Obsequios y donativos

De Atlas Etnográfico de Vasconia
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En Gorbea (B) obsequiaban con un queso a los frailes que iban de txabola en txabola bendiciendo el rebaño. También al propietario del terreno en el que estaba ubicada la txabola le obsequiaba el pastor con un queso.

En la Sierra de Zaraia (G), de forma particular, ofrendaba un pastor cada año un cordero a Nuestra Señora de Arantzazu en acción de gracias[1].

En Valcarlos (N) a finales de los setenta los pastores tenían la costumbre de entregar un cordero al párroco; lo hacían por primavera y luego éste les invitaba a una comida, axuri-bazkaria.

En Apellániz (A) era común dar limosnas a las religiosas del Convento de Barria por la bendición de la gente y del ganado en aquel monasterio.

En el Aralar guipuzcoano no se recuerda que en las primeras décadas de este siglo se bendijeran los pastos. Pero al igual que los frailes de determinados conventos visitaban los caseríos pidiendo alimentos para su comunidad, también acostumbraban a recorrer las majadas durante el verano. El donativo era un queso por pastor, siendo el tamaño acorde con su religiosidad.

A las majadas de Aralar venían, al menos, los franciscanos de Arantzazu, los capuchinos de Hondarribia, el capellán del Santuario de San Miguel de Aralar, los carmelitas de Azpeitia y los pasionistas de Gabiria. Como tardaban varios días en recorrer la sierra, solían cenar y dormir en determinadas chabolas con cuyos pastores tenían cierta amistad.

A medida que cargaban un saco con quesos, cada fraile lo dejaba a un pastor de su confianza, con encargo de que la próxima vez que fuera al pueblo, se lo bajara a un determinado establecimiento, de donde luego recogería todos los sacos para llevarlos a su convento.

Fueron los pasionistas de Gabiria quienes, en la última época de esta modalidad de colecta –hacia la década de los sesenta–, subían a las majadas con estola e hisopo y al llegar a cada chabola preguntaban al pastor la dirección en que se hallaban pastando sus ovejas y hacían una aspersión mirando hacia allí, al tiempo que pronunciaban la oración de rigor. Algo parecido a los conjuros que realizaba el sacerdote en los caseríos. Pero esta práctica duró muy poco tiempo.

Algunos años más tarde, los frailes dejaron de hacer la colecta en la sierra pero no de pedir a los pastores que bajaran los quesos a determinado comercio por el que luego pasarían ellos a recogerlos. Pero cuando los pastores se enteraron de que lo que llegaba a los conventos era el contravalor en dinero, tras vender los quesos, se enfriaron los donativos. Así, la costumbre terminó por desaparecer en la década de los setenta[2].


 
  1. Juan SAN MARTIN. «La vida pastoril en Zaraya» in AEF, XVI (1956) p. 28.
  2. José ZUFIAURRE. «Beasaini buruzko monografia etnografikoa. Monografía etnográfica de Beasain» in Beasaingo paperak. Nº 7 (1998) pp. 327-328.