Navarra

De Atlas Etnográfico de Vasconia
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En Améscoa los pasturajes elevados están en las Sierras de Urbasa y Andia. Todos los navarros tienen derecho a llevar sus animales a ellos, pero a los amescoanos les quedan muy cerca.

Los ganados vacuno y cerril (vacas y yeguas) pastaban en la Sierra de Urbasa la mayor parte del año en libertad. Las vacas, de raza pirinaica, subían a ésta a mediados de abril o principios de mayo, dependiendo de cómo fuese la primavera, y bajaban en la otoñada. Si en Lóquiz había bellota, se «cerraba el monte», esto es, se vedaba hasta San Andrés para todo tipo de ganado excepto el de cerda. Entonces las vacas tenían que permanecer en Urbasa hasta esa fecha, a no ser que barruntasen nieve, en cuyo caso bajaban espontáneamente al valle. Para su cuidado contrataban a un vaquero. Los de San Martín le construían una chabola de ramas y céspedes en la sierra para que pernoctara cerca del ganado. En las proximidades del corral del Concejo le hacían un burrusquil, un cercado de ramas de espino, donde encerraba los terneros para que no se perdieran o los llevara el lobo y para que las vacas no se separaran demasiado de su andada. Entrado ya este siglo y desaparecido el lobo, los Concejos dejaron de contratar vaquero y yegüero. Esto supuso para los dueños del ganado el tener que subir con mucha frecuencia a la sierra «para dar una vuelta al ganado», esto es, acercarse hasta donde se encontraba la manada, traer a la andada las vacas o yeguas que se habían separado y observar si las vacas se movían por lugares de buenos pastos. Aprovechaban los días festivos para esta actividad, que a menudo se traducía en larguísimas caminatas. Con el tiempo comenzaron a adquirir alguna que otra vaca de raza suiza y holandesa que explotaban por la leche, pero manteniendo a la vez su manada de pirinaicas en la sierra. Posteriormente la Diputación Foral, preocupada por la mejora de esta última raza, facilitó que los ganaderos dispusiesen de buenos sementales. Esto se ha traducido en una mejora de ésta y en un mayor rendimiento en crías y carne. En los últimos años han aparecido en las sierras nuevas razas.

Las yeguas son los animales cerriles y serranos por excelencia. Se subían a Urbasa por primavera. Las de cada vecino solían andar en manada. Una o dos de ellas, las más fuertes, llevaban cencerros enormes cuyo sonido orientaba a la cuadrilla y guiaba al amo en sus visitas; las demás, cencerros más pequeños. Antaño se procuraba que las yeguas de cada pueblo pastaran próximas unas a otras ya que todas ellas formaban la yegüería concejil, para cuyo cuidado y vigilancia cada Concejo contrataba un yegüero. Como ya se indicó antes, cuando desapareció el último lobo dejaron de contratarlos. Varias veces al año, por lo menos dos, se bajaban al pueblo para darles sal y otra para trillar. En estos casos no se bastaba el yegüero y tenían que subir a ayudarle dos o tres personas más. Solían reunir los animales y por la mañana, cuando estaban con hambre, los arreaban hasta el pueblo. Los encargados de ayudar al yegüero se designaban a renque, es decir, por turno según la lista de vecinos propietarios de las yeguas, y por tal motivo les llamaban renqueros. Este ganado permanecía en la sierra hasta que llegaba la nieve. A diferencia de las vacas no sabían barruntar la nevada por lo que tenía que ser el yegüero o sus amos quienes adivinasen los temporales y les forzasen a bajar al valle. En más de una ocasión la nieve los sorprendía en la montaña dificultando así su bajada. Con la mecanización del campo se depreciaron considerablemente estos animales. Los valencianos, sus tradicionales compradores, dejaron de llegar a adquirirlos y los amescoanos se fueron desprendiendo de sus póneys, quedando la Sierra de Urbasa casi vacía de yeguas. Últimamente se va revalorizando el ganado caballar y parece notarse en el valle cierta tendencia a acrecentar su número.

