Procedimientos de recolección. Catar la miel

De Atlas Etnográfico de Vasconia
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El procedimiento de recolección más antiguo que se ha recogido es el del apicidio.

En Vasconia continental antaño para recoger la miel había que deshacerse del enjambre. Decían además que se debía matar en la luna menguante de octubre. Se abría un agujero en el suelo, con la ayuda del pico, de un diámetro suficiente como para introducir la colmena, al menos la parte inferior. Allí se encendía una mecha de azufre y se colocaba la colmena encima, se tapaba con un trapo viejo y de esta manera morían todas las abejas.

Para no exterminar el enjambre algunos lo traspasaban a una colmena vacía, poniendo una boca abajo y la otra encima. Se prendía fuego a un lado de la colmena que estaba llena por lo que las abejas huían al otro lado y propinándoles un suave golpe pasaban todas a la vacía. Esta operación se efectuaba en una media hora y había que aguardar a que hiciese buen tiempo ya que con viento sur y niebla las abejas eran peligrosas y picaban.

En Liginaga (Z) se actuaba del mismo modo. Se abría un hoyo en la tierra, se colocaba en él una torcida azufrada a la que se prendía fuego, se posaba encima la colmena a la que se quería extraer la miel, eztia, y una vez morían las abejas se procedía a sacar los panales. En esta población la recolección de la miel se denominaba erle-sohastüa.

En Heleta (BN) el dueño de la colmena, kofoa, hace un hoyo en la tierra y pone en él una cinta de tela azufrada, sofre-mihitxa. La enciende y coloca la colmena sobre el hoyo tapándola. El gas mata a las abejas y pueden ser retirados los panales, yeska.

En Sara (L) mataban igualmente el enjambre con humo de azufre y a continuación extraían los panales, beraska, orrazea.

En Arraioz (N) hasta los años 75-80, aproximadamente, también sacrificaban el enjambre. Para ello se prendía fuego a una mecha de azufre, se introducía en la colmena y se tapaba. De esta manera las abejas se asfixiaban y se podían coger los panales. Hoy en día ya no se opera así.

En Vasconia continental para extraer la miel de una colonia alojada en el tronco de un árbol, llegada la temporada de la recolección, se llevan los recipientes necesarios y se introduce una mecha de azufre por el agujero para matar las abejas. Se corta el árbol con un tronzador y se recogen los panales para llevarlos a casa.

Antes de la extracción de los panales. Vasconia continental. Fuente: Peio Goïty, Grupos Etniker Euskalerria.

En Eugi (N) también se ha constatado la práctica de quemar azufre pero sin llegar a matar las abejas. En esta población lo que hacían era espantarlas. Primeramente derretían un poco de azufre en una sartén vieja y empapaban un trozo de trapo en él. Esta tela se envolvía alrededor de una vela y cuando se secaba ya estaba lista para producir infernuko kea, humo del infierno. Dándole fuego a esta vela se producía un humo de muy mal olor que obligaba a las abejas a huir de la colmena, momento que se aprovechaba para extraer los panales.

A continuación se describen técnicas de extracción de la miel que, aunque tradicionales, han sido más elaboradas que la anterior. En todas ellas se ha recurrido al humo como el principal elemento para protegerse de los picotazos de las abejas y el uso de instrumentos.

Otra preocupación ha sido la de dejar parte de la miel sin recolectar para que las abejas tuviesen alimento necesario para sobrevivir al periodo invernal. No tendría sentido recurrir a técnicas elaboradas y en cuya ejecución el aficionado se arriesgaba a recibir un buen número de picotazos y quitarles toda la miel o tanta que muriesen de hambre.

En Carranza (B) la actividad de extraer las tástanas o panales de miel del cepo se llama catar. El número ideal de personas para realizarla era de tres: dos para inclinar el cepo, ya que solía pesar mucho cuando estaba cargado de miel, y una tercera para producir humo con el humón; después una seguía dando humo, otra extraía la miel y la tercera recogía los panales y los iba guardando en un recipiente.

Para producir o dar humo se utilizaba un puchero de barro o un recipiente metálico en el que se quemaba madera, hierba seca, trapos, carollos (carozos o zuros de mazorcas), excrementos secos o cualquier cosa que ardiese sin llama y produjese abundante humo. El encargado de dar humo soplaba o abanicaba el recipiente con una tablilla o cartón para producirlo. En la Calera este artilugio recibía el nombre de humón.

