La piel de las ovejas, ardi-larrua

De Atlas Etnográfico de Vasconia
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La piel de ovejas y corderos ha sido tradicionalmente aprovechada por los pastores en las matanzas domésticas. Se la vendían a traperos, gitanos, compradores ambulantes, tratantes que se acercaban a los caseríos, quienes a su vez actuaban de intermediarios para vendérsela a curtidores que fabricaban con ella odres, o a fábricas peleteras. Otro destino común fue hac er melenas, estalkia, araburua, para cubrir el yugo del ganado mientras laboreaba en el campo. Tal y como ocurre con la lana, la piel fue también más estimada en tiempos pasados que hoy día.

Se describe seguidamente la desolladura del animal y el secado de la piel tal y como se ha recogido en el Valle de Orozko (B): al cordero u oveja sacrificado, después de otras operaciones, se procedía a quitarle la piel. A una de las patas de atrás, por su parte interior, se le practicaba un corte por el que se introducía una caña o palo de avellano vaciado para insuflarle aire debajo de la piel, lo que facilitaba el desollamiento. Se cerraba dicha entrada y se repartía el aire apretando y golpeando por la superficie de la piel la bolsa que se formaba, con lo que se separaba mejor la membrana de unión, mintze. Seguidamente se le hacía un corte longitudinal por la tripa hasta la altura de las patas traseras. Se le arrancaba el cuero de atrás hacia delante colocándolo para que se secara en una horquilla en forma de «U» de vara de avellano verde para que flexionara. Las patas traseras se le encajaban en cada extremo de la «U» y la vara que tendía a abrirse hacía que la piel se tensara.

Secando pieles de ovejas. Zeanuri (B), 1979. Fuente: Ander Manterola, Grupos Etniker Euskalerria.

En Triano (B) al cordero se le practicaba una incisión en el cuello que le alcanzaba la vena yugular. Cuando estaba desangrado se le daba un corte en una pata trasera –sobre los menudillos– y por él se introducía un tubo o un racor de la bomba de hinchar neumáticos de bicicleta o moto, para inflarlo y así separar la piel del cuerpo. El desollamiento se hacía tirando desde el pescuezo hasta el final del espinazo y salía la piel entera. Se colocaba después en un bastidor o vara de avellano con el cuero hacia el exterior y la lana por dentro, dejándolo en un lugar seco y bien aireado.

En Arraioz-Baztan (N) se ha constatado una descripción similar. Los propios pastores solían matar los corderos y ovejas que luego pondrían a la venta. Constituye todo un arte el despojarlos de la piel en una sola pieza, darle vuelta e hincharla soplando fuertemente en su interior para prepararla para un secado previo antes de entregarla al curtido industrial ya que no la curten los pastores[1]. También en Izal (N) los pastores se encargaban de sacrificar el ganado y de espelletarlo (desollarlo) y en el Valle de Lónguida (Aoiz-N) despelletaban los animales muertos y señalan los informantes que para la matanza había que tener cuidado de que el pastor no tuviese curruncos que eran unos granos negros que salían por contagio al despellejar una oveja que hubiera padecido «mal de bazo».

En Allo (N), las ovejas y cabras se despelletaban haciéndoles un corte en una de las patas para introducirles un trozo de caña por el que se soplaba. De esa manera la piel se hinchaba y se despegaba del cuerpo. Las pieles, una vez curtidas, se utilizaban como pellejos de vino. En esta misma localidad se realizaba también un curtido casero de las pieles que luego se usaban como alfombras. Consistía en salar la piel y estirarla fuertemente con las manos, para después ponerla a secar. En tiempos pasados, los pastores despelletaban las ovejas viejas para aprovechar la piel dejando el animal en el campo como pasto de los buitres y carroñeros a pesar de que esta práctica estuviera expresamente prohibida[2]. En Estella y en Garzain (N) el curtido artesanal desapareció en los años sesenta[3].

En San Martín de Unx (N) para espelletar el cabrito al mamantón se le hinchaba la piel soplando por un corte de la pata, evitándose así que se arrancara la tez[4]. Los pastores solían curtir algunas pieles para lo cual las extendían sobre un palo o una cuerda con el fin de que se secaran. Una vez secas, se lavaban con agua fresca y se frotaban con abundante sal común (que después se sustituyó por unos polvos especiales), tras lo cual se enrollaban, manteniéndolas en esa posición tres días. A continuación se desenrollaban y se restregaban con la mano hasta domarlas.

En Apodaca (A) procuraban sacar la piel entera, sobre todo la de las cabras que era aprovechada como en Allo para hacer pellejos de vino. Facilitaban la labor insuflando aire con una bomba de bici. En Urkabustaiz (A) señalan que se introduce aire para que la piel quede más floja con lo que se descuera mejor. En Altube (A) la piel del animal se coloca en una rama con forma de horquija[5] con la lana hacia el interior. Cuando se queda tiesa llega el momento de curtirla. También se estira sobre unas tablas. Se emplea asimismo rellena de paja como cubierta de adorno para los bueyes.

En Urduliz (B) el cuero obtenido de la piel de la cabra se podía usar como alfombra, pero la mayoría de los baserritarras lo llevaban a Bilbao para hacer odres donde guardar el vino, zaagiak.

En el Valle de Carranza (B) desde antiguo cuando un pastor sacrifica alguna oveja o cordero, acostumbra a guardar la piel que, una vez estirada y seca, vende. En Bera (N) en la misma época invernal en que las ovejas criaban es cuando más matanza se hacía y cuando, en consecuencia, más pieles se curtían. Como curtientes se usaban cortezas de varios árboles[6].

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En varias localidades encuestadas se ha constatado una costumbre, que ha estado muy extendida, referente al destino dado a la piel del ganado vacuno. Cuando se mataba o se moría una vaca doméstica, la piel se secaba colgándola de una puerta o extendiéndola sobre el suelo. A veces también se compraba la piel en el matadero. Para fortalecerla y evitar que se pudriera se curaba en cal viva, kare bizian, teniéndola de esta forma durante dos o tres meses. Luego cortando largas tiras que se cosían a mano unas a otras, se hacían con ella correas, hedeak, que servían para uncir los bueyes, buztarria amarrateko. Tiempo después estos correajes comenzaron a comprarse en las ferias (Astigarraga, Getaria-G; Urduliz-B).


 
  1. Vidal PÉREZ DE VILLARREAL. «Arráyoz, un lugar del Baztán. Estudio etnográfico» in CEEN, XXII (1990) p. 284. Existió en Garzain (Baztan) un curtidor artesanal muy conocido en todo el Valle.
  2. El art. 107 de las Ordenanzas Municipales de Allo de 1917, en lo referente a Policía Rural, señala que «cuando se muriese o matase algún animal será conducido por su dueño al cementerio de animales que está designado que es en Prado-Chica. Serán enterrados en un hoyo de dos metros de profundidad si fuese caballar, mular, asnal o vacuno y a un metro si fuese de otra clase».
  3. Gabriel IMBULUZQUETA. «El calzado tradicional» in Etnografía de Navarra. Tomo I. Pamplona, 1996, p. 303.
  4. Superficie de un animal desollado. Según Iribarren se trata de la «tela» o peritoneo con que se cubre el hueco del vientre de los corderos sacrificados. IRIBARREN, Vocabulario Navarro. Pamplona, 1984.
  5. Federico BARAIBAR. Vocabulario de palabras usadas en Álava y no incluidas en el Diccionario de la Real Academia Española. Madrid, 1903.
  6. Julio CARO BAROJA. La vida rural en Vera de Bidasoa. Madrid, 1944, p. 77.