Navarra
La primera de las poblaciones navarras recogidas, Arraioz, perteneciente al Valle de Baztan, se ubica en la vertiente cantábrica.
En Arraioz y en el Valle de Baztan se crían vacas, beiak, ovejas, ardiak, cerdos, zerriak, yeguas, beorrak, gallinas, oilloak, perros, zakurrak, conejos, lapinak, konejuak y abejas, erleak. Antiguamente también tenían cabras, auntzak. Desde 1996 en un caserío de Arraioz se crían avestruces, ostrukak. Según este informante que se dedica a la cría de estos animales, en Navarra hay por lo menos tres granjas que se ocupan de su explotación: en Zizur Mayor (localidad situada a 5 km de Pamplona), en Los Arcos y en su caserío Etxotoa de Arraioz (Baztan). Parece ser que próximamente se va a poner en marcha otra en Maia, también Baztan[1].
En la Montaña Navarra, en Larraun, en cada casa solía haber alguna cabra, auntza, para aprovechar su leche. Se solía atar con una cuerda larga en un prado. Hoy en día cada familia tiene uno o dos cerdos para consumo propio. Se mantienen también en cada caserío unas 18 gallinas, normalmente enjauladas, para abastecerse de huevos. Se les da de comer maíz e incluso verdura de la huerta; si están sueltas les cuelgan una berza de un alambre en el corral o cercado para que la vayan picando. Actualmente se crían vacas con el fin de producir leche y obtener terneros que tras su engorde se venden. También son abundantes las ovejas ya que gracias a las subvenciones que otorga la Comunidad Europea resultan rentables.
En Izurdiaga en la actualidad no se crían animales como modo de vida ganadero, solamente en algunas casas hay cerdos para consumo casero y en otras palomas. Hasta hace veinte años, sin embargo, había gran número de especies ganaderas repartidas según la situación económica de los habitantes del concejo. Los animales más corrientes eran vacas, burros, ovejas, gallinas y palomas. La gente más pudiente tenía yeguas, vacas, cerdos, bueyes, cabras y rebaños de ovejas, en cambio, la gente humilde era propietaria de gallinas y de algún cerdo. Las cabras se tenían junto a las ovejas lachas. Se llevaban juntas a Urbasa y Andia, pero allí se separaban y subían a pastos de mayor altura que los de las ovejas.
En Ultzama se criaban vacas rojas que algunas veces se echaban al monte, sobre todo cuando hacía buen tiempo, y lecheras, que permanecían siempre en la cuadra. También bueyes, yeguas y burros. Estos últimos eran muy numerosos y se empleaban para ir al monte y subir a las bordas. Siempre que había que salir del pueblo y llevar una carga se utilizaba este animal. Había por lo menos uno en cada casa. El número de mulos era escaso. Además se criaban cerdos, ovejas y cabras. Estas últimas las había en todas las casas y se tenían junto a las ovejas. Entre las aves se criaban gallinas y patos. Algunos tuvieron palomas, gansos y pavos. Siempre había perros y gatos.
En Aoiz se tenían caballos para carne. En algunas casas se crían palomas para vender los pichones; en los demás pueblos del valle se destinan al consumo doméstico.
En Izal han criado vacas, bueyes, caballos, burros, machos, cabras, ovejas, cerdos, conejos, gallinas, palomas y abejas.
En Roncal se criaban vacas, que había en casi todas las casas, al igual que cabras, también corderos y caballos, de estos últimos pocos. Todos tenían cutos, cerdos, para consumo doméstico. Los perros se utilizaban para cuidar el ganado por lo que en todas las casas en que lo había tenían también uno. Se criaban además conejos y gallinas, unas pocas palomas y algunas abejas. En la actualidad se explotan vacas de raza pirenaica y pardoalpina o suiza, ovejas, unas pocas cabras, yeguas, cerdos, gallinas y conejos, y de estos últimos mayormente para consumo doméstico aunque también hay alguna granja; palomas y abejas sigue habiendo pocas.
En Romanzado y Urraúl Bajo se tenían bueyes para las labores del campo. Había casas con una, dos y tres parejas además de algunas mulas. Casi todos tenían una, dos o más yeguas para montar, para acarrear cargas o para destinarlas a la cría. Las burras no eran muy abundantes y se utilizaban para traslados cortos y de pequeñas cargas. Las gallinas no faltaban en ninguna casa de labranza al igual que los cerdos. En algunas había también patos y ansarones, además de palomas y conejos[2].
