El estiercol de oveja, ardi-zimaurra

De Atlas Etnográfico de Vasconia
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En la vida pastoril vasca de tiempos pasados tuvo gran importancia el estiércol producido por las ovejas que se utilizaba como abono y para el pago del alquiler de los pastizales. En la época en que se hacía trashumancia en invierno en busca de comida para el rebaño, junto con la entrega de una cantidad en metálico por el alquiler de los pastizales que era el sistema de pago más común, también se estilaba la retribución en especie, cediendo los pastores a los labradores el estiércol de sus ovejas como abono y el suero para alimento de los cerdos[1].

Leoncio de Urabayen ofrece un dato contundente. En el segundo decenio del siglo XX –señala– en la cuenca de Pamplona, el pastoreo no era un buen negocio y «sólo la obtención de estiércol lo hace persistir». En nuestras encuestas hay testimonios en este sentido. En Roncal (N) se ha recogido de un pastor que en tiempos pasados cuando al final de la primavera abandonaban las Bardenas y salían a las corralizas, con la venta del sirrio o estiércol y del queso a veces obtenían más dinero que con la venta de corderos. En Bernedo (A) se ha recogido el dato de que por San Miguel, el 29 de septiembre, se subastaba la basura de la majada y de las calles del pueblo. En Bajauri, Obécuri y Urturi (A) el excremento de oveja estaba considerado como el mejor. Un pastor de Nabarniz (B) guarda memoria de que en tiempos pasados este producto denominado ardi-zimaurre, se vendía como abono.

En Bernagoitia (B), según recuerdan los informantes, el estiércol de oveja, ardi-satsa, se conservaba apilado y fermentaba, erre. Se consideraba muy buen abono para tierras y prados, sobre todo de las huertas donde se pensaba plantar leguminosas, como la alubia, babagorria. Es importante extraerlo del establo en luna menguante, ilbera, porque de esta forma está más blando y desmenuzado, mantekoso. Si esta labor se ejecuta en luna nueva, ilbarria, el estiércol se enmohece, zurittu.

En Gerena-Oiz (B) un pastor recuerda que en los años cuarenta durante el periodo de trashumancia que hacían a la zona costera de Ondarroa, alquilaban pastizales, larrak. El precio que pagaban por ellos en metálico suponía alrededor de 25 pesetas por cada cien ovejas. Considera el informante que era una cantidad aceptable pues en la casa vacía donde estaba estabulado el rebaño dejaban abundante abono, zimaurrea, que era muy estimado para la siembra, por ejemplo de la patata.

En Mendata-Oiz (B) se ha recogido que, en el decenio de los cincuenta en que realizaban la trashumancia a los pastos de invierno de las cercanas localidades de Gautegiz-Arteaga y Forua, alquilaban pastizales. Algunos agricultores de esta zona demandaban de los pastores que el rebaño fuera a determinadas huertas para que las ovejas se las dejaran limpias para cultivar después en ellas maíz o ballico. Además estaban convencidos de que el excremento de las ovejas era un buen fertilizante para el campo, onuragarria.

En el Valle de Orozko-Gorbea (B) el dato recogido de boca de los pastores es similar. Señalan que los rebaños eran bien acogidos en los lugares adonde se trasladaban porque las ovejas hacían estiércol allí donde estuvieran y su estancia servía de abono.

En los montes de Triano (B) la «cama» que usaban los rebaños durante la trasterminancia la utilizaban los amos de la casa correspondiente para abonar sus huertas.

En el Valle de Carranza (B) los excrementos de las ovejas, mezclados con las camas, se amontonaban en la cuadra un día de luna creciente ya que se decía que de este modo alcanzaban mucha temperatura y se deshacían totalmente, mientras que si se apilaban en menguante quedaban fríos y formando trozos grandes, tal y como cuando se apilaban. Este abono, que estaba muy deshecho, se esparcía sobre la tierra de labor y se consideraba idóneo sobre todo para las piezas destinadas a sembrar alubia. El estiércol sobrante junto con el de las vacas se destinaba al abonado de los prados, labor que se realizaba por septiembre.

El estiércol o basura producido y apilado en las casetas o refugios del ganado en el monte servía para estercolar los prados y trozos de tierra roturados cercanos. El que se acumulaba en las cuevas que servían para guarecer el ganado, como ocurría en la Sierra de Armañón, se bajaba con la pareja de bueyes hasta los prados. En estos mismos montes había algunas cuevas ocupadas ocasionalmente por rebaños donde se acumulaban los excrementos o cagolitas de estos animales. Cada dos o tres años se extraía este abono, denominado miñón, que tenía la consistencia del polvo. Era ideal para esparcirlo sobre los trozos de tierra ya maquinados y rastrados donde se iban a plantar los pimientos. El miñón también se consideraba excelente para hacer semilleros de pimientos y otras hortalizas.

