Trashumancias invernales mayores

De Atlas Etnográfico de Vasconia
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De los valles pirenaicos navarros a las Bardenas Reales

El derecho de pasturaje

La gran trashumancia por excelencia de la Vasconia peninsular es la que se realiza desde los valles navarros de Roncal y Salazar, situados al E del río Irati, hasta los pastos de invierno de la Ribera Navarra, mayoritariamente aunque no sólo, a las Bardenas Reales[1].

Está comúnmente admitido el origen medieval de este movimiento pastoril, relacionado con los momentos de la Reconquista[2]. El derecho del Valle de Roncal a las Bardenas Reales data del siglo IX[3] y comprendía no sólo el pastoreo (derecho de herbajear y hacer corrales y cabañas), sino también el derecho de poner guardas y monteros y nombrar alcalde, que ejercía su cargo juntamente con los de las localidades de Tudela y Caparroso. El privilegio del Valle de Salazar es posterior, del s. XVI, si bien se sabe que enviaban sus rebaños al menos desde mediados del s. XIV. A los valles citados hay que sumar un total de 19 localidades y el monasterio de La Oliva como congozantes, es decir, como copartícipes en el goce o disfrute de determinados derechos, que son innominados y a perpetuidad, lo que define las características del pastoreo en estas tierras.

En tiempos pasados, en el Valle de Roncal los días anteriores a la salida estaban dedicados a los pastores. En el sermón de la misa del domingo el párroco hablaba de ellos y para ellos. Durante las noches había rondas y serenatas de despedidas con jotas. No escaseaban las grandes comidas y alguno abusaba de la bebida. Por último, el domingo anterior a salir de cabañera, los pastores se confesaban y comulgaban.

Las partidas eran tristes, porque los pastores dejaban a sus familias y no las volvían a ver en ocho meses, tal y como se recoge en la siguiente jota roncalesa:

De doce meses al año,
ocho pasamos ausentes;
ausentes de nuestra tierra
y de nuestras montañas pendientes.
Ya van las mozas a Francia,
los mozos a la Ribera,
ya nos quedamos solicos,
hasta la otra primavera.

Hoy son muchos los que bajan con sus familias, mujeres e hijos, que permanecen alojados en los pueblos colindantes a las Bardenas.

Los datos sobre las cifras de ganados que han utilizado los pastos de las Bardenas Reales[4] indican la importancia de este movimiento. Durante siglos la cabaña roncalesa ha oscilado entre las noventa mil y las cien mil ovejas, de las que la gran mayoría invernaba en la Ribera[5]. Su número ha ido en declive, si bien en los últimos años se advierte una cierta recuperación, asimilándose los datos actuales de entrada de ganados trashumantes roncaleses a los de mediados del pasado siglo. Los recuentos recientes señalan que bajan de los valles 14.000 ovejas roncalesas y 8.500 salacencas, que apenas representan una cuarta parte del ganado total. Hoy en día son los pueblos congozantes de la Ribera, en condiciones de trashumancia menor, los que introducen la mayor parte del ganado.

Antiguamente muchos de los rebaños montañeses trashumantes eran propiedad de familias adineradas que enviaban a pastores a sueldo a cuidar el ganado. Entre éstos existían distintas categorías: mayorales, rabadanes, zagales, burriqueros, etc. Por cada rebaño de 1.200 ovejas hacían falta siete hombres y circulaban hatajos de hasta 3.000 ovejas. Los rebaños actuales suelen ser propiedad de los propios pastores y hoy son raros los que llegan a las 1.000 cabezas. Los pastores bajan por parejas, de tal forma que uno se encarga de guiar el ganado por la cañada y otro de atenderlo.