En la Zona Media de Navarra, en Améscoa, a principios de siglo debido al régimen de autarquía se criaban y explotaban toda clase de animales domésticos: vacas, yeguas, puercos, cabras, ovejas, gallinas, conejos, palomas, abejas y el perro, que en pocas casas faltaba como guardián de la misma o de la chabola y auxiliar para el manejo del ganado. A principios de siglo un buen hato de vacas y una manada de yeguas eran un indicador del potencial económico de una casa labradora. Cuenta un informante que su casa era una de las más fuertes de San Martín: tenían de veinticinco a treinta yeguas y otras tantas vacas; cerdos menos, aunque entre viejos y primales, cerdas de cría y gorrines hacían un buen número; y dos parejas de bueyes, unos viejos y otros recién domados.
En las casas cuya hacienda era muy reducida en lugar de bueyes tenían vacas domadas que empleaban en las labores del campo. En la mayor parte de las casas mantenían en el pesebre alguna yegua domada, algún caballo, mula o asno. El número de estos últimos siempre fue insignificante. Todos ellos se empleaban como animales de carga y labor, de tiro o de silla. A principios de siglo se compraban bastantes mulatos para recriar y venderlos en las ferias de Tafalla. También se criaba gran cantidad de cerdos por lo que se aprovechaba al máximo el pasto de los montes: bellota de roble y encino además de hayuco. Los amescoanos han tenido una gran estima por la cabra. Su explotación no suponía otro gasto que el pago del cabrero y les proporcionaba un cabrito para la venta y un poco de leche durante el verano. No había casa sin cabras y todas ellas formaban el rebaño concejil que diariamente salía a pastar a los montes y se recogía al anochecer en casa. Las gallinas se criaban en todos los hogares. Proporcionaban huevos para el abastecimiento familiar, el caldo de gallina se consideraba un reconstituyente indispensable para los enfermos y el gallo para celebrar el final de la trilla. Para poder contar con una ración de carne excelente en días señalados, se criaban en muchas casas conejos. Las palomas eran un lujo de las casas grandes; dedicaban a palomar alguno de los departamentos del desván. El perro también abundaba por lo útil que le resultaba a los ganaderos.
En Lezaun se criaban vacas. La raza era parecida a la pirenaica pero más pequeña. Los sementales se elegían entre los novillos del pueblo. El primer domingo de marzo se llevaban al corral del lugar de ocho a diez novillos que previamente había seleccionado la Veintena[3]. De entre éstos se elegían dos que se abonaban a sus dueños al precio de mercado, sin que sus amos pudieran dar otra finalidad a los animales elegidos.
En Allo la cabaña ganadera es hoy notablemente menos numerosa que a principios de este siglo. Entonces se criaban bueyes, vacas de labor, vacas de leche, caballos, burros, mulos, ovejas, cabras, cerdos, gallinas ponedoras, pollos para carne, conejos, patos, palomas y abejas. Como quiera que en esta localidad el principal modo de vida ha sido la agricultura y que hasta bien avanzada la primera mitad del siglo no se inició la mecanización del campo, el primer grupo de animales citados: bueyes, vacas de labor, caballos, mulos y burros, ha resultado imprescindible. Una familia modesta solía tener dos machos o una pareja de mula y macho o un macho y una yegua. Los más pudientes tenían cuatro y hasta seis animales de labor además de una o dos parejas de bueyes. En casi todas las casas poseían un burro que utilizaban como animal de carga para llevar la alforja al campo y transportar algunos aperos.
En las casas acomodadas tenían además una yegua o caballo que montaba el dueño para recorrer la hacienda. De los animales de corral destaca el cerdo y le seguía en importancia la gallina, que tampoco faltaba en ninguna casa. Otro animal que frecuentaba los corrales fue el pato. No faltaban además los conejos. El pavo, al tratarse de un animal de difícil adaptación, se crió muy poco, sólo en unas pocas casas los tuvieron temporalmente. En algunas viviendas poseían un pequeño palomar que ocupaba la parte alta de la casa; la cría de estas aves no estuvo generalizada, pero siempre hubo familias interesadas en ella.