Una vez delante del cepo, se ahumaba éste por la piquera, aunque los ahumadores antes descritos no eran muy eficaces para este cometido. A continuación se despegaba de la losa sobre la que descansaba y se tumbaba de modo que la base abierta quedase frente al que cataba. Se procuraba colocarlo inclinado para lo cual se calzaba con otro cepo muerto o con un banco. Nunca se dejaba vertical porque en esa posición resultaba muy difícil dar humo. Después se seguía ahumando hasta que las abejas se alejasen hacia la cabeza o tapa. La proporción de miel que se retiraba y la que se quedaban las abejas venía determinada por las cabillas, los palos perpendiculares entre sí que atravesaban el cepo. Los panales de las cabillas hacia arriba, más ricos en miel, se dejaban para que las abejas se alimentasen durante el invierno. Los de este punto hacia abajo, con menos miel y a veces vacíos, eran para el apicultor. Esta parte se conocía como «lo del amo». A veces también se sacaba alguno de los panales superiores. De ahí que cuando muriese un enjambre se dijese que era debido a la avaricia de su dueño, que le había quitado más miel de la que le correspondía, dejando poca para las abejas.

En esta operación se utilizaba el catacepos. Este utensilio consistía en una barra de hierro con uno de sus extremos aplastado en forma de espátula y el otro doblado en ángulo recto y terminado en punta con los dos bordes afilados. Para extraer cada panal se separaba de la pared del cepo con la espátula, ya que normalmente estaba soldado a ésta. Después con el extremo doblado y afilado se hacía un corte perpendicular a los anteriores y se tiraba hacia afuera para extraerlo. Para quitar las abejas que salían en el panal utilizaban una rama de berezo, brezo, o de avellano.

Esquema del proceso de extracción de un panal con catacepos. Carranza (B). Fuente: Luis Manuel Peña, Grupos Etniker  Euskalerria.

Quien recogía los panales los depositaba en un recipiente que cubría con una sábana para evitar que se llenase de abejas. Habitualmente se utilizaban las bañeras o baldes empleados para llevar la ropa a lavar al río, cestos y en algún caso desgas o duernas, esto es, los recipientes de madera destinados a adobar la carne con la que se fabricaban los chorizos.

Una vez catado el cepo se volvía a colocar en su posición original. Había quienes tras concluir esta labor arrojaban harina de maíz a su interior para secar los restos de miel y evitar que fluyesen al exterior al colocarlo de nuevo en posición vertical. Se conseguía además que las abejas no se quedasen pegadas o se embazasen en su trabajo de limpiar los residuos de miel o cera. En tiempos pasados también se les salpicaba un poco de vino. Dice el informante de esta práctica que al tomarlo se ponían furiosas con lo que se defendían mejor frente a las abejas de otras colmenas que llegaban a robarles la miel atraídas por el olor que desprendía el cepo recién catado.

Para evitar que se apaciesen, esto es, para que no se produjera pillaje, después de catar sellaban todo el borde del cepo en su zona de contacto con el asiento con arcilla húmeda. De este modo se dificultaba el acceso a la colmena de las abejas foráneas. También se colocaban carollos o zuros de mazorca en los aviaderos u orificios inferiores de la piquera, dejando abiertos sólo los que se encontraban a media altura. Las colmenas permanecían selladas durante todo el invierno hasta la primavera siguiente, en que se retiraba la arcilla. El informante, que realizó esta operación durante muchos años porque así lo indicaba la costumbre, la abandonó debido a que al llover se humedecía la arcilla y se pudría la parte inferior de los cepos. Añade que, de ocurrir que se apaciesen unas colmenas a otras, el mayor peligro lo corría siempre la última a la que se retiraba la miel, ya que se iban relevando en el ataque. Se cataba un cepo y las abejas de otras colmenas venían a él para robar la miel, pero al catar otro pasaban a atacar a este último y así sucesivamente. El último, al carecer de relevo, era el que resultaba apacido. Cuando se veía que iba a ocurrir esto se le cubría con un sábano[1] para defenderlo.

En Abanto y Zierbena (B) para recoger la miel o catar se saca cada panal de la mitad hacia abajo y el resto se deja para que se alimenten las abejas durante el invierno. Si tienen poca miel incluso se les deja todo. En Urduliz (B) los panales, saparrak, se extraían por los costados de la colmena, levantando hacia arriba la tapa. A fin de evitar las picaduras hacían fuego en una palangana u otro cacharro de porcelana. En Zeanuri (B) se cortaban los panales pero dejando parte para que se alimentaran las abejas.

En Oñati (G) cuando la colmena era de tronco hueco se abría la tapa de la parte zaguera y se sacaban. En Beasain (G) se extrae un determinado número de ellos, teniendo la precaución de dejar a las abejas suficiente miel como para que se alimenten durante el invierno. En Elosua (G) se pone en un cazo viejo brasa para producir humo. Ahora se emplean fuelles con este fin. Para despegar cada panal se utiliza un cuchillo.

En Ayala (A) la miel se recogía por la parte trasera de los cuezos. Se echaba humo para que las abejas saliesen por el otro extremo y con un catador, que era una especie de vara de hierro con forma de zeta, se iban partiendo los panales; después se introducían en una caja.

En Urkabustaiz (A) con una pluma de buitre se separan los insectos que salen junto al panal y se deposita éste en un recipiente. Al abejal siempre se le deja cierta cantidad de miel para que las abejas sobrevivan en invierno.