En Otsagabia, según recuerdan los informantes, antaño los pastores contratados solían ser castellanos y aragoneses. Hoy en día la gran trashumancia es una actividad reservada a pastores veteranos que sobrepasan los 65 años y la mayoría llevan bajando a las Bardenas desde que tenían entre doce y catorce años. En Roncal se ha recogido el dato de que un único pastor soltero, que ronda los setenta años de edad, realiza en este momento (año 1999) la cañada completa a pie. Como quiera que la posibilidad de encontrar pastores jóvenes a sueldo es difícil, no es extraño que acompañen a los hatos de ovejas los hijos de los dueños, especialmente si son solteros.

Ir de cañada

Dos son las vías pecuarias que utilizan los pastores de estos valles pirenaicos, a saber: la Cañada Real de los Roncaleses y la Cañada Real de Murillo a Salazar.

Tradicionalmente las cañadas se han cubierto a pie, ayudados por un burro o caballería que transportaba la comida y vituallas y que acompañaba a los pastores durante toda su estancia en los pastos bardeneros. Ello hacía que se invirtiera más tiempo en los recorridos y que, según señalan los pastores bardeneros, las etapas fueran más cortas porque dichos medios de transporte retrasaban la marcha. Un informante de Otsagabia indica que antaño venía a tardarse el doble de tiempo que en la actualidad en hacer la cañada, unas 10 jornadas.

Hoy día esta costumbre casi se ha perdido, pues los pastores se acompañan de un vehículo que transporta lo necesario para el camino. El recorrido desde el valle de Roncal a las Bardenas se hace actualmente en 5 ó 6 etapas, según el punto de partida se sitúe en los pueblos de Isaba y Uztarroz, en la cabecera de la ruta, o en Burgui, en el arranque del valle y transitan por ella unas 20.000 ovejas. La segunda ruta es la de los pastores salacencos, cuyo trayecto cubren los rebaños en 4 ó 5 jornadas, dependiendo igualmente del punto de partida. Este camino es recorrido por unas 15.000 ovejas en su parte central, desde Lumbier a Cáseda, pues el tramo final, que transcurre por la Sierra de Ujué, se encuentra impracticable. Ya dicen los viejos pastores roncaleses que ahora el pastoreo y la cañada no se cuidan como en otras épocas. A través de las traviesas T-11, T-13 y T-16 se enlaza la cañada de los salacencos con la Cañada Real de los Roncaleses.

Las etapas que se realizaban varían de unos informantes a otros pero pueden resumirse en los siguientes hitos principales:

Para la Cañada Real de los Roncaleses el tramo inicial comprende desde el origen hasta Vidángoz o hasta Burgui; el segundo hasta Leyre o hasta Navascués; la tercera etapa llega a Sangüesa, al entorno del Onsella o hasta Leyre; la cuarta va hasta La Morea (afueras de Cáseda) o hasta Sangüesa; la quinta comprende la entrada en las Bardenas o la pernocta en Cáseda y la última contempla el acceso a las Bardenas por El Paso.

Para la Cañada de Murillo el Fruto a Salazar la primera etapa cubre desde el Orhi a Jaurrieta; la segunda finaliza en Oskoidi; el tercer tramo acaba en Lumbier y el cuarto en La Morea para culminar la quinta fase entrando en las Bardenas por El Paso.

No faltan los rebaños que bajan en camiones, aunque no son muchos por lo costoso del desplazamiento[6]. En cualquier caso, las ovejas que al salir se encuentran a punto de parir es preciso bajarlas en vehículos. Lo mismo ocurre con los corderos, pues si bajan andando pueden perder demasiado peso y no recuperarse.

Preparativos y orden de la marcha

Hacer la cañada también requiere unos requisitos legales. A la partida, el secretario del ayuntamiento expide una guía para que los ganaderos puedan sacar los hatajos fuera del valle. Se precisa asimismo certificado de vecindad del titular del ganado, certificado del veterinario y autorización de la Junta de las Bardenas Reales.

