Vertiente mediterránea
Se observa una clara distinción entre la vertiente atlántica y la mediterránea a la hora de cuidar el ganado que pasta cercano a los pueblos. En la mediterránea ha sido costumbre contratar un pastor que ha cuidado del rebaño constituido por el ganado de todos los vecinos del pueblo.
Se registran además otras diferencias como que en esta vertiente el ganado pasta más a menudo en terrenos comunales que en la atlántica, donde la mayor parte de la superficie para pastos está en manos privadas. En esta área del territorio, como se comprobará en las siguientes descripciones, también ha sido habitual que el ganado se suelte a pastar durante todo el año, incluyendo el periodo invernal. Quizá sea debido en parte a que la población se halla más concentrada y de este modo se evitan problemas como la acumulación del estiércol durante la invernada.
En Berganzo (A) el ganado se sacaba al monte próximo durante todo el día tanto en invierno como en verano y ajustándose a las horas de luz. Los propietarios llevaban sus vacas, ovejas, cabras y caballos a un punto concreto de la calle para que el pastor pagado por todos ellos o dulero pudiese llevar a pastar las reses conjuntamente. Se ocupaba de cuidar los animales del pueblo y para ello contaba con la ayuda de un perro. Niños y adultos los recogían al regreso por la tarde. Los únicos días en que el ganado no se sacaba a pastar era cuando caían nevadas copiosas.
En Bernedo (A) el ganado se sacaba durante todo el año menos cuando nevaba o helaba y aunque no hubiese pasto, tan sólo para que se moviese. Había pastor contratado de ovejas, cabras, vacas, caballerías y bueyes de trabajo.
En Moreda (A) en invierno las ovejas y cabras se sacaban a pastar al campo tarde, sobre las diez u once de la mañana. Si llovía, nevaba, helaba o había niebla no salían. De marzo en adelante lo hacían para las nueve. El pastor no tenía días de fiesta, sólo guardaba el de San Pedro, 29 de junio, en que salía al campo hasta media mañana a que las ovejas y cabras anduvieran un poco, comieran algo y bebiesen. Las cabras de cada familia se reunían en un rebaño que era llevado a pacer por el pastor de villa contratado por los vecinos. Las mujeres las llevaban por la mañana hasta un lugar concertado y al regreso el cabrero las dejaba a la entrada del pueblo y cada animal volvía solo a su casa. Los pastores de ovejas solían salir hacia las diez de la mañana y pasaban todo el día en el campo. El regreso a los corrales lo solían hacer antes de que anocheciese.
En Moreda eran pocos los vecinos que tenían vacas y los que criaban esta clase de ganado solían contar con escaso número de cabezas. Desde mayo hasta noviembre las sacaban todos los días. Los propietarios de estos animales no solían pagar pastos por lo que sólo podían llevarlas a pacer por caminos, acequias y ríos. Por la carretera iban únicamente de tránsito, nunca a pastar ya que si no su dueño podía ser denunciado por los miñones. Si el amo de las vacas pagaba pastos las podía apacentar por toda la jurisdicción, pero esto solía suceder muy pocos años. En invierno se llevaban a pastar sobre las nueve de la mañana y regresaban al anochecer. En verano salían antes, sobre las ocho. Al mediodía se regresaba con ellas y por la tarde se volvían a sacar hasta el anochecer. No se podían introducir en fincas particulares salvo que perteneciesen al amo de las mismas. Estas heredades solían ser piezas que habían tenido alfalfa o se trataba de viñedos después de la vendimia. También las llevaban a fincas de rastrojo para que comieran la pajilla y las espigas que hubieran quedado.
Los machos y caballerías de trabajo se sacaron en tiempos pasados en rebaño cuando sus propietarios no los llevaban a trabajar. Se ocupaba de su cuidado el dulero. Una vez que desapareció la dula se sacaban por sus amos a una era, rastrojo o finca para que pasaran el día y comieran.
En Améscoa (N) debido al régimen de autarquía que perduró hasta bien entrado el presente siglo, la ganadería estuvo subordinada a la agricultura y a los montes, y como los recursos de la última eran más bien escasos, había que aprovechar al máximo los pastos de los montes. Así, las vacas y yeguas se criaban en estado semisalvaje en la Sierra de Urbasa. Las cabras y los animales que formaban la dula salían a pastar diariamente a los montes cercanos a los pueblos y hasta los bueyes y vacas de labor, que eran los animales mejor cuidados al pesebre, tenían que salir a los montes próximos los días en que estaban libres de trabajar[1]. También aprovechaban los residuos de la mies que quedaban en los campos una vez hecha la recolección. Con esta finalidad todo el terreno labrantío de cada pueblo se dividía para el cultivo en dos mitades, para hacer la siembra a dos manos, a dos hojas. Solamente cultivaban el trigo y la cebada en una de las hojas con lo que al recoger la cosecha quedaba todo el término libre para que el día que señalara el Concejo, pudieran apacentar en él todos los ganados del pueblo. Llamaban a esto la espiga.
