Gritos y ruidos
En Valderejo (A) para capturar las caballerías se empleaba el procedimiento de conducirlas entre varias personas, que formaban un frente e iban corriendo y dando voces, hasta un lugar cerrado donde finalmente eran apresadas. También en Lezaun (N) se ha constatado que para capturar en el monte vacas o yeguas que fueran muy esquivas, se las metía en una borda o majada y se las atrapaba a la fuerza.
En Beasain (G), aunque han sido los menos, últimamente hay algunos que suben caballerías a pastar durante el verano a la Sierra de Aralar. Llegado el momento de reunirlas, se van acercando a ellas varios individuos desde diferentes puntos radiales, haciendo sonar una gran carraca que portan en la mano. Este ruido las ahuyenta y así consiguen reunirlas en el lugar elegido y bajarlas de la sierra.
En Sara (L), en la década de los cuarenta, cuando el dueño de un potoka trataba de retirarlo del monte, solía costarle a veces no poca labor, porque el animal, habituado a una vida casi salvaje, huía de toda persona que se le aproximara. Entonces entre varios hombres organizaban una verdadera caza de ojeo, procurando con gritos y gestos conducir al caballo hacia una cabaña de ovejas, ardiborda, de las que había varias en los montes, y obligarle a introducirse en ella. Allí, uno de los cazadores se le echaba a la crin y lograba derribarlo al suelo, entonces los demás le ataban con una cuerda la cabeza y el morro[1].
- ↑ José Miguel de BARANDIARAN. «Bosquejo etnográfico de Sara (II)» in AEF, XVIII (1961) p. 141.