Los rebaños que han bajado de los pastos de montaña se preparan para la marcha. Antes de amanecer se recogen los animales y se busca a los que se han podido extraviar por el monte. Se cambian las esquilas habituales por grandes cencerros o trucos de bronce, ornamentados con chinchetas doradas, desplazándose a veces hasta Jaca para conseguir los más llamativos y solamente se los quitaban en señal de luto por el fallecimiento de un familiar. Los pastores de Roncal exhiben así el poderío de sus rebaños. Los machos cabríos denominados irascos, también chotos y castrones, en los valles de Roncal y Salazar, y cabezones en Urraúl Alto, que servían de guía, se adornaban también con banderolas. Estos animales antaño alcanzaban un número de entre 15 y 20 por rebaño, pero hoy día se ha limitado su presencia por los daños que provocan en la vegetación. El resto del rebaño conserva los cencerros que usan normalmente.

Colocando los cencerros a los chotos al inicio de la trashumancia a las Bardenas (N). Fuente: Etniker Navarra (Iagoba Manterola), Grupos Etniker Euskalerria.

Los preparativos para el camino eran bastante sencillos. Los burros se aparejaban con los espalderos o pellejos de oveja (dos para cada pastor), que se colocaban bajo el baste de madera o jalma. Sobre éste se cargaba la ropa, el caldero, los cuezos o vasijas de hojalata con asa para recoger el agua y la comida.

Al despuntar el día se iniciaba la marcha. El orden de ésta siempre ha sido el siguiente: delante van los irascos, que marcan el paso y arrastran al rebaño por la dirección que marca el pastor (antaño el mayoral), que les precede y desempeña la función de guía. Detrás van las cabras, después las ovejas y finalmente los burros o caballerías que llevan el companaje, es decir, la comida y las vituallas (la ropada), al cargo de los burriqueros, como les llamaban en Roncal. Todo el ganado va flanqueado por dos o más perros y otro u otros pastores. En otro tiempo, cuando existían los zagales, se situaban a la zaga, arreando a las ovejas para que no se despistase ninguna.

En otro tiempo, la tendida o paso de los ganados trashumantes por las localidades suscitaba entre los lugareños multitud de conversaciones y pareceres sobre el aspecto del ganado, tamaño del rebaño, calidad del pelaje, etc. Hoy en día esta curiosidad ha desaparecido y su paso más bien constituye una molestia. Los roncaleses guardan recuerdo de los problemas que los rebaños originaban a su paso por el núcleo urbano de Sangüesa, donde, por ser la fecha de la festividad patronal, coincidían con la salida del público de la plaza de toros de la localidad.

Incidencias y alimentación durante la cañada

Llueva o nieve, cuando los pastores han ido de cañada siempre han pernoctado a la intemperie junto al rebaño, para evitar que se dispersara durante la noche y poder espantar a los zorros que estaban al acecho de los corderos. Dormían en el suelo en una cama de saco y pieles de oveja. Ahora, a lo más se cobijan en una cabaña de las que jalonan la ruta o en una tienda de campaña. La excepción la hacían los roncaleses cuando pernoctaban en Sangüesa, parada importante de la cañada, donde solían dormir en una pensión. Por la noche aprovechaban para salir de juerga y gastar dinero, provocando no pocas disputas y alborotos. Actualmente no faltan en la furgoneta los sacos de dormir y las mantas.

Descanso en la cañada de los roncaleses. Fuente: Etniker Navarra (Iñaki San Miguel), Grupos Etniker Euskalerria.

Como los rebaños eran tan numerosos, tenían tendencia a juntarse y mezclarse. De hecho, estaba mal visto que un grupo se separara o tomara la delantera. También los pastores se solían juntar para comer y dormir. Por ello era necesario hacer frecuentes recuentos; a la hora de la comida se procedía a identificar a los animales y separarlos. Hoy día que el número de pastores por rebaño es menor también es preciso hacer frecuentes recuentos para comprobar si alguna cabeza se ha extraviado. En caso de que alguna oveja resulte herida durante el camino, se deja atada a una cabaña y se da aviso para que una furgoneta pase a recogerla.