En Lezaun se llevaban a la sierra vacas, yeguas y ovejas. Los cochos o cerdos permanecían prácticamente todo el año en ella, para lo cual se les hacía una porciga de palos cubierta con céspedes. Se echaban con unos seis meses y se vendían con un año o más, según los kilos que hubiesen engordado. Primero comían hierba y después aprovechaban el fruto de los espinos, llamado alortxiki. Cuando éste estaba rojo, en sazón, se zurriaba o vareaba para que cayera al suelo. Finalmente comían pasto de haya o hayuco. Si nevaba se les subía algo de pienso. Aunque había cabrería concejil, algunos tenían todo el año las cabras en una zona de Urbasa, por considerarla excelente para ellas. Cuando nevaba se bajaban a casa y se echaban a la cabrería.

Yeguas en Andia, Lezaun (N), 1997. Fuente: Antxon Aguirre, Grupos Etniker Euskalerria.

En Izurdiaga no se sacaba a los animales al campo hasta la primavera, a excepción de las cabras y las yeguas fuertes. Las primeras se llevaban todos los días si no hacía mal tiempo. Los cerdos vivían permanentemente en la pocilga a excepción de los tres meses de verano en que se subían al monte para que cambiasen de alimentación. En lo que se refiere a los desplazamientos a las Sierras de Urbasa-Andia, desde mayo o junio hasta septiembre u octubre se envían a estos pastos ovejas, cabras y caballos.

En Larraun vacas y ovejas pastan durante todo el año en los prados. Las últimas también lo hacen en los pasturajes elevados principalmente de junio a septiembre, que es cuando no hay nieve. Las yeguas, beorrak, se llevan actualmente a Urbasa, donde existe libertad de pastoreo ya que el ganado de Larraun no puede pastar en Aralar, con excepción del de Errazkin, según dicta la normativa vigente. Los pueblos de Larraun buscan pastos lejos, en tierras de Huesca. Durante el invierno llevan las yeguas a la provincia de Zaragoza, donde existe abundancia de monte bajo, trayéndolas a los pastos de casa cuando están para parir. Los cerdos se alimentaban en los castañales comunes y tras engordarse con las castañas y bellotas, los llevaban a vender a la feria de Irurtzun. Los informantes insisten en el dato recogido en el archivo de Larraun donde consta que si hace cincuenta años se criaban cerdos en unas cien casas aproximadamente, hoy en día los hay en unas treinta, en las que siempre se reservan dos o tres lechones para abastecimiento propio. En el Valle de Larraun existen solamente cinco granjas con un número de animales que oscila entre cuarenta y cuatrocientos cincuenta.

En Arraioz (Valle de Baztan) antiguamente se llevaban las vacas y yeguas a los pastos de los montes comunales y a Belate. Las yeguas y caballos se criaban en los montes de alrededor del Valle. Permanecían en los pastos más elevados durante el verano (de 1.300 a 1.500 m), bajando a lugares de unos 300 m cuando comenzaba el mal tiempo. Actualmente son muy pocos los que dejan las vacas en el monte Erdiz, comunal cerrado. El tiempo de estancia en los pastos altos abarca desde el primero de junio hasta últimos de septiembre. Las ovejas se llevan a los terrenos comunales del monte generalmente a partir de mayo, que es cuando se las deja de ordeñar, hasta que comienza el invierno. El dueño no se queda en este lugar si bien va a verlas de vez en cuando, pero no todos los días. Hasta hace poco tiempo estaba prohibido llevar los cerdos al pasto alto en la época de las castañas, pero actualmente ya no existe tal limitación.

Paridera de gorrines en la Sierra de Lokiz (N), 1968. Fuente: Bielza de Ory, Vicente. Tierra Estella. Estudio geográfico. Pamplona, Príncipe de Viana, 1972.

