Recogida del enjambre

De Atlas Etnográfico de Vasconia
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En este apartado detallamos varias prácticas encaminadas a capturar los enjambres que viven en estado silvestre o los que cada cierto tiempo marchan de los colmenares. Reflejan diferentes grados de evolución en la actividad apícola, desde la simple depredación o el aprovechamiento de lo que ofrece la naturaleza, hasta las labores que se realizan en el colmenar para sustituir las colonias muertas o incrementar su número o las modernas técnicas que permiten controlar las enjambrazones. Esta posible evolución no ha supuesto una sustitución en el tiempo de unas formas de trabajar por otras, bien al contrario, varias de ellas han coexistido.

Búsqueda de enjambres silvestres

En alguna población se ha constatado la existencia de una práctica que consiste en depredar las colonias silvestres que se encuentran alojadas en los árboles. Es posible que se trate de una reminiscencia de costumbres anteriores a la generalización del cultivo de las abejas.

En Lezaun (N) no era habitual capturar el en jambre que se localizaba en un árbol sino llevarse tan sólo la miel. Para protegerse se hacía fuego y no importaba demasiado si se quemaban o no las abejas ya que en cualquier caso se abandonaban a su suerte.

En Améscoa (N) si se encontraba una colonia de abejas en un árbol o en una peña, daban humo, arramplaban la miel y abandonaban los insectos.

La localización de enjambres silvestres alojados en los troncos de los árboles podía ocurrir por azar, pero algunos también conocían medios para averiguar su ubicación.

En Lezaun se iba a una fuente o balsa y se esperaba a que apareciesen abejas, ya que se decía que «después de beber» acudían derechas a su enjambre. Si volaban bajo era señal de que éste estaba cerca, mientras que si remontaban el vuelo se hallaba lejos. Se veía la dirección que tomaba la abeja y se seguía con la vista hasta que se perdía. Se iba hasta ese punto y se esperaba a que pasase otra y así sucesivamente hasta dar con el panal. Pero eran pocos quienes hacían esto, lo normal era encontrarlo por casualidad.

En Apodaca (A) para localizar un enjambre en un árbol o una peña, se vigilan las fuentes y los charcos del monte durante los meses de agosto y septiembre fijándose dónde maman las abejas. Una vez se localiza uno de estos lugares observan la dirección que llevan, casi siempre en línea recta. Si además alzan mucho el vuelo es que la colonia se halla lejana. Siguiendo la dirección que toman se comienza a mirar en todos los tocornos o robles viejos. A veces son necesarios varios días para localizarlas.

En Urkabustaiz (A) también dicen que el mejor método para descubrir un enjambre silvestre consiste en observar a las abejas que están manando en una fuente y seguirlas en su camino hasta descubrir el árbol en el que se alojan.

En Vasconia continental se vigilaban igualmente los lugares donde bebían. Se observaban sus movimientos y así se averiguaba su ubicación.

Recogida de enjambres silvestres

Cuando se encuentran enjambres de abejas en troncos huecos o en oquedades de la roca lo normal ha sido proceder a su extracción a fin de trasladar esas colonias al colmenar. En función de la época en la que se llevaba a cabo esta labor se extraían sólo las abejas, cuando se realizaba en la primavera o el verano, o también se aprovechaba la miel, si es que ya era otoño.

En Carranza (B) antaño tan pronto se localizaba un enjambre que viviese en el interior de un tronco hueco se procedía a recogerlo, independientemente de la época del año. Normalmente se divisaban en verano. El informante de esta práctica recuerda que en la mayoría de las ocasiones estas colmenas no sobrevivían. Sólo con el transcurso de los años y el cúmulo de experiencia y conocimientos se percató de que al extraer los panales tan tempranamente se les mataba la cría; por esa razón, a partir de entonces, cuando localizaba un enjambre silvestre demoraba su captura hasta octubre. Para ello abría con el hacha un hueco y extraía los panales, de los que recogía la miel. Introducía la colonia de abejas en un cepo vacío pero que contuviese panales de cera y después la alimentaba con los desperdicios que quedaban de extraer la miel.