El sustento tradicional de los pastores de cañada constaba de cabezones de pan seco y algo de sebo para hacer las migas. Para desayunar, agua y pan, y para comer y cenar, migas. Las comidas se hacían siempre en lugares fijados de antemano. El burriquero se adelantaba y para cuando llegaban ya estaba preparada, costumbre esta hoy desaparecida. Cuando no les transportan la comida en vehículo a puntos prefijados, los pastores llevan ellos mismos el alimento para todas las etapas. Éste se compone de algún plato previamente cocinado en casa (albóndigas, ajoarriero, carne guisada, etc.), o que sea fácil de preparar (migas) o bien alimentos que se conserven durante varios días (queso, fruta, vino...).

Uno de los puntos más peligrosos de la Cañada de los Roncaleses es la Sierra de Leyre. Antaño en ella se emboscaban leñadores y carboneros que pugnaban por robar alguna res. Por ello los pastores solían ir armados. Hoy día no existe este peligro, pero sí el del empinado y pedregoso descenso por la solana de la montaña. Se recuerda una especie de rito de iniciación para los zagales que hacían su primera trashumancia y que consistía en lo siguiente: en el tiempo en que el monasterio de Leyre estaba todavía en ruinas, antes de su restauración en el decenio de los cuarenta, se les obligaba a bajar con piedras desde lo alto de la sierra para contribuir a su reconstrucción.

Descanso de los pastores camino de las Barcenas (N). Fuente: Etniker Navarra (Iagoba Manterola), Grupos Etniker Euskalerria.

Al pasar Leyre, aparecen los primeros sembrados y los mojones de cañada menudean para dejar bien señalado por dónde pueden transitar los hatos de ovejas. A partir de aquí la tarea de los pastores se complica, pues los rebaños «deben guardar pan y vino», es decir, no pueden invadir sembrados y viñas y hay que estar al tanto del tráfico en el tramo de cañada que coincide con la carretera entre Yesa y Javier. De todas formas, en el rebaño solían llevar carneros capados, llamados mansos, para que guiaran el atajo de corderas y evitar en los posible que entraran en los campos de trigo y fueran ordenadamente por los caminos.

En el término de Carcastillo confluyen los rebaños procedentes de Roncal y Salazar que bajan de los Pirineos por la Cañada Real de los Roncaleses y la Cañada Real de Murillo el Fruto a Salazar respectivamente. El punto de mayor entrada de ganado en las Bardenas se registra en el lugar de El Paso por donde en el año 1990 entraron 12.000 cabezas. Poco antes de la llegada, la marcha se hace lenta para que los ganados no se junten. Incluso deben esperar parados a que se dé la orden de entrada.

Entrada y estancia en las Bardenas. El regreso

Cuando el primer rayo de sol despunta por oriente, hacia las 8 h de la mañana, el cabo de guardas de la Junta de las Bardenas lanza un disparo de escopeta al aire como señal de que los rebaños empiecen a pasar. Las ovejas deben ir marcadas para poder entrar. Según determinan las ordenanzas, cada res debe llevar tres marcas: una grande hecha con brea en el costado, otra grabada a fuego en el hocico y un corte en la oreja. Los guardas verifican el número de cabezas, si están enfermas, la procedencia y comprueban las guías[7].

Una vez que entran en las Bardenas, los ganados se van dispersando por las tierras. Cada cual se va a su corral y su majada. Existe un pacto tácito por el que cada rebaño tiene reservada su zona de pastos, costumbre que también ha sido practicada en otros muchos lugares de Vasconia según se ha recogido en nuestras encuestas. Ahora bien, es preciso dejar alguna señal de que el corral y los pastos que le corresponden están ocupados: se ponía a la vista un caldero y un pellejo de oveja o cualquier prenda de vestir vieja. De todas formas, los que van al S, a La Bardena Negra, todavía tardan más de dos días en llegar, siguiendo el discurrir de la cañada por tierras bardeneras. Bastantes más jornadas tenían que cubrir quienes continuaban a tierras aragonesas, a las localidades de Epila, Almunia o a los alrededores de Zaragoza, que tardaban hasta quince días.

