Salario. Alimentación. Aguinaldos

De Atlas Etnográfico de Vasconia
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Entre las obligaciones que asumían los vecinos a la hora de contratar un pastor comunal destacaba la de cederle una vivienda para él y su familia. En el caso de tratarse de un hombre soltero, era muy frecuente que residiera en las casas de los vecinos de acuerdo con un sistema de turnos establecido en función del número de cabezas que cada uno aportara al rebaño.

Un modelo de la casa-tipo que se entregaba al pastor era la de Badaia (A). Construida en dos plantas, en la primera se ubicaba un portal grande, la cocina, una habitación y la cuadra, mientras que el piso superior estaba distribuido en tres habitaciones. En Ribera Alta y Abecia (A) se le cedía también una huerta.

En Larraun (N) el pastor era normalmente propietario de su rebaño; sin embargo, se recuerda que a principios del siglo XX existió un cuidador de cabras, auntzaia, en Arruitz, lugar de este municipio. En aquella época cada casa tenía ocho o diez cabras y él era el responsable de su cuidado. A cambio recibía la manutención diaria, consistente en la puska que cada etxekoandre le preparaba a modo de comida; también tenía derecho a la cena. Vivía en una pequeña casa adosada a la de uno de los propietarios, que se denominaba maxtarre, y el concejo le entregaba además una finca que araban los vecinos por renque, así como una huerta. Otra de las obligaciones del pueblo para con el pastor era cortarle la foguera y transportarla hasta su casa.

En Treviño (A) y en la mayoría de los pueblos de Urkabustaiz (A) el pastor no disponía de vivienda propia por lo que era costumbre que residiera en casa de los vecinos un día por cada dos cabezas de ganado, o un día por cada cuatro animales.

En Badaia una de las obligaciones del pastor veterano en la sierra era limpiar y arreglar la chabola de Askegi para la celebración de la Junta del 13 de junio, día de San Antonio. Cada miembro llevaba su propia comida pero, a cambio de este trabajo, la Junta pagaba el vino para todos los asistentes y el almuerzo del pastor. En las cláusulas del contrato de los pastores de renque de esta sierra estaba estipulado también que fueran enviados a las clases nocturnas por los propietarios de la casa en la que le correspondía pernoctar. Si se trataba de pastores casados, la asistencia a estas clases era voluntaria. El pastor tenía derecho a recibir un salario que corría a cargo de los vecinos del pueblo, cada uno de los cuales entregaba una determinada cantidad en función del número de reses que aportaba al rebaño.

En Sangüesa (N), en tiempos pasados, el dulero, el yeguacero y el cabrero recibían un salario del ayuntamiento, además de una cierta cantidad de cada vecino por res. También se les permitía viajar con ganado propio, lo que se conocía como «llevar horras». En Bigüezal (N), en las primeras décadas del siglo XX, los boyeros de ganado vacuno mayor cobraban 80 duros para dos, mientras que al responsable de vigilar las reses menores se le entregaban 36 duros al año y cuatro libras de pan por jornada de trabajo[1]. En la sierra de Codés (N) se ha recogido el dato de que, hacia el año treinta, un pastor de cabras ganaba al año en Mirafuentes 58 robos de trigo; el robo estaba por entonces a 6 pesetas. En Navascués (N) al cabrero concejil se le pagaba en metálico, un tercio el municipio y los otros dos los ganaderos a razón de una cuota por cabeza. El pastor tenía además derecho a llevar sus cabras en el rebaño de forma gratuita.

En Berganzo (A) se podía pagar en especie, metálico o en ambas cosas. Igual costumbre se ha constatado en Ribera Alta y Abecia (A), donde el pastor recibía trigo y dinero, o en Valdegovía (A) y Larraun (N), donde se le entregaban comida y monedas. En Araia (A) era costumbre hacer pagos en metálico, aunque, ocasionalmente, podía efectuarse con género, al contrario que en Valderejo (A).

En Moreda (A), el último que ha ejercido de pastor recuerda que, cuando se inició en el oficio, los propietarios de los rebaños «sacaban un ajuste» que consistía en un pequeño sueldo. Cobraba a razón de entre 6 y 8 duros al día, una fanega de caparrones, unas botas de tachuelas y 10 cántaras de vino para todo el año. Posteriormente, desaparecido el oficio de pastor del pueblo, sirvió a un particular que tenía 120 cabras. En 1982 le pagaba 6.000 pesetas al mes y le permitía llevar una veintena de cabras propias y algunas de otros vecinos a los que les cobraba 20 duros al mes por cabeza.

En esta localidad alavesa existió también un pastor de vacas de un único propietario que realizaba también otras tareas relacionadas con el cuidado de las viñas. En sus inicios, antes de la década de los cincuenta, cobraba 7 pesetas diarias. También tenía derecho a comida. Hubo algunos pastores que podían además llevar una veintena de cabras propias con el rebaño comunal. En Ribera Alta (A) también se podían aportar reses propias.

En muchos pueblos, el pago del salario se efectuaba en Año Nuevo, después de la celebración del concejo. La citada reunión servía también para que en algunas localidades como Abecia (A) se decidiera si se prorrogaba o no el contrato al pastor.