En Allo (N) casi todas las clases de ganado estaban autorizadas a pastar en el campo. La normativa que durante muchos años reguló esta salida era la correspondiente a las ordenanzas que fueron aprobadas en 1866. La superficie total de los pastos comunales ascendía a más de 9.000 robadas. Este régimen de pasturajes se mantuvo plenamente vigente hasta 1911, en que el ayuntamiento decidió roturar una de las zonas de pasto para destinarla a cultivo comunal distribuyéndolo en parcelas. Con posterioridad algunos otros términos se fueron roturando en todo o en parte hasta que por los años cuarenta, cuando ya sólo los ganados lanar y cabrío disfrutaban de los pastos comunales, éstos se reestructuraron formando cuatro corralizas, que con el devenir de los tiempos también han sufrido alguna transformación aunque subsisten todas. Las corralizas son adjudicadas de forma directa a los vecinos de la Villa o mediante subasta pública cuando concurren otros ganaderos foráneos. Además de los pastos que comprende cada una de ellas, los rebaños se introducen en los rastrojos y viñas, luego que el fruto se ha recogido.
Los machos, mulas, burras y caballerías que no tenían que trabajar se llevaban a un corral municipal para que el pastor los llevase a los pastos, donde pasaban todo el día. Regresaban al atardecer. Cuando nevaba o llovía con intensidad no salían a pastar y permanecían en casa.
Con los bueyes y vacas de labor ocurría algo semejante. El pastor que se hacía cargo de estos animales salía con ellos a diario siempre que el tiempo lo permitiese. Tenía la obligación de sacarlos durante cuarenta noches de verano, generalmente en la época de acarreo y trilla. Este ganado de labor disfrutaba de idénticos pastos que el mular y el caballar.
En cuanto al vacuno de leche, la vaquería municipal era un corralón. En este lugar se reunían primero las cabras y luego que marchaban al campo, llegaban las vacas. Además de los pastos comunales que les estaban permitidos disfrutar, había otros pastos o dehesas, que no eran concejiles sino particulares, adonde unos pocos vecinos llevaban sus vacas.
Por lo que respecta al ganado lanar, hasta los dos o tres primeros lustros del presente siglo estuvo repartido entre los vecinos, que solían poseer de tres a seis cabezas; con posterioridad pasaron a ser propiedad de unos pocos ganaderos.
El ganado cabrío se reunía en la cabrería. Los pastos concejiles que podía disfrutar eran los mismos que los de las vacas. Pero las ordenanzas locales imponían una serie de restricciones sobre este tipo de ganado. No podían entrar en terrenos o campos donde hubiese arbolado o pudiese destinarse a monte o plantío. No se admitían más que hembras y que su número no excediese el de vecinos; ni siquiera, y como ocurría con otros ganados, un vecino podía tener más en compensación por los que no tenían ninguna, esto es, nadie podía además tener más de una cabra. El pastor, o el que decidiese el Ayuntamiento, podía disponer del número necesario de cabrones o chotos para la procreación, pero el propio pastor como vecino sólo podía mantener una cabra. Por último, no podía mezclarse ninguna cabeza de otra especie animal con el hato o rebaño de cabras. Las mujeres las llevaban hasta la cabrería por las mañanas y el cabrero las sacaba al campo hasta el atardecer. Al regreso algunas volvían a casa solas y a otras las buscaban los chicos antes de que anocheciese.
A juzgar por lo que indican las ordenanzas, el ganado de cerda también salía a pastar aunque los informantes no lo recuerdan. Tenían asignados los mismos pastos que el ganado cabrío más el pasto de encina.
En San Martín de Unx (N) las ovejas, tanto las de la Junta de Abastos como las de los particulares, así como las cabras, salían a pacer todos los días del año. El horario aproximado era de las siete de la mañana a las diez de la noche en verano y de las siete a las seis en invierno. Las ovejas iban a sus hierbas respectivas y las cabras, conducidas por el cabrero, a los lugares que tenían asignados. También formaban durante todo el año los machos y las mulas, que constituían la dula. Las vacas, cuando las hubo, sólo salían en verano, mientras que en invierno permanecían estabuladas.
En Sangüesa (N), del ganado mayor se ocupaba el yeguacero, nombrado por el pueblo. Las cabras acudían a la cabrería municipal. Partían de un sitio concreto a primera hora de la mañana hacia los pastos comunales y regresaban al anochecer. El ganado lanar se saca al campo dependiendo de las estaciones. En verano para las ocho de la mañana las ovejas mueven solas y apenas tiene que intervenir el perro. Hacia el mediodía, con el calor, se ponen a la mosquera, a calorear unas junto a otras y se amorran a la sombra de los árboles. A eso de las cuatro de la tarde comienzan a moverse, si se nubla, antes, y si hace bochorno, más tarde. Pastan hasta el atardecer y se las conduce al corral. Si es verano se quedan en la barrera o patio y si es invierno se encierran a cubierto.