Los informantes de Roncal anotan que a raíz de esta trashumancia algunos pastores se quedaron a vivir y se casaron en localidades de la Ribera Navarra o de Aragón y ahora realizan la itinerancia inversa desplazándose con su rebaño en primavera a los pastos de verano de Roncal y regresando al sur en otoño.

Antiguamente y desde 1596, a la entrada y salida de los ganados, los días 13 de noviembre y 26 de abril, se celebraban mestas en las que se juntaban todos los ganados que habían entrado para examinarlos y tomar juramento a los pastores[8]. Fueron abolidas en 1817-18 por las Cortes de Navarra. Seguidamente se organizaba una feria, a veces hasta de seis jornadas de duración, en la que se vendía ganado y había toda clase de comercio, al que acudían gentes de muchos lugares. Las ferias desaparecieron junto con las mestas, si bien ha quedado su recuerdo en la toponimia bajo la forma El Ferial. A mediados del siglo XX la confluencia en la entrada de los rebaños daba lugar a una pequeña feria en el lugar de El Paso. En la actualidad el día de la entrada los curiosos, vecinos y autoridades se agolpan para ver pasar los ganados. A continuación se celebra un almuerzo popular con degustación de productos de la tierra (chistorra, queso, etc.), ofrecido por la Junta de Bardenas.

Rebaños entrando en las Bardenas (N), 18 de septiembre de 1998. Fuente: Antxon Aguirre, Grupos Etniker Euskalerria.

A finales de la primavera, hacia el mes de junio, el regreso se hace mucho más rápido que la bajada, pues en dos jornadas se llega hasta Lumbier o Sangüesa. Por lo general se vuelve con más ganado del que se ha bajado, pues las ovejas han parido en la invernada. No obstante, la venta de corderos en los pueblos limítrofes de las Bardenas puede hacer que el número se nivele. A la vuelta los pastores tienen que ordeñar a diario las ovejas que han parido más tarde, que en Roncal denominan ternasqueras, para que no se les sequen las ubres. Como no se puede aprovechar, se la dan a los cañaderos o guardas de la cañada, de los que más adelante se tratará. Los pastores salacencos acostumbran a retornar el ganado en camiones[9].

La presencia de roncaleses y salacencos en las Bardenas, así como la actividad pastoril en general, han dejado una fuerte huella en la toponimia local[10]. A la primera se pueden atribuir topónimos como La Roncalesa, Punta de La Roncalesa, Camino de los Roncaleses, Fuente de la Roncalesa, etc.; en la segunda tienen su origen nombres como Las Barreras, El Cubilar, El Majadal, Las Contaderas, etc. Por otra parte, la trashumancia secular de pastores pirenaicos vascófonos explica la frecuente presencia de topónimos de raíz euskérica en la zona, tales como El Belcho, Landarregia, Landazuria, Monteartea, Piskerra, Txirimendia, etc.

Otros movimientos trashumantes en Navarra

En este apartado se incluyen los desplazamientos que llevan a cabo algunos rebaños en busca de las hierbas de las corralizas y demás pastos de arriendo. Los ganaderos tratan de aprovechar al máximo los pastos comunes en la localidad de origen, en las Bardenas o en la sierras de Urbasa y Andia, intentando reservar para las épocas más adversas del invierno los pastos arrendados en corralizas y huertas a precios altos, de los cuales pueden disponer sin competencia.

La principal vía de comunicación para estos movimientos era antaño la Cañada Real de Milagro a Aezkoa, que atravesaba Navarra de SW a NE. Por ella se marchaba a hacer corralizas a determinados pueblos de la Navarra Media. Esta cañada ha estado en uso hasta mediados de los años ochenta, pero al construirse las variantes y rondas de Pamplona quedó cortada a la altura de la cuenca, habiéndose convertido hoy día en paseo recreativo de algunas localidades como Urroz, Zolina, Beriain[11]...

