El pastor trashumante en los distintos territorios
En el Valle de Carranza (B) los pastores que partían para la trashumancia invernal habían apalabrado previamente los pastos necesarios a particulares o a los comunales de algún pueblo o valle. Durante la estancia parían las ovejas y podían vender los corderos y hacer queso también para la venta en el mercado, con lo cual conseguían el importe de los pastos y la estancia. Cuando el año no era bueno, «salían empeñados». Las condiciones de vida eran duras pues las pertinaces lluvias invernales provocaban no pocos catarros y enfermedades.
En Aizkorri (G) los pastores que bajaban antiguamente desde la sierra a los pastos de la costa en invierno se trasladaban con sus familias. José Miguel de Barandiaran[1] reseña que solían hospedarse en caseríos, corriendo de su cuenta el combustible para el fogón y la comida. Apacentaban sus ganados en los terrenos de los labriegos sin pagar retribución a sus dueños o a lo sumo mediante una entrega en especie de algún queso o del estiércol de las ovejas para abono. Obtenían ingresos mediante la venta de queso y corderos.
En Aralar (G), aunque los pastores invernaban generalmente en la costa guipuzcoana, había casos en que, al igual que los de Aizkorri, pasaban el invierno en localidades vizcainas. Hoy día, con inviernos más benignos, también los pasan en localidades del interior, a veces en sus casas de origen. Algunos han comprado un terreno y construido una chabola y otros alquilan un caserío vacío. Arriendan a los campesinos de las cercanías los pastos de los herbazales, barrutiak, y van trasladando su rebaño de uno a otro.
En Vasconia continental, en la zona pirenaica, se han recogido algunos testimonios de que durante su estancia en los pastos de invierno, los pastores se alojaban en las casas de los dueños de los pastos. Algunos pastores de Baja Navarra, de la zona del Irati, se trasladaban a las tierras del valle labortano de Hazparne. El pastor propietario alquilaba previamente los prados y enviaba allí con las ovejas, llegado el momento, a un asalariado o a veces a un hijo, si era además agricultor. Los rebaños contaban con alrededor de un centenar de cabezas. La temporada se iniciaba en noviembre y finalizaba en los primeros días de mayo. Los pastores solían vivir con el rebaño en unas bordas próximas al caserío, que arrendaban a la misma persona que el pasturaje. Llevaban vida independiente, dormían y comían aparte, lavaban su ropa... Su comida era sencilla y constaba fundamentalmente de agua, leche y queso, más las vituallas que semanalmente le suministraba el patrón. Para el desplazamiento empleaban la mula, en la que transportaban sus objetos personales y los útiles para la elaboración del queso. Por el contrario, en Heleta (BN) había pastores inquilinos que comían y dormían en la casa[2].
Su actividad principal era el ordeño de las ovejas y la elaboración de quesos, cuando llegaba el destete de las ovejas, higuintzea. La temporada de trabajo del queso recibía el nombre de gozo-denbora. También se dice que durante la primera mitad del siglo XX vivían del contrabando, sobre todo de alcohol.
En la Sierra de Badaia (A) los pastores se quedan a dormir a pensión donde han comprado los pastos, en los pueblos de alrededor. El ganado lo dejan cerrado en alguna era o cercado en las proximidades del pueblo. Anotan que los que vienen de Bizkaia traen buenos perros. El régimen de aprovechamiento es en arrendamiento a subasta. El pago se hace a un tanto por cabeza para el ganado mayor. A veces se paga en especie, unos corderos para una merienda.
En los montes Oiz y Aramotz (B), los pastores de las localidades de su entorno, dentro de la circulación ganadera invernal, tenían una gran movilidad hacia los pastos de las localidades costeras o los valles. La estancia, hasta los años cincuenta, solía hacerse de varias maneras:
– En casas vacías, etxe hutsak, utilizadas el resto del año como almacén de forraje. Se arrendaban a los dueños que vivían en los caseríos próximos, etxealdeak. Los pastores debían llevarse de casa la comida y prepararla allí ellos mismos. Ésta solía constar de leche y sopas para desayunar, cocido de legumbres (alubias, habas) o patata para comer y, como cena, huevo, patatas o sopa de ajo. Dormían en el pajar y muchas veces, cuando el frío apretaba, entre el propio rebaño pues era donde se estaba más caliente (ardi artean ze antxe egoten zan beroen). Los pastores se limpiaban la ropa menuda y lo mayor lo daban a una mujer del lugar, a la que pagaban en quesos, o lo mandaban quincenalmente a casa.
– Alojados en un caserío, conviviendo consus dueños. Ahora bien, la manutención podían hacerla comiendo conjuntamente con éstos o bien preparando ellos mismos la comida, para lo cual se la traían de casa. El hospedaje es juzgado por los encuestados como satisfactorio y prueba de ello es que se repetía año tras año. El rebaño solía guardarse en una casa contigua vacía.
– Conviviendo con una familia conocida, ala que, en contraprestación por el alojamiento y los pastos, ayudaban en las labores del campo.
Los pastores hacían queso que les servía de alimento y muchas veces de postre, solo o con membrillo. En caso de no comer con la familia al mediodía y hacerlo en el campo, llevaban la maleta seca, maleta sikua, es decir, un hatillo con los alimentos que consistía las más de las veces en pan y queso.
Durante su estancia en el monte o en la trashumancia los pastores solamente bebían agua. Muy ocasionalmente podían disponer de alguna botella de vino o chacolí, que se acercaban a comprar o les traían.
En los montes de Triano (B) se da uno de los pocos casos de pastoreo en área periurbana. Cuando se encontraban de invernada en lugares tales como Barakaldo, Zierbena, etc. el rebaño lo guardaban en los bajos de una casa.
En Sollube (B), por su proximidad a los pastos de la costa de Bermeo los pastores se desplazaban a diario para retornar todas las noches a dormir a casa.
Finalizamos este apartado con una consideración creencial registrada en algunas localidades. En Bernagoitia-Aramotz (B), en tiempos pasados, el cambio de un pasturaje a otro, korta-kanbioa, según los pastores informantes, había que efectuarlo en días favorables, gozando de esta consideración los martes y los jueves. Según se ha recogido en la zona del monte Sollube (B) el camino de la trashumancia nunca había que realizarlo en martes ni miércoles.