Capturando un enjambre. Fuente: Erleak. N.º 13. Bilbao, Asociación de apicultores de Vizcaya, 1991: Pedro Sáiz.

En Treviño (A) cuando se localiza una colonia que vive dentro de un tronco, con un hacha se hace un agujero mayor y por él se le extrae la obra. Después, con la ayuda de humo, se intenta hacer entrar a las abejas en la recogedera.

En Urkabustaiz (A) se practica una abertura mayor en el árbol a fin de poder sacar el enjambre. Se hace humo con el fuelle, utilizando para ello moñigas. Ahuyentadas las abejas, salen de su habitáculo y entran en el cerán, un cesto de mimbre alargado, de sección redonda y más estrecho en la parte superior. En Unza recuerdan que utilizaban para ello el cuévano, también de mimbre, y que como muchas veces tenía el culo roto tenían que cubrírselo con una tela. A continuación la colonia se lleva a una colmena y se recoge la miel. Los informantes recalcan la importancia de lograr que la reina entre en el cerán, porque de no conseguirlo el resto del enjambre seguirá sus pasos.

En Agurain (A) el enjambre que se encuentra en un árbol, en el hueco de una peña o en las grietas de una pared se recoge en un escriño de paja o en un cajón de madera que llaman por ello cogedera. Primeramente se echa humo con el fuelle de chapa en el que se ha introducido paja o moñiga bien seca para producirlo. Una vez que las abejas se han concentrado se recogen y colocan en la cogedera; si entre éstas se encuentra la reina, se continúa dando humo a las que quedan en su ubicación primitiva hasta que la abandonan y se agrupan junto a ella.

En Valderejo (A) el enjambre se extraía con la ayuda de una cuarteleja. Se trataba de una caja de madera de forma alargada en cuyo interior se introducía una rama. Se colocaba su boca a la entrada del hueco donde estaba alojado el enjambre. A continuación se aplicaba humo sobre las abejas y éstas abandonaban el lugar en que estaban alojadas y pasaban a la rama de la cuarteleja. También se utilizaba un cesto: en él se introducía previamente la rama para que se pudiesen posar. La boca de éste estaba provista de una tela de saco para taparlo cuando se había concluido el trabajo. Para realizar estas operaciones se iba protegido con una careta y guantes, y se empleaba un puchero de barro en el que se depositaban ascuas encendidas y boñiga seca de vaca; para producir el humo se debía soplar sobre él. También se utilizaba un fuelle en el que el humo se generaba con los mismos materiales; este artilugio resultaba más cómodo. El momento más apropiado para realizar estos trabajos era el amanecer, ya que las abejas se encontraban menos activas.

En Apodaca (A) cuando se pretende llevar la enjambre localizada en el interior de un árbol a la colmenera de casa, se saca de mayo a julio. Se debe elegir un día adecuado para esta labor, que haga bueno para que las abejas se dediquen a su trabajo y no alboroten demasiado. Los días de bochorno son malos. El utillaje necesario consiste en hacha, sierra, cubo, cogedera, cuezo, fuelle, rasqueta, careta, mono, guantes, agujas de coser, sacos y liza. Al llegar junto al árbol se hacen los preparativos, con unas muñigas muy secas o con trapos se produce humo en el fuelle. Si la enjambre está muy alta se prepara una escalera. También se efectúa un reconocimiento de las entradas. Con el hacha se propinan unos golpes en la parte hueca para que las abejas se atiborren de miel y de este modo piquen menos. A continuación se les da humo. Seguidamente se practican varios cortes con la sierra y se abre un hueco con el hacha. Utilizando la espátula se despegan los panales del tronco, se cogen con la mano y se depositan en el cubo. Luego, la otra persona que ayuda los va cosiendo a los bastidores. Hay que procurar introducir la reina y los panales que tengan cría. Una vez que se han recogido los panales buenos, con una cogedera se mete la gente, las abejas, en el cuezo. Después se le pone la tapa y así se deja todo el día para que entre el resto del enjambre. A los dos días, antes de amanecer, se le clava la piquera y se transporta en unas angarillas o en un carro. Si esta operación se realiza de agosto a septiembre además se cata y se recoge la miel.