Los informantes recuerdan la itinerancia desde Aoiz hacia Cirauqui y Oteiza de la Solana. Algunos pastores de Garde (Valle de Roncal) no trashumaban a las Bardenas, sino que llevaban directamente sus ganados a las hierbas de Viana y Mendavia. Los pastores de Urraúl Alto bajaban sus rebaños en invierno a Cáseda, Gallipienzo y Carcastillo. En Larraun todavía, haciendo el traslado en camiones, llevan las yeguas a pastar a las hierbas de monte bajo de Huesca y Zaragoza, en tierras de Aragón, y las traen a los pastos domésticos cuando se encuentran para parir.

La trashumancia de roncaleses y salacencos a veces no se limitaba a la bajada a los pastos bardeneros. Caro Baroja recoge la marcha de pastores roncaleses hasta tierras de Lérida a través de la ruta cabañera de Ansó[12]. En estos valles[13] era también costumbre que antes de entrar en las Bardenas los rebaños permaneciesen algún tiempo, al que llaman aborral, en pastos de zonas intermedias de la Sierra de Ujué que tiene características ecológicas intermedias entre el Pirineo navarro oriental y los secanos bardeneros, con objeto de que no resultara violento el cambio de clima y pastos.

Finalmente conviene señalar que hay también constancia de que en los años cincuenta algunos pastores del vecino territorio de Soria trashumaban en invierno con sus rebaños a Navarra para aprovechar los pastos que habían arrendado en los regadíos de la Ribera tudelana[14].

Movimientos trashumantes pirenaico-aquitanos

Comprende los desplazamientos de los rebaños de los Pirineos occidentales de Vasconia continental y de allende los Pirineos hacia los pastos de invierno de las zonas bajas.

El origen de estos movimientos es remoto. Existen noticias documentales que hablan de cómo los pastores vascos llevaban sus rebaños a invernar a las landas de Gascuña. Por su parte, en la Edad Media los monjes de Roncesvalles enviaban en invierno sus hatajos más allá del río Adour. Estos derechos de pastos fueron confirmados en 1233 y 1242. También está constatada en época medieval la costumbre de los roncaleses y salacencos de llevar sus ovejas en invierno hacia las landas de Burdeos[15]. En los albores del siglo XIX trashumaban los ganados ovinos y parte de los bovinos, a comienzos del s. XX practicaban esta gran trashumancia alrededor de 20.000 cabezas, y hoy día ha quedado muy reducida y restringida al ovino.

Las comarcas donde se practicaba esta itinerancia hacia 1930 se dividían en dos grupos[16]:

Grupo del Este: comprendía las localidades de Santa-Grazi y Larraiñe (Z). Se trataba de una trashumancia hacia el valle de Barétous y Oloron, «à la ribère» –decían utilizando la expresión bearnesa–, que practicaban sólo el mes de marzo en los años en que la primavera era más dura que de costumbre.

Grupo Central o de Cize-Labourd: abarcaba un grupo de trece localidades que trashumaban de una forma regular al valle del Gave d’Oloron a donde mandaban el excedente de ganado ovino que no podían alimentar en las granjas. Los mayores rebaños procedían de Bidarrai (BN) e Itsasu (L).

Su importancia no alcanza el nivel que presentan la trashumancia menor y transterminancia que se practica en la zona durante el verano. Esto se debe a que la influencia atlántica dulcifica el clima y no ha hecho tan obligado el éxodo como en la vertiente sur pirenaica. Por otra parte, la estabulación y la ext en sión de los pastos de heno ha ido restringiendo considerablemente la itinerancia. Tan sólo los pastores de las zonas más elevadas del Pirineo se ven forzados hoy en día a continuar esta trashumancia, al igual que les ocurre a sus vecinos del valle de Ossau.