Con el paso de los años, tanto la crianza de animales de labor, como de los de corral ha experimentado un retroceso tan grande que hoy casi es posible afirmar que han desaparecido, como lo demuestra el cuadro adjunto:
Año | Cabrío | Caballar | Mular | Asnal | Boyal | Lanar |
1856 | 50 | 230 | 100 | 60 | 1.300 | 209 |
1970 | 24 | 112 | 52 | 0 | 1.400 | 54 |
1979 | 2 | 6 | 6 | 7 | 1.150 | 0 |
1996 | 2 | 2 | 0 | 0 | 1.330 | 20 |
En Artajona se criaba en los años setenta ganado lanar churro que sumaba más de 2.700 cabezas, cabras y machos cabríos, chotos, irascos, que sumaban 68 cabezas; cerdos, cutos o cherris, 117 animales; y crías de cerdo o gorrines, 271 cabezas. Existía en esas fechas una granja creada a principios de los años sesenta con 300 cerdas en producción. Ya habían desaparecido por esas fechas los bueyes. Ante la mecanización agrícola habían comenzado a reducirse considerablemente el ganado de labor, antaño llamado «de reja y baste». En 1968 había solamente 31 cabezas de ganado caballar, 90 de mular y 78 de asnal. Entre las aves de corral se contaba con patos, alimentados antiguamente con caracoletas recogidas por los niños en ribazos y barrancos, y gallinas. Estas últimas habían conocido un enorme incremento en esos años, existiendo algunas granjas dedicadas a su cría en grandes cantidades mientras que algunos vecinos habían convertido en gallineros los antiguos graneros existentes en el segundo piso de las casas. La cría de conejos también se daba en las casas y en muchas de ellas había perros y gatos[4].
En San Martín de Unx a lo largo del siglo se han criado algunas vacas royas, rojas, que «daban poca leche pero muy espesa», la cual se destinaba por lo general al consumo doméstico o a la venta, si bien raramente en el pueblo. A finales de la década de los setenta ya no quedaban vacas.
Hasta los años setenta casi todas las familias criaban un cerdo «para casa». Hoy existe en el pueblo una pequeña granja con unos doscientos de estos animales.
Ha destacado siempre el importante censo de burros, quizá debido tanto a la difícil orografía como al hecho de que el transporte se hacía siempre a baste, basto, sobre el lomo de estos animales. Hacia los años treinta volvían del campo verdaderas reatas de burros con sus aparejos y serones, montados por labradores embozaus en sus mantas. Todos los animales confluían en la plaza del pueblo, donde abrevaban antes de llevarlos a sus respectivas cuadras. En el pueblo no había burras, ya que los asnos eran generalmente enteros y de haber habido hembras hubiera sido imposible manejarlos.
Según un censo de 1945 había 190 cabezas de ganado caballar en esta localidad, mientras que en el de 1976 sólo quedaban tres. Aunque ha habido caballos de labor, no eran muy comunes dado que resultaban un tanto blandos para las tierras altas del pueblo y además su crianza presentaba algunos problemas. Para trabajar la tierra algunas familias disponían de yuntas de bueyes que adquirían en las ferias cercanas, pero eran más bien escasas. Los animales preferidos para la labranza y el acarreo han sido y son los machos, mulos, y las mulas. Las casas fuertes han llegado a disponer de hasta seis de estos animales procedentes en su mayoría de las ferias de ganado de Tafalla, Sangüesa o Lumbier. Había también algún caballo más fino dedicado a la monta, pero en ningún caso se han conocido más de cuatro en los últimos tiempos.
También se criaban en las casas conejos, gallinas y alguna paloma, destinados al consumo familiar. No se han conocido explotaciones de estos animales con fines industriales o comerciales, si bien ha habido algún tímido intento.
En Sangüesa las vacas y bueyes de labor siempre han escaseado pues las tierras, especialmente las viñas, se labraban con mulas y caballos que resultaban mucho más rápidos que aquéllos. Los bueyes desaparecieron a principios de siglo. En algunas casas de dentro de la ciudad, hasta hace muy pocos años había vacas suizas para la producción de leche, no sólo para autoconsumo sino también para la venta pública. En la década de los cincuenta una familia santanderina puso dentro del pueblo una vaquería para la explotación industrial de leche y terneros. Hoy en día está prohibido tener estos animales en la zona urbana.
