Zagales. Hijos de pastores

De Atlas Etnográfico de Vasconia
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El aprendizaje se ha dado y se da en todos los oficios. Antaño se daba comienzo a una edad más temprana debido al corto periodo de escolarización de los niños de las zonas rurales y a la necesidad de mano de obra en las labores domésticas. En ocasiones, los adolescentes que se iniciaban en el mundo del pastoreo eran zagales contratados. Otras veces, las más, el pastor dueño del rebaño era auxiliado en su tarea por algún miembro de la familia, generalmente un hijo, que de este modo iba aprendiendo el oficio del padre.

Los zagales, pastore-ikastaileak, conocidos también con el nombre de rapatanes en Urraúl Alto (N) y repatanes en Otsagabia y Valle de Roncal (N), eran muchachos de entre 9 y 14 años, o incluso menos, que aprendían el oficio durante un periodo que se prolongaba durante tres años, poco más o menos. Venían a ser en definitiva unos pastores ayudantes. Los informantes de Roncal señalan que desde muy niños se introducían en esta labor porque veían hacer lo mismo a sus hermanos y compañeros de escuela, en ocasiones incluso solían «estar deseando ir». Por el contrario, en algunos lugares estos zagales solían ser naturales de Castilla, generalmente de Soria, pues los de casa no querían dedicarse a este oficio. Estos aprendices, cuando después de tres o cuatro años se habían formado en el oficio, regresaban a su tierra, por lo que había que recurrir de nuevo a la búsqueda de ayudantes.

En Lezaun (N), las familias pudientes y medianas, es decir, las que poseían tierras de labor y ganado, contaban con rebaños de borros, cuyo cuidado encomendaban a chavales recién salidos de la escuela, o sea, de unos doce años o poco más. En Roncal y Urzainki (N) se les contrataba en la misma época que a los pastores, de San Miguel a San Miguel, el 29 de septiembre. Su salario se limitaba al sustento. Por San Miguel también ajustaban los pastores a sus hijos en el Valle de Arana (A)[1]. En Zuya (A) contrataban asimismo los servicios de un zagal para que cuidase del rebaño a cambio de manutención. Esta figura desapareció debido, sobre todo, a la incorporación de los perros pastor, que realizan muchas de las tareas que antes se encomendaban a los niños.

Pequeños pastores de Yurre (A), c. 1925. Fuente: Archivo Municipal de Vitoria.

Los zagales se encargaban también en algunos lugares de Navarra de trabajos menores como separar las ovejas cuando se mezclaban diferentes rebaños o las hembras de los machos en los atajiles[2]. Además, tenían que cuidar con especial mimo a las ovejas tardanas que estaban a punto de parir y se les encomendaban otros cometidos como comprar las provisiones, traer leña y agua, etc.

En las localidades que bordean el macizo del Oiz (B) se ha recogido cómo al zagal, que generalmente era un muchacho de la familia dueña del rebaño, le estaba permitido ordeñar en unas marmitas con la mitad de capacidad (6 litros) que las de los mayores. Esta leche que recogía en una pequeña cantina era el resto, ondarrak, que quedaba en la ubre de la oveja después de que hubiera sido ordeñada por el pastor, o leche sin importancia, denominada bigarren golpea, de segundo golpe. En el esquileo, el zagal debía aprender a cortar la lana, comenzando por las zonas de la tripa, tripapea, y el cuello, zamapea. Cuando se disponía a sacrificar un animal por primera vez, lo hacía bajo la atenta mirada del padre o de otra persona avezada en esta labor que le enseñaba cómo debía actuar y le corregía en caso de que ejecutara mal la labor. En la década de los cuarenta, un zagal de una de estas localidades, Mendata, cobraba 5 pesetas al día por su trabajo, además de la manutención compuesta por habas con torta de maíz y abundante leche de oveja.