Sacando el estiércol. Lodosa (N). Fuente: José Ortega, Grupos Etniker Euskalerria.

Los pastores de Ernio (G), en los meses de noviembre y diciembre, subían al monte y recogían el estiércol, zimaurra, del interior de las bordas para esparcirlo en las campas como abono.

En las Améscoas (N) guardan memoria de cómo algunos lugareños preparaban chabolas y majadas con ramas y tepes a los pastores que se desplazaban desde la Ribera y la Navarra media a cambio de la alchirria o estiércol de las ovejas que quedaba en la majada. También en Urbasa (N) el acumulado en las majadas, llamado altxerri, era producto codiciado por los labradores para fertilizante del campo; se recogía al finalizar el verano y lo transportaban en carretas de bueyes[2]. En Allo (N) algunos pastores alquilaban bordas para recoger en ellas su ganado durante la noche. Generalmente no se abonaba nada por ellas sino que las alquilaban a cambio del estiércol o chirria que quedaba al cabo de la temporada. Un dato similar se ha recogido en Anboto-Olaeta (A) donde algunos particulares dueños de txabolas se las alquilaban a pastores que les pagaban con el estiércol que producía el rebaño. El destino que daban a este abono era unas veces el provecho propio y otras su venta.

Un pastor de Allo que acudió regularmente durante años con el ganado a las Sierras de Andia y Urbasa, recuerda que en decenios pasados, los vecinos de los pueblos próximos a los pastos de montaña solían regalar a los pastores, cuando iban a iniciar la vuelta a casa, un zacuto de habas txikis (pequeñas) a modo de compensación por el estiércol que el ganado había dejado en el campo.

En Urkabustaiz (A) se subastaba entre los vecinos para abono generado por la presencia del ganado en los terrenos comunales. Con este ingreso se reparaban los pozos, muchas veces inutilizados porque los animales pateaban todo, si bien a veces el arreglo se efectuaba mediante veredas[3], al igual que el trabajo de tapar las torcas o depresiones circulares en un terreno y con bordes escarpados. Hoy en día cuentan con abrevaderos que funcionan con sifón, lo que garantiza la presencia de agua durante todo el año.

En las Bardenas (N) señalan que el fiemo que producían las ovejas se iba acumulando dentro del corral hasta que los agricultores necesitados de abono acudían a por él y se lo llevaban. Recuerdan los informantes que venían labradores, con el carro y las caballerías, de lugares relativamente alejados como Mélida y Carcastillo y lo sacaban al exterior con palas. Era una escena habitual ver gente recogiendo fiemo en los corrales. Hoy día el pastor lo saca fuera con una pala y lo amontona, viniendo luego a buscarlo agricultores, generalmente uno al mes, de Figarol y otras localidades. Ordinariamente piden permiso para cogerlo pero algún informante se queja de que si no están ellos, entran los labradores y lo detraen sin su permiso.

De la importancia del estiércol nos da cuenta también la siguiente noticia[4]. El movimiento de salida y entrada de los ganados en las Bardenas, que se describe en el capítulo relativo a la trashumancia, ha originado conflictos entre los pueblos congozantes. En 1935, la Junta de Bardenas, a instancia de los agricultores que veían disminuir con esta práctica el estiércol producido por los rebaños y que se usaba para el abonado de las tierras, prohibió que los ganados pernoctaran en las corralizas fuera de las Bardenas. Los pastores alegaron insuficiencia de corrales en dichas tierras para dar cobijo a las reses. Todo se solucionó imponiendo un canon especial a los ganados que pernoctaran fuera.


 
  1. José Miguel de BARANDIARAN. «Vida pastoril vasca: Albergues veraniegos. Trashumancia intrapirenaica» in OO.CC. Tomo V. Bilbao, 1974, p. 397.
  2. José María SATRUSTEGUI. «Planteamiento general de la etnografía de Urbasa» in Los grupos humanos en la prehistoria de Encía-Urbasa. San Sebastián, 1990, p. 67.
  3. Se ha producido una traslación del significado primigenio de camino o senda al de prestación personal o trabajo impuesto a los habitantes de un término municipal para la ejecución de obras públicas. Vide Federico BARAIBAR. Vocabulario de palabras usadas en Álava. Madrid, 1903.

    Sería algo semejante a los auzolanak de las zonas vascófonas.

  4. Alfredo FLORISTÁN. «Juntas y mestas ganaderas en las Bardenas de Navarra» in Actas del Primer Congreso Internacional de estudios pirenaicos. Tomo V. Zaragoza, 1952, p. 114.