En Zuya (A) los panales se sacan con un hierro cortante que tiene una de sus puntas en forma de gancho. Se comienza la recogida por la parte posterior. Se utiliza humo para que las abejas pasen delante. En Bajauri, Obécuri y Urturi (A) también extraían los panales de las colmenas o cuezos con un hierro cortante que tenía la punta en forma de gancho.

En Apodaca (A) para catar las colmenas antiguas, vasos de tronco o de tabla, se necesitaba un fuelle de humo o cazo largo para darles humo, espátula larga para cortar los panales, pala de madera para sacarlos, pluma de buitre o cepillo para quitar las abejas que salían con ellos, barreñón para depositar los panales y careta para protegerse la cabeza y cara. Unos días antes de catar se miraba la abejera; se abrían las tapas de atrás para comprobar si tenían miel y a las que la tuvieran se les volvía a poner sin pegarlas. El día en que se recolectaba, la primera labor consistía en hacer humo, bien con el fuelle o con un cazo en el que quemaban muñiga. Daban humo y con la rasqueta cortaban el panal del techo. La pala se ponía debajo, así lo sacaban y lo echaban al barreñón. Dejaban la cantidad necesaria para que las abejas pudieran vivir.

En Ribera Alta (A) se empleaban unos hierros a modo de tenazas para abrir la parte superior de la colmena, un fuelle con humo para ahuyentar las abejas, una pluma de ave para retirar los insectos y, si era una colmena de tronco de roble, un cuchillo. Se cortaban los panales con este último y se depositaban en un balde. A la colmena nunca se le quitaba toda la miel, se le dejaba parte para que las abejas pudieran pasar el invierno.

En Bernedo (A) se abría la tapa del fondo del cuezo, que era donde almacenaban la miel. Se les daba humo para evitar picaduras y se cortaba el panal con un hierro largo terminado en una especie de espátula cortante, desprendiendo del cuezo el trozo que se quería coger. Con otro hierro similar, pero con la cuchilla en ángulo recto en el extremo, se hacía el corte vertical, que acaba de soltar el trozo de panal. Por último se sacaba a un caldero. A las abejas se les dejaba miel suficiente para que pasaran el invierno y, si éste resultaba largo, en ocasiones les ponían de la que antes extrajeron.

En Agurain (A) se da humo y con una pluma de cuervo se retiran las abejas que queden en el panal. En las colmenas de cuezo se produce humo y cuando se alejan las abejas, con un cuchillo grande o un utensilio semejante, se corta parte de los panales dejando la miel necesaria para que la colonia pueda alimentarse durante el invierno.

En Moreda (A) lo primero que se hacía a la hora de ir a recoger la miel de los cuezos era encender fuego empleando leña o mojigas secas de los bueyes. Estas últimas eran muy apropiadas pues generaban abundante humo y poca llama. En algunas ocasiones también se llegaron a quemar sacos viejos de yute. Para despegar los panales utilizaban una espátula y con un pincho especial se sacaban y echaban a un caldero. Previamente se les quitaban las abejas con la ayuda de un cartón.

En Izurdiaga (N) se espera a que llueva; en ese momento se genera abundante humo al lado de la colmena por medio de una fogata y en cuanto se apartan las abejas se sacan los panales colocándolos en un pozal.

En Allo (N) en primer lugar se procede a encender fuego en el fogón de la abejera o en la calle si hace mucho calor. El utillaje al que se recurre consiste en un machete, una tabla ancha con mango más estrecho para extraer los panales de los vasos, y unos baldes o terrizos de zinc en los que depositarlos. También se utiliza una sartén de mango largo en la que se ponen algunas brasas encendidas y sobre ellas excrementos o carajones secos que producen abundante humo. Los panales se cortan con el machete por el punto de unión con el vaso y se sacan fuera sirviéndose de la tabla a tal fin preparada. Con una escoba o cepillo mojados se espantan las abejas que aún permanecen en ellos y se ponen en los terrizos cubriendo éstos con un trapo. Se extraen los panales hasta la mitad del vaso, pues a partir de ahí suele haber cría en las celdillas y es recomendable dejarla. Si los panales son del tipo alargado, longitudinales al vaso, también se extrae la mitad de cada uno, dejando el resto con las crías y algo de miel para el consumo invernal de los propios insectos. Por último se tapa el vaso.

En San Martín de Unx (N) para efectuar la recolección primeramente se fumigaba la colmena con el fuelle, en el que se quemaba la meñuga o boñiga seca de vaca, que producía un humo maloliente, duradero y eficaz para aquel fin. Más recientemente se utilizó la estopa como fumígeno, pues dicho material tiene la propiedad de arder sin llama y producir gran cantidad de humo. Abierta la colmena por la boca más amplia, el recolector, valiéndose de un cuchillo, iba retirando los panales. Tomaba la precaución de dejar el suficiente alimento para las abejas.


 
  1. Especie de sábana de tela de saco con un cabo en cada ángulo utilizada para acarrear la hierba.