En Etxebarre (Z) se ha recogido el dato de que antaño se empezaba a subir al monte a ayudar a los mayores a una edad muy temprana, hacia los doce años. A estos muchachos se les confiaba al principio la guarda de las ovejas que no daban leche, que se tenían aparte en un pasto del kaiolar (vocablo utilizado en Zuberoa para designar el pasturaje atribuido a un grupo de inquilinos).

En el Valle de Ezcabarte (N), según se recogió en los años veinte, los pastores solían ser muchachos entre los once y los quince años, hijos de las familias dueñas del ganado, y a falta de ellos, se mandaba a algún sirviente. También había, aunque fueran raros, pastores adultos. Como los rebaños de cada casa eran reducidos, se solían reunir los ganados de dos o tres de ellas, y en tal caso, si el pastor era hijo de alguna de las casas, las restantes abonaban un tanto por cabeza de ganado y año. Si el pastor era extraño, se le pagaba, en proporción al ganado de cada uno, el salario ajustado por años y se le mantenía por turno en cada casa[3].

En el valle de Carranza (B) y en otras localidades, como Abecia (A), se ha podido constatar que los niños ayudaban en ocasiones puntuales. Cuando llegaba el momento del destete de las corderas, por San Juan, se echaba a los animales a pacer a las zonas comunales próximas al barrio y eran los muchachos quienes se responsabilizaban de su cuidado y de devolver los rebaños a las cuadras después de salir de la escuela.

En Triano (B) y Valdegovía (A) lo normal era que el pastor contara con el apoyo de la familia y el pastoreo se repartía más o menos de forma rotativa entre los diferentes miembros de la casa, junto con el resto de las tareas vinculadas al caserío. En Ayala (A) las labores relacionadas con el ganado corrían a cargo de los hijos o de un tío que viviera en la casa. En ocasiones, el padre pagaba a uno de sus hijos una cantidad determinada de antemano por responsabilizarse del rebaño durante todo un año.

En Orozko, Zeanuri (B) y Ultzama (N) era costumbre que uno de los hijos acompañara al padre al monte. En las localidades vizcainas citadas se ha recogido que el hijo se responsabilizaba del cuidado del rebaño en el monte hasta que se casara, momento en el que otro hermano pasaba a hacerse cargo de la labor. En Eugi (N) señalan que, con independencia de quién se encargara del cuidado de las reses, la propiedad del rebaño se mantenía en manos del cabeza de familia, es decir, del padre.

Niños pastoreando en Armentia (A), c. 1925. Fuente: Archivo Municipal de Vitoria.

En las Bardenas (N) era habitual que los pastores con rebaños de mediano tamaño emplearan a varios miembros de la familia para mantener la explotación ganadera. Se daba también el caso de que si el rebaño era grande, se repartía en varios grupos, al frente de los cuales se colocaba algún familiar.

En Navascués (N) las ovejas se han pastoreado individualmente, cada casa o familia las suyas. Excepcionalmente se podían juntar dos o más rebaños, ejerciendo entonces de pastor el más pobre o contratándose uno al efecto[4].

En Zuberoa se ha recogido que fue común en las familias numerosas de pastores el que uno de ellos siguiera la tradición y fuera pastor o cuidador de ganado, kabalezaina. De no ser así los hermanos se turnaban para ayudar a su padre en las tareas pastoriles.


 
  1. Los datos referentes al Valle de Arana están tomados de Josetxu MARTÍNEZ. Pueblos, ritos y montañas. Bilbao, 1996, pp. 43-47.
  2. José M.ª IRIBARREN. Vocabulario Navarro. Pamplona, 1952. Un atajil es cada uno de los atajos en que se divide un rebaño grande para facilitar el pastoreo en las corralizas de la Ribera. [Salazar].
  3. Leoncio de URABAYEN. «Otro tipo particularista. El habitante del Valle de Ezcabarte» in RIEV, XIII (1922) p. 398.
  4. Los datos referentes a esta localidad están tomados de Pablo SAGARDOY. Pastoreo en el municipio de Navascués (1950-1980). Memoria de Licenciatura. Inédita. Pamplona, 1986, pp. 60-79.