Apéndice: El aprovechamiento de los pastos en Lezaun (N)
A continuación describimos cómo estaban distribuidas las distintas zonas de pasto de Lezaun, no sólo las de la sierra, qué animales podían aprovecharlas y en qué fechas.
Entre el nueve de mayo, dependiendo de lo duro que hubiese sido el invierno, y San Pedro, 29 de junio, se cerraban los chaparrales para todo el ganado excepto la cabrería, que podía entrar el año completo por todo el término. Aun así el cabrero procuraba adaptarse a las necesidades de los demás ganados. Se daban casos puntuales en que se permitía a alguna familia que necesitara leche por causa de enfermedad o lactancia, que tuviera una vaca en los chaparrales mientras estaban cerrados para el resto de los animales. Una vez clausurados éstos, entre el 9 de mayo y San Isidro, el 15 del mismo mes, dependiendo de lo crecida o no que estuviese la hierba para esas fechas, el ganado pasaba al término en número de tres cabezas por familia. Normalmente era ganado de trabajo, pero quien no dispusiera de tres animales de esta clase podía completar dicho número con ganado de cría. A veces había familias que, aun teniendo tres cabezas de ganado de trabajo, preferían cambiar una de ellas por otra de leche. En este caso la Veintena, que era la encargada de regir el concejo o pueblo, decidía si la necesidad alegada por la familia era suficiente para autorizar el cambio. Quien carecía de los tres animales, lo cual era raro y sólo ocurría con unas pocas familias, podía ceder sus derechos a un vecino a cambio de otros favores. El resto de las vacas y yeguas se echaba a la sierra (de Andia) y el día de San Pedro (29 de junio) pasaba de la sierra al término, que normalmente tenía más hierba que aquélla. Las tres cabezas antes mencionadas bajaban entonces a los chaparrales. El día de Todos los Santos se hacía descender a los restantes animales a los chaparrales, es decir, tanto el vacuno como el caballar podían andar por todos los lados. Actualmente el funcionamiento es el mismo, si bien las fechas de los desplazamientos han variado ya que son el primero de mayo, el día de Santiago y el uno de noviembre; además, al no haber ganado de trabajo, las tres cabezas se suplen con el de cría.
El ovino salía del término y partía a la sierra el tres de mayo. Por Santiago, 25 de julio, entraba otra vez en él hasta San Miguel, pero únicamente podían pastar en la zona conocida como El Raso. El 29 de septiembre salían nuevamente hasta San Andrés (30 de noviembre), en que podían regresar al término exceptuando la zona de los chaparrales a los que les estaba vetada la entrada en todo tiempo. Conforme fueron desapareciendo los propietarios de ganado ovino fueron perdiendo sus derechos. Actualmente sólo puede permanecer en el término, exceptuando los chaparrales a los que no pueden acceder nunca, del 1 de noviembre al primero de mayo.
En cuanto al ganado porcino, por San Miguel se marcaban los cerdos que se iban a echar al pasto. Su permanencia en él variaba en función de las condiciones del año. Aprovechaban el pasto de haya, roble y lencino, encina. El año en que sólo lo había de roble, el robledal conocido como del Cerrau Nuevo permanecía vedado hasta Todos los Santos para así aprovechar mejor las zonas con bellota. El primero de noviembre podía acceder a él todo tipo de ganado además del porcino. El pasto de lencino se abría más tarde, entre el 20 de noviembre y la festividad de San Andrés. Este ganado se echó al monte en todo momento, incluso en las épocas de prohibición a consecuencia de la peste porcina, aunque bien es cierto que esos años eran menos los que se atrevían a hacerlo. Actualmente se les obliga a que lleven un alambre o anillo en el hocico para que así no puedan estropear la hierba.
Para garantizar que todo lo anterior funcionase correctamente había tres guardas. El guarda de medio era el más importante y el que más cobraba. Cuidaba desde Berangoa hasta la Cabaña Blanca, es decir, los alrededores del pueblo donde se ubican los terrenos de labranza. Como los demás guardas, se llevaba un porcentaje de las denuncias que efectuaba y que eran valoradas por unos apreciadores o tasadores que nombraba el pueblo. En caso de que el ganado causase algún daño en una pieza y él no hubiese capturado al animal infractor, debía pagar lo tasado por los apreciadores. El guarda de abajo cuidaba la muga de Lezaun por su parte sur, ya que todas las piezas o heredades de esa zona, tanto de Lezaun como las de fuera de la muga, eran de vecinos del pueblo. Era el menos importante y sin embargo el área que vigilaba era muy conflictiva por los problemas que le ocasionaban los pacentadores de Azcona o de Arizaleta. El guarda de arriba cuidaba de la zona de cultivo conocida como Las Parcelas y del monte. Estaba prohibido «echar hoja al ganado» y este guarda denunciaba a quien sorprendía podando árboles para que su ganado comiera la hoja de las ramas podadas. Los informantes aseguran que se obraba así cuando había escasez de hierba y que una poda bien hecha en robles y lencinos facilitaba su crecimiento. También tenía la obligación de apresar al ganado foráneo que entraba en el término y encerrarlo en el llamado corral del lugar, que se halla en el casco urbano y es propiedad municipal. Después debía llevar el oficio o notificación a sus propietarios para que pudiesen rescatarlo previo pago de la denuncia. Si éstos se demoraban se les recargaban las costas de la manutención.