En Ultzama, mayo era considerado el mes apropiado para llevar el ganado al monte. En esa época las vacas que habían permanecido en la cuadra se echaban al mismo, al igual que las yeguas. Las ovejas pasaban el invierno en las bordas y si el tiempo no era muy malo todos los días las sacaban a los alrededores. Mientras pastaban en los prados altos el pastor permanecía con ellas. Tenía una pequeña cabaña cerca de la borda para pasar la noche ya que esta última sólo estaba acondicionada para los animales. En la cabaña tenía un camastro y un fogón para soportar mejor el frío de la noche. En mayo, después de haber esquilado, preparaba el viaje para ir a Aundimendi con el rebaño. De allí volvían a primeros de octubre, o si hacía buen tiempo a mediados de mes. Hacia el 15 de octubre también se bajaban las vacas y las yeguas para que comieran la hierba de las campas de los alrededores antes de que aparecieran las primeras heladas. Tras quitar el ganado mayor de las campas, se introducía el menor, para que terminasen los restos de hierba que quedaban antes de que llegase el frío del invierno. Los cerdos apenas se sacaban de casa pero algunas veces se llevaba a zonas de monte para que aprovechasen los frutos de robledales y hayedos, ya que bellotas y fabucos o hayucos se consideraban un alimento muy apropiado para estos animales. Vacas, yeguas, ovejas y cerdos llevaban un cencerro al cuello para facilitar la labor de recogida y para poder localizarlos cuando había niebla. Después de bajar el ganado, algunas de las áreas de pasto se quemaban para que la hierba creciese más abundante; esta labor se realizaba cuando el tiempo era seco.

En Eugi el ganado se subía al monte en dos fechas diferentes: el 15 de mayo y el 6 de junio. Siempre se estableció esta diferencia, el ganado considerado «vago», esto es, el que había concluido su crecimiento y no necesitaba tantos cuidados, se echaba a los altos cuanto antes, en mayo, para que no consumiera alimento en casa; el restante, en junio. Algunas veces aún había nieve en esas fechas pero generalmente el sol de mayo calentaba con fuerza por lo que la que caía por la mañana se derretía para el mediodía o para la tarde. La época para bajar los animales también oscilaba, las vacas y yeguas para San Miguel y si hacía tiempo seco a lo sumo diez o quince días más tarde. Debe tenerse en cuenta que el abandono de la costumbre de recoger una segunda cosecha de hierba permitió a vacas y yeguas alimentarse del pasto de los prados hasta que llegaban las heladas y la hierba se quemaba, momento a partir del cual ya no era apropiada para ningún ganado. Las ovejas, en cambio, permanecían en el monte el mayor tiempo posible, hasta que aparecía la nieve, ya que sabían procurarse el alimento aunque hubiese heladas.

En Roncal las ovejas y cabras se echaban a los pasturajes elevados desde mayo hasta agosto. Las vacas, por el contrario, se quedaban en los alrededores del pueblo. Hoy en día, vacas y yeguas también se llevan a los pastos de montaña desde finales de junio hasta últimos de agosto.

Cabras en Belabarze, Isaba, Valle de Roncal (N), 1997. Fuente: Arantza Arregi (Joseba Baines), Grupos Etniker Euskalerria.

En Izal en marzo se sacaban al monte los cerriles, esto es, la hacienda o ganado mayor que no había de criar. Los demás, la hacienda mayor, a mediados de mayo, pasando dos meses en el monte Raja. Después bajaban a los boyerales, términos de Becea y el Chaparral. En los pastos de Irati y Remendía entraban en primer lugar las ovejas, el día 3 de mayo, y respetaban los pastos de las vacas hasta el 14 de agosto. Las vacas y yeguas el 10 de junio.

En Aoiz se echan al monte ovejas, cabras, caballos y vacas. En el caso de las primeras antes los pastores solían pasar algún día en el monte y si no, dejaban al ganado vacío pastando y ellos bajaban por la noche a casa para atender a las reses paridas. En verano, si habían comido poco por haberles afectado el calor, también permanecían por la noche en el campo. En la actualidad la Ordenanza reguladora del disfrute y aprovechamiento de los pastos comunales de Aoiz prohibe pasturar al ganado en los de la jurisdicción una vez ha anochecido. En verano era y es habitual moverlas dos veces: se sacan por la mañana hasta el mediodía y cuando aprieta el calor se recogen en una borda (pocas veces) o debajo de unos bojes o árboles para protegerlas de éste y también de las moscas; por ello a esta acción se la denomina calorear y al lugar mosquera. Cuando pasa el calor se vuelven a llevar al campo. En pleno verano, si la temperatura es muy alta, las ovejas y cabras vacías se dejan al raso, en la barrera; las paridas y los corderos quedan dentro.