Muchas casas tenían su propia cabra para proveerse de leche y por el cabrito o cabritos que paría anualmente. Las echaban a la cabrería municipal mediante el pago de cierta cantidad de dinero. Los vecinos, bien de mañana, llevaban las cabras hasta el Prado o plaza local o hasta el corral de la Calle de San Francisco Javier, en donde se hacía cargo de ellas el pastor nombrado por el municipio. Al regreso del campo al atardecer, muchos animales volvían solos a sus casas mientras que a otros los recogía su dueño. A veces se dieron leyes contra este tipo de ganado por los daños que ocasionaba en los arbustos y por razones sanitarias, sobre todo a causa de las fiebres de Malta, por lo que se reguló su número. Hoy ha desaparecido.
Engordar un cerdo era en tiempos pasados vital en muchos hogares; llamaban precisamente a este animal «el remedio de los pobres». En algunas familias pudientes se criaban hasta cuatro, en las pobres uno o dos y a veces este segundo se vendía. Hasta bien entrada la década de los sesenta todos los jueves había mercado municipal de cutos en la Plaza de Santo Domingo, por eso también llamada Plaza de los Cutos. Los cerdos permanecían normalmente en la porciga, aunque en muchas ocasiones se dejaban sueltos por la calle. Hoy en día son muy pocos los vecinos que crían cuto.
El número de caballos era menor que el de mulos, aunque también eran animales muy apreciados en las mismas labores en las que se empleaban los últimos. A veces se les enganchaba a la diligencia que iba desde Sangüesa hasta Pamplona con cambio de caballerías en Monreal. Hasta finales del siglo pasado fue corriente realizar una rifa entre los vecinos en favor del hospital; corría a cargo del ayuntamiento y lo normal era rifar una yegua, en otras ocasiones una mula, y a veces un cerdo, si bien en este último caso lo solía regalar un vecino.
El burro fue en tiempos pasados un animal muy apreciado y abundante entre las familias pobres jornaleras no sólo por su parca alimentación, sino porque sobre sus lomos se hacía el transporte de frutos y hortalizas. Este animal ha desaparecido actualmente.
Machos y mulas fueron los animales que más abundaron en el pasado por ser los más apropiados para labrar las tierras de labor. Además, en las labores de las viñas servían de tiro en galeras y carros y de transporte de frutos y hortalizas. Hoy en día han desaparecido.
Todas las familias disponían de por lo menos una docena de gallinas para producir huevos y carne de pollo. En algunas casas, pocas, se criaban capones o pollos castrados. Son escasos los vecinos que en la actualidad mantienen estos animales.
Era corriente en los corrales del campo tener veinte o treinta palomas que se criaban sueltas y volvían al palomar. Dentro de la localidad algunos las criaban en la falsa o granero situado en la última planta de la vivienda. Junto a una pequeña ventana, en el exterior, se fijaba un palo con una paloma de madera, para señalar el palomar. Junto al nido se les colocaban ramos de espliego. Unos pocos vecinos continúan criando estas aves.
Se criaban patos en menor cantidad que gallinas dentro de la localidad y en mayor número en los corrales esparcidos por los campos, desde donde acudían a las balsas. Los de las casas cercanas al río Aragón salían a este río, costumbre que luego se perdió, quizá porque se prohibió para preservar la pesca. Actualmente han desaparecido.
En casi todas las casas se criaban conejos por su excelente carne y por su prolificidad. Hoy día son pocos los vecinos que los tienen. Había gatos en todos los hogares. Entraban por toda la casa y en algunas puertas de la vivienda había gateras. Por la noche dormían en el fogaril de la cocina junto al rescoldo del fuego y a la ceniza.
En la Ribera Navarra, en Mélida, el principal ganado era el bovino. Casi todas las casas tenían vacas del país y su número solía rondar las cuatro o cinco cabezas, aunque también había ganaderos que tenían mayor número. Además se criaban gallinas, conejos, patos, palomas, cabras, cerdos, ovejas y en menor medida machos y caballos.
En la Ribera Tudelana el buey desapareció para principios de siglo por su ineficacia en un tipo de agricultura como la ribereña. El ganado empleado para el trabajo de los campos era el caballar, mular y asnal. El máximo número de cabezas de este ganado se alcanzó hacía 1930. El caballar creció continuamente desde finales del siglo XIX hasta los años cincuenta del presente siglo, que es cuando se recopiló esta información. A los asnos les sucedió todo lo contrario y los mulos alcanzaron el máximo hacia los años treinta y su número declinó después. El descenso de los asnos se debió a su escasa fuerza y a su paso corto, que los convertía en poco rentables en las explotaciones agrícolas grandes y medianas. La gran ampliación del área destinada a la agricultura de secano y la disminución del número de jornaleros sin tierra o de pequeños labradores perjudicaron notablemente a los efectivos de este animal. Por otro lado su empleo para transportar verduras y frutas y herramientas de trabajo hortícola sufrió una fuerte competencia con la bicicleta. Tan sólo los pueblos vitícolas (Cascante, Cintruénigo, Corella, Fitero y Murchante) conservaron este animal y aumentaron su número.