En Apellániz (A), el pago se realizaba por San Miguel, según rolde, es decir, listado; cada vecino debía abonar un celemín o medio, un robo o medio, o una fanega, según el ganado mayor que tuviera. En 1787, por ejemplo, al cabrero le pagaban un celemín de trigo por cabeza y año, excepto cabritos menores de un año; a principios del siglo XX hicieron la iguala en treinta fanegas por todo el año. En esta época acudían a recoger el trigo cuatro vecinos con caballería por renque, llevando el rolde para saber lo que tenían que cobrar de cada particular. Lo repartían a los pastores en el pórtico de la iglesia y si sobraba algo de grano lo aprovechaban, previa venta, para celebrar una merienda entre ellos. El grano que se entregaba a los interesados tenía fama de ser el de peor calidad; así se decía: Trigo sumidillo damos al pastor, / trigo sumidillo, lleno de tizón.

Además del sueldo, era costumbre entregar a los pastores algún dinero en metálico para la compra de abarcas, así como unas azumbres de vino al vaquero. En Apellániz el cabrero tenía también derecho a ordeñar 12 cabras, propiedad de otros tantos vecinos diferentes que, por turno, tenían la obligación de permitirlo, desde el doce de mayo al doce de octubre.

En determinadas localidades los pastores realizaban otras tareas, relacionadas o no con su oficio, para garantizar y complementar los ingresos de la economía familiar.

Así, se ha constatado que los pastores de algunos lugares empleaban una parte de su tiempo libre en cortar brezo, que en Treviño (A) llaman biércol, en el Valle de Carranza (B) berezo y en la sierra de Codés (N) berozo, para fabricar y vender escobas hechas con este material. En esta sierra también hacían mangos de hacha, de azadas… En Allo (N) ya se ha mencionado que el dulero y el boyero recogían ollagas (aulagas) para venderlas como combustible. En Pipaón (A), hasta los años sesenta, hacían carbón, cisco o leña que luego vendía la mujer del pastor en los pueblos de la Rioja. En las sierras de Badaia y Guibijo (A) recogían setas o perrechicos callanderos, denominados así porque se encuentran en setales conocidos por poca gente o callanderos, de cuya venta obtenían unos ingresos adicionales. En el valle de Lónguida (Aoiz-N) los pastores se encargaban también de la matanza de corderos y ovejas, si bien esta tarea se ha transferido en muchos casos a los carniceros.

En Treviño (A), cuando una vaca paría en el monte, el dueño de la res invitaba al pastor a cenar y le entregaba una paga extra de un duro.

Una de las obligaciones de los vecinos era preparar la comida del pastor cuando éste subía al monte, así como el desayuno y la cena en caso de que no dispusiera de casa propia y, por lo tanto, residiera con los vecinos.

En Abecia (A) el menú se limitaba a pan de otana, tortilla, tocino y un trozo de chorizo, mientras que en Apellániz (A) el ingrediente básico eran los chiquis o habas. En esta última localidad los cabrerizos metían un recipiente hecho de cuerno, con leche, entre la faja y el cuerpo y cuando estaba el líquido caliente vertían pan, para preparar sopas. El vecino de turno de Abecia le preparaba el desayuno y la comida, pero cenaba en la siguiente casa que correspondiera según el orden establecido. En Valderejo (A) la comida corría a cargo del pastor.

En Urraúl Alto (N) los pastores que permanecían durante buena parte del año (hasta San Miguel, 29 de septiembre) durmiendo en las chozas, recibían las provisiones cada tres o cuatro días e, incluso, una vez por semana. La alimentación básica consistía en huevos, tocino blanco o chula, migas, bacalao y sopa cana.

En Larraun (N), el propio cabrero, auntzaia, se encargaba la víspera de recordar en la casa donde le correspondiera recibir la manutención diaria o puska, diciendo al ama: «Biar emen naz, e!» (mañana me tendréis aquí).

En Abecia (A) era costumbre que el pastor, el día de Año Nuevo, recorriera las casas del pueblo y los vecinos le dieran una propina, dulces, un pastel... En Apellániz (A), y según recogen leyes de 1718, el concejo les convidaba a vino y alguna otana de pan por Pascuas de Navidad y Resurrección, Reyes, Carnestolendas y Jueves de Lardero. En esta fecha solían pedir por las casas legumbre, tocino, chorizo, etc., para luego repartírselo entre ellos. Este hecho generó en su día no pocos conflictos, lo que llevó al ayuntamiento a anunciar que sólo se permitiría a los pastores concejiles pedir bollos y torreznos por Pascuas y Lardero, siendo voluntaria su dádiva y no permitiéndoles que insultaran o hablaran de quienes decidieran no entregarles nada. Se les prohibió asimismo que llevaran merienda de torreznos o vino al monte y se les obligó a beberlo en el mismo día «no excediéndose».

Esta costumbre de que los pastores encargados del ganado concejil pidieran aguinaldos por las casas estuvo extendida y se ha constatado también en otras localidades alavesas como Lagrán y Quintana.


 
  1. José de CRUCHAGA Y PURROY. «Un estudio etnográfico de Romanzado y Urraúl Bajo» in CEEN, II (1970) p. 167.