En Hondarribia (G) cuando se encuentra una colonia de abejas en el interior de un árbol se pone a su lado una colmena vacía y se trasladan a ella todos los panales, con cuidado de que también vaya la reina. Se les deja un tiempo para que se calmen y, al anochecer, cuando todas se hallan en el interior, se llevan a su ubicación definitiva.

Captura de enjambres propios. La cogedera

Como ya se ha recogido en el apartado anterior, una preocupación del aficionado a las abejas era la de evitar que huyesen los enjambres que durante el periodo primaveral o estival producían sus colmenas, lo que suponía un empobrecimiento del colmenar. Una vez que el enjambre recién salido se posaba en la rama de un árbol o en otro lugar, bien de forma espontánea o tras poner en práctica las técnicas explicadas antes, se procuraba capturarlo para devolverlo al colmenar. Para llevar a cabo esta operación fue habitual emplear un artilugio que permitía transportar las abejas cómodamente y que en la mayoría de las localidades recibía el nombre de cogedera.

En Carranza (B) en la temporada de las enjambrazones el apicultor perseguía cada enjambre o ensambre que escapaba hasta que se posaba en la rama de un árbol, entonces procedía a recogerlo. Para capturar un enjambre de una rama se esperaba un tiempo a que sentase ya que si se trataba de cogerlo tan pronto como se posara se volvía a volar. Se aserraba la rama y se llevaba hasta un cepo nuevo o uno muerto, esto es, vacío a causa de la desaparición de la colonia que lo habitaba. Se tumbaba la colmena dejándola inclinada en vez de horizontal y se depositaba la rama con las abejas junto a su base. Si no se introducían ellas solas se les daba un poco de humo. Se podía llevar el cepo hasta las proximidades del árbol en que se hubiese posado la colonia, pero era más sencillo acercar la rama con el enjambre hasta el colmenar ya que los cepos solían ser demasiado pesados para cargar con ellos.

En el barrio carranzano de Pando cuando se encontraba un enjambre en el monte se volvía a casa a recoger un cajón que se tenía preparado para su transporte y se regresaba al punto donde se hubiesen avistado las abejas. Este estrecho cajón era una especie de cepo de dimensiones reducidas para que fuese más fácil cargar con él. Estaba hecho con cuatro tablas y tenía una de las cabezas cerrada con una tapa y la otra con una tela metálica fina para que una vez dentro las abejas pudiesen respirar. También se han utilizado otros recipientes como pucheros grandes cuya boca se cubría con un saco, recipientes de hojalata a los que se les abría uno de los extremos para introducir las abejas y que luego se tapaban con tela de saco y cuerda, o sencillamente cestos. Todos ellos debían ser ligeros para poder acarrearlos con comodidad.

En Abanto y Zierbena (B) para recoger un enjambre se sierra la quima o rama de la que cuelga y se sacude junto a la boca de la colmena, que se ha colocado tumbada en el suelo tras tapar los agujeros de salida. Una vez entra la reina lo hace el resto del enjambre. Por la noche se traslada a su ubicación definitiva y se destapan los agujeros de la piquera. En estas dos poblaciones prefieren recoger el enjambre al atardecer, cuando decrece la intensidad del sol. La colmena se unta con vino y azúcar o con menta de burro.

En Zamudio (B) para coger un enjambre de un árbol se llena la boca con agua muy azucarada y se escupe sobre las abejas, mojándolas bien. Al anochecer se recogen y se introducen en una colmena bien tapada.

En Urduliz (B) esperaban a que se apelotonase el enjambre que había escapado y al anochecer procedían a recogerlo; lo metían en una caja, en un saco, o directamente llevaban la colmena y lo introducían en ella con la ayuda de algún cartón o papel.

En Abadiano (B) cuando llegaba la noche se cortaba la rama donde se había posado el enjambre y se transportaba con él a cuestas.

