21. Ovejas en las Bardenas (N)FIGURA. png|- |}RTENOTITLE_FIGURA]] En la Ribera Tudelana el buey desapareció para principios de siglo por su ineficacia en un tipo de agricultura como la ribereña. El ganado empleado para el trabajo de los campos era el caballar, mular y asnal. El máximo número de cabezas de este ganado se alcanzó hacía 1930. El caballar creció continuamente desde finales del siglo XIX hasta los años cincuenta del presente siglo, que es cuando se recopiló esta información. A los asnos les sucedió todo lo contrario y los mulos alcanzaron el máximo hacia los años treinta y su número declinó después. El descenso de los asnos se debió a su escasa fuerza y a su paso corto, que los convertía en poco rentables en las explotaciones agrícolas grandes y medianas. La gran ampliación del área destinada a la agricultura de secano y la disminución del número de jornaleros sin tierra o de pequeños labradores perjudicaron notablemente a los efectivos de este animal. Por otro lado su empleo para transportar verduras y frutas y herramientas de trabajo hortícola sufrió una fuerte competencia con la bicicleta. Tan sólo los pueblos vitícolas (Cascante, Cintruénigo, Corella, Fitero y Mur- chante) conservaron este animal y aumentaron su número. Con la gran roturación de las Bardenas y de las corralizas y su puesta en cultivo para cereales se alejaron mucho las tierras de labor de los centros urbanos por lo que el ganado de tiro y arrastre tuvo que pasar a trabajar duro y continuadamente; además el labrador no podía prodigarle cuidados excesivos. En estas condiciones era preferible el ganado mular al caballar. Pero ya cercanos a los años cincuenta comenzó a disminuir el número de mulos y a aumentar el de caballos debido a la sequía que redujo la extensión dedicada al cultivo de cereales de secano, juntamente con el extraordinario encarecimiento del ganado de labor. Ante estas circunstancias adversas el labrador se decidió por la yegua de cría que además podía ayudarle en sus labores.
Con la gran roturación de las Bardenas y de las corralizas y su puesta en cultivo para cerea- les se alejaron mucho las tierras de labor de los centros urbanos por lo que el ganado de tiro y arrastre tuvo que pasar a trabajar duro y continuadamente; además el labrador no podía prodigarle cuidados excesivos. En estas condiciones era preferible el ganado mular al caballar. Pero ya cercanos a los años cincuenta comenzó a disminuir el número de mulos y a aumentar el de caballos debido a la sequía que redujo la extensión dedicada al cultivo de cereales de secano, juntamente con el extraordinario encarecimiento del ganado de labor. Ante estas circunstancias adversas el labrador se decidió por la yegua de cría que además podía ayudarle en sus labores[[File:FIGURA.png|RTENOTITLE_FIGURA]]
La cabaña ovina disminuyó en Tudela, que contaba con los mayores rebaños de toda la zona, posiblemente debido a las roturaciones progresivas que ocurrieron desde mediados del siglo XIX. En el resto de los pueblos, con rebaños más pequeños, éstos aumentaron a causa de las necesidades de una población creciente en número y exigencias. Lo mismo ocurrió con el ganado cabrío.
[[Image:C:%5CUsers%5CMETXEB~1%5CAppData%5CLocal%5CTemp%5Cmsohtmlclip1%5C01%5Cclip_image033.gif.png|thumb|left|top|{| style="border-spacing:0;width:15.478cm;" |- style="border:none;padding:0cm;" || Fig. 22. Moderna explotación de avestruces. Arraioz (N), 1997. |- |}]]El vacuno tampoco tuvo importancia extralocal a excepción del bravo, dedicado a lidia. El vacuno manso se fue generalizando a medida que se difundía su leche como alimento, en oposición a la cabra y oveja, casi únicas en el siglo pasado, y al mismo tiempo que crecían las extensiones dedicadas al cultivo de la alfalfa de regadío. El número de cabezas pasó de 120 en 1888 a 2.400 en 1948. Estos animales permanecían generalmente estabulados y todo lo más salían durante el día a pastar a los comunales[[#ftn10|[10]]]<ref>Alfredo FLORISTÁN. ''La Ribera Tudelana de Navarra''. Zaragoza, 1951, pp. 208-214.</ref>.
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