La cera

De Atlas Etnográfico de Vasconia
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El principal destino de la cera en tiempos pasados fue el de la fabricación de velas, que se destinaban prioritariamente al uso ritual más que doméstico.

En Carranza (B) uno de los principales aprovechamientos de la cera una vez purificada era la fabricación doméstica de velas. Para ello se comenzaba preparando el pábilo: se cortaba una tira alargada de tela de felpa y se introducía en una taza en la que previamente se había derretido cera hasta dejarla muy líquida. Una vez se había impregnado de ella se sacaba y antes de que se enfriase, tomando el pábilo por un extremo con los dedos de una mano se hacía pasar a través del índice y del pulgar de la otra, que se mantenían curvados de modo que dejasen un pequeño orificio central. Se conseguía así que la cera que recubría la tira de felpa adquiriese una forma más o menos cilíndrica y que el pábilo quedase recto. La cera con la que se hacía el cuerpo de la vela se calentaba aproximándola al fuego y se amasaba con las manos hasta conseguir que se ablandase. Entonces se aplastaba sobre la mesa o sobre una tabla hasta conferirle la forma de un rectángulo alargado. Se colocaba el pábilo en el centro, se doblaba la cera en torno a éste y frotando con ambas manos se hacía que girase sobre la mesa hasta darle forma cilíndrica. Cuanta mayor fuese la longitud de la vela mayor debía ser su grosor. Estas velas se llevaban a la sepultura de la iglesia. Las que se guardaban en casa se utilizaban cuando había un enfermo en cama o una persona delicada que tenía dificultades para respirar porque la cera al quemarse desprendía un olor agradable a diferencia de los candiles. La cera para estas velas se trataba de purificar lo más posible, especialmente en el caso de que estuviesen destinadas a arder en la iglesia.

En Bernedo (A) también hacían velas para las sepulturas y para alumbrar en casa en los tiempos en que no había electricidad. En Berganzo (A) utilizaban de pábilo un algodón alargado. La cera se calentaba y se enroscaba a su alrededor estando aún caliente. En Moreda (A) empleaban mechas de algodón y la cera la calentaban previamente sobre la chapa.

En Urkabustaiz (A) fabricaban en casa velas y cirios. Con dos hilos se confeccionaba el pábilo y sobre éste se iba dando vueltas a la cera con ambas manos. Se empleaban a menudo en las sepulturas. En Valderejo (A) las velas caseras eran usadas tanto en la casa como en la iglesia. Desprendían un olor muy agradable y su duración era superior a las fabricadas por métodos industriales. En Bajauri, Obécuri y Urturi (A) se ponían en las sepulturas de la iglesia. Calentaban un trozo de cera en agua templada y la colocaban rodeando el pabil o mecha, y con una tabla le daban forma.

En Eugi (N) elaboraban cerilla y velas. Para fabricar estas últimas en las casas tenían unos tubos muy pulidos por su cara interna; se introducía en su interior una cuerdita y después la cera derretida. Cuando se enfriaba se sacaba y ya estaba lista la vela.

En Vasconia continental en algunos pueblos había mujeres que hacían cera estirada, ezkoa, para la iglesia. Dependiendo de los lugares había cerillas redondas y de forma cuadrada. Generalmente eran redondas pero en algunos pueblos (Irisarri, Iholdi, Isturitze, Lekorne, Lekuine) las había de cuatro cantos, mayores que las anteriores. Estas últimas las solían llevar los grandes hacendados y adinerados. La cera también se ponía en unos cestos.

En Sara (L) se hacían velillas destinadas principalmente a alumbrar en el jarleku de la iglesia en honor de los antepasados de la casa. Otro de los usos habituales de la cera casera era el abrillantamiento de los suelos de madera de la casa.

En Carranza (B) los panales de cera se em pleaban para abrillantar el suelo y los muebles. Se fragmentaban en trozos pequeños con los que se frotaba la tabla después de haberla arenao o fregado. A continuación se restregaba enérgicamente una bayeta con el pie hasta obtener el brillo deseado. También se aplicaba a los muebles por un procedimiento similar. En Abanto y Zierbena (B) se ha empleado para proteger y embellecer muebles de madera.

En Bernedo (A) se utilizaba para encerar la tarima de casa y de la iglesia. En Urduliz (B) y Urkabustaiz (A), igualmente para encerar la madera de los suelos. En Ribera Alta (A) para este uso se mezclaba la cera con aguarrás.

En Vasconia continental se empleaba de tres maneras distintas. En el extremo de un palo entre dos maderas se ponía un trozo y de esta manera se enceraba el suelo sin tener que inclinarse. También se utilizaba la cera derretida, para ello se calentaba un hierro que se aplicaba sobre ésta. Se hacía además encáustico, ankoztika, añadiendo esencia de trementina a unos pedazos finos de cera.

Además de las utilidades descritas se ha destinado a otros usos, como los que se recogen a continuación.

En Carranza algunos la empleaban para abrillantar los zapatos, en este caso era necesario derretirla previamente y con un trapo aplicarla poco a poco. Después se frotaba hasta sacar brillo. Se utilizaba asimismo para preparar el reserón o hilo empleado para coser los zapatos de cordobán, material o cuero. Se necesitaba para ello hilobala que se pasaba repetidamente a través de una bola de cera que se sujetaba con la mano. También se empleaba para taponar los agujeritos de los recipientes con los que se iba a por agua a la fuente, obviamente no para los que se acercaban al fuego. Derritiéndola previamente fue utilizada por algunos para arreglar las grietas de las barricas en las que se fermentaba la sidra. Se empleaba además para taponar los agujeros y grietas de la madera, incluidos los de los mangos de las herramientas. Se les daba a los niños para que jugaran con ella moldeando figuras de igual modo a como luego se utilizó la plastilina.

En Moreda (A) a partir de cera y aceite fabricaban un producto que llamaban cerato. Lo obtenían mezclando ambos componentes en una sartén a fuego lento hasta que tomase una tonalidad clara; si quedaba demasiado duro se le añadía más aceite. Lo utilizaban los labradores para frotarse las manos a la hora de tomar el azadón para cavar en viñas y olivares. En Abanto y Zierbena se ha empleado para realizar injertos en árboles.

En algunas localidades había aficionados a la apicultura que tenían por costumbre vender la cera para obtener un pequeño beneficio económico (Ribera Alta, Urkabustaiz, Valderejo-A).

En Carranza algunos la vendían a personas que se dedicaban a comprarla por las puertas y que por ello recibían el nombre de cereros o ceroneros. Los ceroneros que pasaban por el barrio de la Calera llegaban con caballos o machos bien aparejados. Conocían las casas que tenían colmenares por lo que año tras año efectuaban el mismo recorrido. No adquirían cera purificada sino a granel, esto es, los cerotes que quedaban tras extraer la miel a mano o las tástanas que se habían recogido vacías. Pasaban siempre a finales de octubre, antes de Todos los Santos, ya que además de comprar cera vendían velas con las que alumbrar las sepulturas de la iglesia con motivo de esta festividad. La visita de los ceroneros condicionaba el periodo de cata de las colmenas ya que debía ser previo a su aparición.

En Apodaca (A) actualmente los apicultores envían la cera a una casa para que les fabrique panales, esto es, cera estampada.