En Ezkio (G) cuando el enjambre se detiene en una rama se introduce en un saco. Para ello se colocan dos palos en su boca a fin de que permanezca abierta y se agita la rama para que las abejas caigan en su interior. También se puede capturar utilizando una caja adecuada para ello, con forma cuadrada como la colmena. Este último método suele dar mejores resultados ya que las abejas entran por su cuenta.

En Beasain (G) el enjambre que se halla colgando de un árbol o roca se recoge con un recipiente llamado erlaukoa, de forma cilíndrica y fabricado con la corteza de un cerezo de buen diámetro cuya parte inferior se cierra con una red metálica fina. Se coloca esta especie de cubo bajo el enjambre y se meten las abejas en él con la ayuda de un palo. Si se consigue introducir la reina se podrá llevar el enjambre a una colmena de casa; si no, toda la colonia escapará tras ella.

En Getaria (G) si el enjambre se posa en un árbol el que va a capturarlo se acerca protegido con erle-saria y con una sartén, paela, en la que produce humo. No tiene más que recogerlo con un cazo, burruntzalia, e introducirlo en la colmena, ehuntza.

En Hondarribia (G) cuando se encuentra en una rama un enjambre, erlekumea, se le aturde con humo, se corta la rama y se introduce en una caja. Se tapa ésta y ya en el caserío se traslada a una colmena vacía.

En Vasconia continental para recoger el enjambre que queda colgado de un árbol se le acerca una colmena y se hace caer en su interior. Las personas que están acostumbradas a realizar esta labor no se visten con ninguna protección especial.

En Ayala (A) si se encontraba un enjambre se regresaba a casa a por una caja de madera para recogerlo. Se introducía en ella cortando la rama en la que estaba posado o recogiéndolo en un cazo si se había introducido en el interior de un árbol. Después de un par de días se liberaba dentro del cuezo para que quedase allí.

En Urkabustaiz (A) se introducen poco a poco las abejas con la mano en el cerán o cuévano. Para coger un enjambre colgado de un frutal el mejor procedimiento consiste en dar un golpe seco al árbol.

En Zuya (A) esperaban al anochecer a fin de que se reuniesen todas las abejas. Se introducían después en un cesto de mimbre de gran tamaño y forma oval llamado cogedera.

En Apodaca (A) cuando el enjambre que sale se posa en un árbol se le pone encima un saco para que no le dé el sol, de lo contrario se marcha. Se captura con una cogedera de mimbre o de madera con tapa metálica agujereada. Cuando todas las abejas están en su interior se cierra. A la cogedera de madera se le posa la tapa y a continuación se pesa para saber a qué vaso se echan las abejas. Hay que procurar que al introducir el enjambre en el cuezo entre la reina, porque de lo contrario se salen todas.

En Valdegovía (A) se utiliza un dujo o comenil. Se coloca cerca de la enjambre, se echa un poco de humo y se espera a que entre en él. Después se pasa a la colmena.

En Ribera Alta (A) una vez localizado el enjambre se preparaba humo y un colmenillo. Se dirigía el humo a la parte inferior del enjambre y colocando el colmenillo en la superior se conseguía que las abejas se introdujesen en él. Después se trasladaban a una colmena.

En Berganzo (A) para recoger un enjambre que se halla en un árbol o en una peña se le echa humo para que las abejas no piquen y después se mete en un cesto hecho para este fin conocido como cogedera. En Bajauri, Obécuri y Urturi (A) obraban de igual modo y el recipiente recibía idéntica designación.

En Pipaón (A) con la mano se escurre el enjambre al cuezo y una vez en él se tapa con un saco. Si está en un árbol se corta la rama de modo que caiga en la cogedera, también se sacude la rama y si cae la reina entran las restantes abejas.

En Bernedo (A) se empleaba un recipiente llamado cogedera construido con paja de centeno y corteza de zarza, que le daba mucha resistencia. La forma era ovalada, con base y boca estrechas. Para introducirlo en la cogedera le daban humo con un fuelle, en cuyo interior se quemaba un trozo de saco o una moñiga seca. Con esta cogedera se llevaba a un cuezo vacío en el que previamente se había puesto miel para que no se marchara.