Los caballos se crían en Ecay y permanecen sueltos en los pastos del término municipal. Hasta el inicio de las obras del pantano de Itoiz a comienzos de la década de los noventa, se criaban yeguas propiedad de un pastor de Itoiz y otro de Burguete, que permanecían sueltas en los montes de Gorriz e Itoiz durante todo el año. En la Ordenanza Reguladora de Pastos del Valle de Lónguida se especifica la prohibición de la pasturación del ganado porcino.

En cuanto a las vacas preñadas y recién paridas, durante el periodo invernal permanecen en el establo o pastando en los prados cercanos, dependiendo de las condiciones climáticas. En verano, sin embargo, desde mayo hasta noviembre se dejan en los pastos del pueblo los terneros (Itoiz, Acotáin) y el resto de los animales se lleva a las Sierras de Rala y Zariquieta (Valle de Lónguida). En esta última el ganado convive con reses de raza betizu. Hasta hace unos cinco años estas vacas pastaron también en terrenos de Gorriz y Orbaiz, pero debido a las obras que se están llevando a cabo con motivo del pantano de Itoiz han debido abandonarse. Es también habitual que los criadores de vacas del Valle de Lónguida lleven los ejemplares más jóvenes a pastos limítrofes del Valle de Arce, a Nagore, y Valle de Salazar, Jaurrieta, donde la hierba es más fuerte y alimenticia. Allí permanecen en los meses de verano.

En Aoiz no hay días señalados para subir el ganado aunque suelen coincidir con los últimos de abril y primeros de mayo, y hacia octubre o noviembre, con los primeros fríos, para bajar. A los pastos más altos se suben las vacas y los caballos o yeguas. Los pastores no permanecen con el ganado en la montaña sino que bajan a atender al resto de los animales ya que las hembras preñadas o recién paridas se quedan en casa. Cada diez o quince días suben a hacer una revisión de cómo está el ganado. En el ayuntamiento de Lónguida se especifica que los rebaños entrarán en los pastos del valle, no de más arriba, según las condiciones climáticas del momento y la calidad y volumen de éstos. Los días los acuerda el ayuntamiento del concejo en pleno.

En la Sierra de Codés las ovejas que subían a los pastos de altura eran guiadas por el pastor que se dedicaba a esta labor y las cabras por el cabrero. Las vacas y caballerías se consideraban como ganado de villa, compuesto por animales de trabajo y se sacaban de las casas tras el anuncio del pastor de villa, dulero o machero (pastor de machos), que las llevaba igualmente a las majadas. El ganado salía a los distintos toques de cuerno; algunos también utilizaban grandes cencerros, zumbas.

En Allo los animales que salían a pastar al campo lo hacían en los términos de la localidad, nunca fuera de ella ni mucho menos en la montaña ni por temporadas más o menos largas. La única excepción la constituyeron los rebaños de ovejas de ciertos ganaderos, que ascendían a las Sierras de Urbasa y Andia durante el verano o se trasladaban a pueblos como Estenoz y Muez.

En Mélida los animales que se sacaban del término municipal para llevarlos a los pastos de altura eran las ovejas y las vacas bravas, principalmente las primeras. Algunos pastores de ganado ovino practicaban la trashumancia a la Montaña: Sierra de Andia, Roncal y Salazar. Iban en verano y regresaban para septiembre. Los dueños de rebaños también acudían a las Bardenas, a las que entraban el 18 de septiembre. La mayoría permanecía únicamente ese mes, durante el cual el ganado comía la paja de las gramíneas. A estos pastores se les denominaba de la sanmiguelada.