 
  1. Esta trashumancia guarda más similitudes con la catalano-aragonesa que con la castellana.
  2. Julio CARO BAROJA. Etnografía histórica de Navarra. Tomo I. Pamplona, 1971, p. 268.
  3. El derecho del Valle de Roncal es concesión del rey Sancho García en fecha incierta (el 822 o el 860), a causa de la colaboración prestada al monarca en la lucha contra los musulmanes en las batallas de Ocharren y Olast. Fue confirmado en 1412 por Carlos III el Noble y en 1429 por los reyes D. Juan y Dña. Blanca. El del Valle de Salazar data de 1504 (aunque lo venían disfrutando al menos desde 1358) y les fue concedido por los reyes de Navarra D. Juan y Dña. Catalina en remuneración por los servicios de guerra prestados. No nos extenderemos sobre la controvertida antigüedad de los primeros derechos y sus circunstancias históricas. Puede consultarse una detallada relación bibliográfica en Martín M.ª RAZQUIN. El régimen jurídico-administrativo de las Bardenas Reales. Pamplona, 1990, pp. 61 y ss.
  4. Seguimos para ello la información de Alfredo FLORISTÁN. La Ribera tudelana de Navarra. Zaragoza, 1951, p. 206. Luis M. LAX. «Estudio del medio físico de las Bardenas Reales. El ganado ovino» in Estudio básico para el Plan de Ordenación de las Bardenas Reales. Inédito. Pamplona. Juan Cruz ALLI. La mancomunidad del Valle de Roncal. Pamplona, 1989, p. 27.

    año 1600 300.000 cabezas
    año 1707 200.000 cabezas
    año 1858 163.400 cabezas
    año 1985 131.342 cabezas
    año 1988 141.909 cabezas
    año 1989 163.713 cabezas
         (22.107 roncalesas)

  5. Otro dato histórico resalta esta vinculación: en el alarde de 1682 o alistamiento para defensa de la frontera, se censaron en Roncal 540 hombres de los que 260 se encontraban en las Bardenas.
  6. En Bidangoz mencionan el dato de que en 1999 ha venido a suponer 70.000 ptas. por transporte.
  7. En homenaje a esta trashumancia, en el lugar de El Paso se inauguró en el año 1992 una escultura de piedra que representa a un pastor con su perro, ataviado a la manera típica de principios del s. XX. A sus pies una placa señala: «Recordando la trashumancia Roncal-Salazar. La Ribera os saluda».
  8. Alfredo FLORISTÁN. «Juntas y mestas ganaderas en las Bardenas de Navarra» in Actas del Primer Congreso Internacional de estudios pirenaicos (San Sebastián, 1950). Tomo V. Zaragoza, 1952, pp. 115-116.
  9. A finales del siglo XX, según datos recabados de los informantes, el regreso hasta Otsagabia les suponía un gasto de 160.000 ptas. para 700 cabezas.
  10. GOBIERNO DE NAVARRA. «Bardenas Reales» in Nafarroako toponimia eta mapagintza. Toponimia y cartografía de Navarra XV. Pamplona, 1993.
  11. GOBIERNO DE NAVARRA Y NAFARROAKO ARDIBIDEEN LAGUNEN ELKARTEA/ASOCIACIÓN DE AMIGOS DE LAS CAÑADAS DE NAVARRA. Cañadas de Navarra. Los caminos más antiguos. Mapa general de las Cañadas de Navarra. Pamplona, 1994.
  12. CARO BAROJA, Etnografía histórica de Navarra, op. cit., pp. 370-371.
  13. Alfredo FLORISTÁN. Geografía de Navarra. Los Hombres–1. Pamplona, Diario de Navarra, 1995.
  14. Una de las más atípicas trashumancias, por su recorrido, extensión del trayecto y ganado afectado, era el de reses bravas de la Ribera navarra que se adentraba en territorio guipuzcoano y llegaba a pie a Deba y Elgoibar. Vide Carmelo URDANGARIN. Los últimos traslados a pie de ganado bravo navarro a Deba. Deba, 1996, pp. 17-34.
  15. Juan THALAMAS LABANDIBAR. «El colectivismo de los pastores vascos» in Yakintza, XVI (1935) p. 396.
  16. LEFÈBVRE, Les modes de vie dans les Pyrénées atlantiques orientales, op. cit., pp. 496 y ss.