En Moreda (A) a los enjambres ambulantes se les denomina bolas o uvas de abejas. Por regla general se suelen posar en los árboles, frecuentemente en los brazos de los viejos olivos. Cuando ocurre esto, el que persigue la bola se viste con un traje adecuado que le cubra perfectamente y procede a recogerlo. El momento propicio para ello es el atardecer. Se sirve de una cesta de mimbre alargada que coloca debajo de las abejas. En caso de que logre introducir la reina, el resto de la colonia también entra en ella. A la mañana siguiente se tapa con un saco y se lleva a una colmena.

Recogiendo un enjambre de un olivo. Moreda (A), 1983. Fuente: José Ángel Chasco, Grupos Etniker Euskalerria.

En Arraioz (N) cuando se descubre un enjambre, el apicultor utiliza para recogerlo un cajón que ha frotado previamente con menta y en el que ha puesto dos o tres cucharadas de miel. Lo coloca debajo del enjambre y, atraídas por la miel, las abejas van penetrando en él. Una vez que lo han hecho algunas se golpean suavemente para que terminen de entrar todas. «Si a la abeja reina le gusta el sitio –cuenta el informante– las demás andarán unos diez minutos alrededor del cajón y finalmente entrarán todas en procesión». Una señal de que la operación dará buen resultado es cuando las abejas «se quedan quietas con el culo para arriba, frotando continuamente las alas, esto significa que se llaman unas a otras y todas van entrando». Cuando se hallan en el interior se tapa la piquera y se lleva a un lugar apropiado. Esta operación se realiza de mayo a julio.

En Ultzama y en Eugi (N) cuando una colmena se quedaba vacía se limpiaba bien y se frotaba el interior con un puñado de menta. Para recoger un racimo de abejas había que acercarse con mucho cuidado, se ponía la colmena boca arriba y se introducía el racimo en ella; luego se propinaba un golpe suave al enjambre para que cayese en su interior e inmediatamente se cerraba y se llevaba a su ubicación definitiva.

En Izurdiaga (N) una vez se ha posado el enjambre se hace fuego junto a él, a la vez se hace sonar un cencerro y se coloca un saco debajo o se le echa encima; se dice que así las abejas creen que hay tormenta y caen dentro.

En Lezaun (N) a la bola que forman las abejas al posarse se le llama uva. Se recogen con un saco ya que en estas circunstancias no pican. Hay que tener cuidado de capturar a la reina, pues de lo contrario huirán todas del cajón donde se pongan sin ella. Cuando se tiene un cajón vacío, se le pone a modo de cebo un poco de incienso para que de este modo entre más fácilmente un enjambre.

En Sangüesa (N) se colocaba debajo de la rama un saco de esparto, un cesto o una caja de madera y se sacudía para que cayesen los insectos. Si se podía, se cortaba. En cualquier caso siempre había que capturar a la reina. Otro procedimiento consistía en atraparla directamente e introducirla en una colmena vacía o en una caja, el resto del enjambre la seguía. Esta operación era mejor hacerla «a la fresca», esto es, al amanecer o al atardecer.

Como se ha podido observar en las anteriores descripciones las técnicas para capturar los enjambres han presentado algunas variaciones. Ahora se recogen las que podríamos considerar como más pasivas, ya que prácticamente se deja a elección de las abejas que se introduzcan o no en la colmena que se coloca en sus cercanías.

En Liginaga (Z) si el enjambre se detenía en algún árbol o arbusto, se colocaba al pie de éste una colmena provista de una cruz de cera bendita por dentro y cuyas paredes interiores hubiesen sido frotadas previamente con la planta llamada precisamente erle-belharra, tomillo.

En Carranza (B) antiguamente, algunos untaban con menta el interior de un cepo y después lo colocaban en las proximidades del enjambre para que el olor de esta hierba aromática las atrajese y se introdujeran en él.

En Larraun (N) solían poner un cajón cerca del árbol, pero consideran que las abejas son tan caprichosas que si no les gustaba se iban a otro lado.

Ha sido habitual que en los colmenares haya colmenas vacías que durante la temporada de las enjambrazones se llenen con nuevas colonias que proceden de otras del propio colmenar o de uno vecino. Conviene tener en cuenta que en las áreas con tradición apícola es normal que se emplacen varios colmenares, lo que supone un continuo trasiego de colonias entre unos y otros.