Con la gran roturación de las Bardenas y de las corralizas y su puesta en cultivo para cereales se alejaron mucho las tierras de labor de los centros urbanos por lo que el ganado de tiro y arrastre tuvo que pasar a trabajar duro y continuadamente; además el labrador no podía prodigarle cuidados excesivos. En estas condiciones era preferible el ganado mular al caballar. Pero ya cercanos a los años cincuenta comenzó a disminuir el número de mulos y a aumentar el de caballos debido a la sequía que redujo la extensión dedicada al cultivo de cereales de secano, juntamente con el extraordinario encarecimiento del ganado de labor. Ante estas circunstancias adversas el labrador se decidió por la yegua de cría que además podía ayudarle en sus labores.
La cabaña ovina disminuyó en Tudela, que contaba con los mayores rebaños de toda la zona, posiblemente debido a las roturaciones progresivas que ocurrieron desde mediados del siglo XIX. En el resto de los pueblos, con rebaños más pequeños, éstos aumentaron a causa de las necesidades de una población creciente en número y exigencias. Lo mismo ocurrió con el ganado cabrío.
El vacuno tampoco tuvo importancia extralocal a excepción del bravo, dedicado a lidia. El vacuno manso se fue generalizando a medida que se difundía su leche como alimento, en oposición a la cabra y oveja, casi únicas en el siglo pasado, y al mismo tiempo que crecían las extensiones dedicadas al cultivo de la alfalfa de regadío. El número de cabezas pasó de 120 en 1888 a 2.400 en 1948. Estos animales permanecían generalmente estabulados y todo lo más salían durante el día a pastar a los comunales[5].
- ↑ De las dos razas de avestruces, la de cuello negro africano y la de cuello azul, el informante cría la primera.
En un principio trajo a Pamplona crías recién nacidas desde Namibia, pero este procedimiento no dio buen resultado. Más adelante probó trayendo huevos que se incubaban en Pamplona, pero resultó un fracaso. Finalmente optó por importar «reproductoras» que pusiesen los huevos. Éstos se incuban en la zona, lo que ha constituido un acierto.
En cuanto a la reproducción, los machos tienen que tener tres años para ser fértiles y las hembras dos. El primer año de producción cada hembra pone de 30 a 50 huevos, número que va aumentando durante siete años, hasta alcanzar de 80 a 100. Las hembras producen durante unos cuarenta años y tienen una media de vida de ochenta. Con respecto a las crías que han nacido en Arraioz, hay un índice de mortalidad del 25% al 30%.
Con respecto a la explotación, aunque el informante compró los avestruces con la intención de venderlos para carne, debido a la demanda de reproductoras ha vendido dos remesas de éstas: una a una granja de Badajoz y otra a Pamplona (Zizur probablemente). La carne de estos animales empezó a venderse al precio de 5.000 ptas./kg y posteriormente bajó a 3.000 ptas./kg. La tendencia es a que se equipare al de la ternera.
La ventaja de la cría y explotación del avestruz con respecto al ganado vacuno es que su crianza es más rentable, ya que este animal da menos trabajo y come menos. Una de las características de su carne es que es muy baja en colesterol y tiene mucha proteína.
- ↑ José de CRUCHAGA Y PURROY. «Un estudio etnográfico de Romanzado y Urraul Bajo» in CEEN, II (1970) pp. 170-171.
- ↑ Veintena es la junta compuesta de veintiún vecinos y encargada de regir los concejos que excedan de 500 habitantes. Interviene también en la administración de todos los municipios regidos por ayuntamientos que pasen de 500 habitantes. En aquellos que cuenten más de 5.000, el número de vocales de la misma es de 25. Vide José María IRIBARREN. Vocabulario Navarro. Pamplona, 1984.
- ↑ José María JIMENO JURÍO. «Datos para la encuesta de Artajona» in CEEN, II (1970) p. 13.
- ↑ Alfredo FLORISTÁN. La Ribera Tudelana de Navarra. Zaragoza, 1951, pp. 208-214.