En Mélida (N) las vacas lecheras no se sacaban nunca al campo, siempre permanecían estabuladas. Sólo había un vaquero con veinte cabezas, que como vivía de ellas las llevaba a pastar durante todo el año. Pero los que tenían cuatro o cinco las dejaban siempre en la cuadra. Lo mismo ocurría con los cerdos, que nunca se sacaban a pacer. Las vacas secas y las novillas se sacaban principalmente en primavera y otoño mientras que en invierno se tenían a resguardo. Las cabras salían durante todo el año desde la mañana al anochecer. Las mujeres las llevaban para que el cabrero las tuviese pastando durante toda la jornada. Cuando volvían regresaban solas a sus casas.
En Apodaca (A) bueyes y vacas se sacaban a pastar a las alfalfas y esparcetas después de haberlas segado. Se cuidaban a renque, un niño acompañado de uno mayor. Las yeguas, cuando parían, se apacentaban cerca de casa.
En Valderejo (A) a las vacas de leche y a los bueyes se les saca a pastar desde el mes de mayo hasta septiembre. Las yeguas y caballos dedicados al transporte se sueltan diariamente durante la primavera y el verano. En los meses del estío, una vez han sido recogidas las mieses y la hierba, se suelen llevar todos los animales a las rastrojeras, vigilados por los vecinos, generalmente uno de cada casa.
En Treviño (A) era labor diaria sacar el ganado a pacer al campo, excepto cuando había nieve. En el verano, vacas y caballerías se soltaban antes del amanecer, al igual que las ovejas. En invierno la salida se retrasaba hasta las siete y media aproximadamente.
En Pipaón (A) hasta 1960-65 todos los vecinos tenían ganado vacuno, caballar, lanar y cabrío. Los sacaban cada día del año menos cuando nevaba durante el invierno.
En Araia (A) se han registrado dos formas de obrar totalmente diferentes. Mientras unos ganaderos no sacan los animales del establo durante todo el invierno y hasta bien entrada la primavera, otros los mantienen paciendo en el campo durante todo el año, incluso con nevadas de varias semanas de duración. Esto ocurre principalmente con los ganados vacuno y ovino. Otros sacan las ovejas a los prados hacia el quince de marzo. Las paridas permanecen en la cuadra con sus corderos y las que salen todos los días, según van pariendo se van quedando en la cuadra.
En Larraun (N) es costumbre sacar a las vacas y ovejas a los prados siempre que se pueda, esto es, mientras no haya nieve. Las ovejas suelen ser conducidas por los niños y las mujeres de la familia. En tiempos pasados los niños debían responsabilizarse de esta tarea cuando tenían uso de razón, comenzando a los siete años a conducir el rebaño así como a vigilarlo mientras pastaba para que no pasase a los prados colindantes, ya que antes de la concentración parcelaria no estaban cercados. Hoy sus superficies están limitadas con alambre de espino, muro de piedra o seto. Las yeguas, behorrak, se crían por afición y de modo complementario a la actividad principal, aprovechando los pastos del comunal, larre.
En Lezaun (N) sólo se pacentaba la yegua de baste, la destinada al trabajo. Las vacas desde que se abrían los rastrojos, esto es, una vez terminada la trilla, hasta la entrada del invierno. A la salida de esta estación había quien lo hacía, pero no era lo habitual. Los cochos se pacentaban en los rastrojos hasta San Miguel, el 29 de septiembre, en que se marcaban al fuego a fin de llevarlos al monte para que aprovecharan los pastos o bellota.
En Aoiz (N) los rebaños de ovejas se sacan a pacer al campo todos los días desde que amanece hasta que oscurece. En invierno los días que nieva o llueve mucho el ganado permanece en la barrera, zona cercada junto al redil. Hasta hace pocos años durante el verano las ovejas salían por la mañana y podían permanecer varios días en los pastos sin volver al redil al anochecer. En la actualidad deben regresar al anochecer ya que el ayuntamiento prohíbe que por la noche estén libres en el campo. Las vacas preñadas o recién paridas permanecen en el establo, pero los días de verano salen por la mañana a pastar en los prados cercanos y se recogen al anochecer. Durante el invierno, los días en que el tiempo es más benigno salen al patio o zona cercada junto al establo, o por los alrededores de la casa.
En Isaba (N) se sacaba el ganado todos los días a los alrededores del pueblo salvo cuando llovía y en mayo se echaban al monte. Hoy en día se intenta que el ganado esté fuera el mayor tiempo posible para lo cual se suelta a mediados de mayo y se estabula hacia noviembre o diciembre dependiendo de dónde se tenga el establo; en los pueblos más bajos del valle como Roncal, Burgui y Garde llega a resistir hasta enero.
- ↑ En el año 1887 el pueblo de San Martín tenía contratado un boyero al que pagaba 26 robos de trigo al año, correspondiendo pagar a los dueños de los bueyes a 4,40 almudes por cabeza.