En Beasain (G) solían tener una colmena vacía consistente en un tronco ahuecado colocado en una de las fachadas, en el hueco triangular bajo el vértice del tejado y el desván superior, para que entrasen en ella los nuevos enjambres. Después los pasaban de aquí a otra más adecuada.

En Hondarribia (G) existe la costumbre entre los apicultores de poner colmenas de reclamo en sitios apropiados con el fin de que si pasan enjambres por allí se introduzcan en ellas.

En Izal (N) para conseguir enjambres suelen colocar en el monte durante la primavera cajas vacías para que entren.

Algunos trataban de facilitar la llegada de nuevos enjambres impregnando el interior de las colmenas vacías con plantas aromáticas, a menudo la menta, y más recientemente con productos que se adquieren en el mercado.

En Vasconia continental para recoger un enjambre o para retenerlo se frota la colmena con hierbabuena. Recientemente se aplica una pasta llamada capte essaim. Pero este método no se considera muy correcto ya que los enjambres huelen de lejos este producto y algunas veces se vacían colmenas vecinas, sobre todo aquéllas en las que se han instalado los enjambres recientemente.

En Apodaca (A) cerca del colmenar se ponen vasos vacíos preparados con cera e impregnados con un producto llamado cazaenjambres.

Separación y unión de enjambres

Cuando se procedía a recoger un enjambre podía ocurrir que fuese de un tamaño muy superior al normal. Algunos pensaban antaño que se trataba sencillamente de colonias formadas por un elevado número de individuos. Pero también ha habido apicultores que han aprendido o se han percatado de que esto se debía a que se habían agrupado dos o más enjambres.

En Carranza (B) dice un informante que, cuando abandonan el colmenar varios enjambres, a veces se reúnen, por lo que parecen uno solo pero de gran tamaño. Su padre, ante esta situación, optaba como todos los aficionados de su época por introducir este enjambre en el cepo más grande que tuviese y la mayoría de las veces no conseguía obtener nada de miel. En cambio, él ha aprendido a separar las diferentes colonias que lo componen y a introducir cada una en su cepo correspondiente; para separarlas localiza previamente las diferentes reinas.

También puede ocurrir la situación inversa, que los enjambres tengan tan pocos efectivos que el aficionado tema que sean inviables. En estos casos algunos han procedido a reunir al menos dos de ellos. Para lograr este fin han tenido que idear métodos que enmascaren el olor de cada una de las colonias y de este modo evitar la lucha que se desencadenaría entre las abejas de diferente procedencia.

En Carranza, en ocasiones, se solían juntar dos enjambres a la vez; para ello, cortadas las quimas o ramas donde se habían posado las abejas, se agrupaban y se sacudían, dejándolas caer al interior del cepo, insuflándoles un poco de humo para que se mezclasen. También se solían juntar dos enjambres capturados en diferentes días. En este caso, para que las abejas no se matasen había que conseguir que tuviesen el mismo olor. Así, el enjambre que ya estaba en el cepo se rociaba con aguamiel y después se introducía el otro, que también se salpicaba con este líquido, a la vez que se les daba humo para ayudarles a mezclarse.

En Apellániz (A) si se ponían dos enjambres distintos en un solo vaso, para que no se acometiesen las abejas se les rociaba con vino, de este modo no se distinguían por el olor.

En Apodaca (A) cuando los enjambres son pequeños se juntan dos si han salido el mismo día. Para que tengan el mismo olor echan al cuezo o a las cogederas un producto oloroso de aguamiel que actualmente compran.

Hoy en día se ha modificado considerablemente el tratamiento de las enjambrazones. Es bien cierto que se siguen aprovechando las colonias que se encuentran o que escapan de las propias colmenas, pero además se han difundido técnicas que evitan que de las colmenas huyan nuevas colonias, se conocen procedimientos para multiplicar las colmenas de un modo controlado, se pueden sustituir las reinas viejas por otras criadas artificialmente, etc.