Usos del perro pastor de ovejas

De Atlas Etnográfico de Vasconia
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El perro pastor desempeña variadas funciones, una de las cuales, la de vigilar y proteger el rebaño es similar a la que desempeñaba el mastín. En Berganzo (A) su principal atribución es precisamente cuidar las ovejas. Para ello se le coloca al cuello una correa de cuero erizada de clavos o puntas con hebilla circular llamada carlanca o collarín.

En Zaraia (G) el único animal considerado dañino a mediados del siglo XX era el zorro. Para ahuyentarlo por las noches dejaban al perro atado dentro del redil donde se había recogido el rebaño; el zorro no se acercaba si percibía el olor del can.

Está extendida entre los pastores la opinión de que el perro ha sido menos necesario en la montaña durante el periodo estival que en los valles, ya que durante el invierno las ovejas tenían que pastar entre heredades pertenecientes a diferentes dueños.

Pastor con sus perros en Lacua (A), c. 1920. Fuente: Archivo Municipal de Vitoria.

En Agurain (A) a mediados de siglo la vigilancia de los rebaños se hacía con la ayuda de perros, pero el trabajo que realizaban éstos en la montaña era escaso ya que debido a su extensión el ganado podía pastar libremente sin causar daños en terrenos de propiedad particular. Era en la parte baja, en que abundaban las tierras de cultivo, donde los empleaban para que el ganado no entrase en lugares sembrados[1].

En Urbia (G) el perro no desempeñaba un papel tan importante como en los terrenos bajos. En cuanto se abría el corral por la mañana las ovejas iban solas a pacer y al anochecer se recogían con su ayuda. Pero cuando estaban en los herbales o pastos bajos, de poca extensión, trabajaba constantemente para obligar a las ovejas a mantenerse dentro de los límites del prado propio o alquilado.

En Otsagabia (Salazar-N) hoy en día el uso del perro pastor durante el verano no es muy importante debido, entre otras razones, a que no hay zonas de cultivo en los comunales y las mugas con las propiedades privadas y con el Valle de Aezkoa se han alambrado recientemente. El resto del tiempo resulta más útil siendo su principal labor introducir el ganado en las corralizas; también resulta importante durante la trashumancia para cuidar que el rebaño no entre en las zonas cultivadas.

Como ha quedado reflejado en la anterior descripción, el perro pastor resulta imprescindible cuando los rebaños están sometidos a un régimen de trashumancia.

En las Bardenas (N) los pastores suelen llevar uno o dos perros. Un informante explica que algunos llevan más, pero si esto ocurre suele ser peor pues un mayor número entorpece su función. Consideran que sin ellos no se podría trashumar ni llevar las ovejas de pastoreo. Sus principales funciones son guardar los animales, cuidar que no invadan los sembrados y se mantengan en los bordes de caminos y cañadas, reunirlos, vigilar la majada por la noche y evitar que los zorros se acerquen, y descordegar, esto es, separar los corderos de las madres. Los más inteligentes además limpian los corderos recién nacidos a lametones y no muerden a las ovejas que acaban de parir. Estos perros suelen llevar correas y se atan de noche en el corral mientras que por el día andan sueltos.

En los casos, hoy en día mayoritarios, en que el pastor ha educado a su perro para realizar labores de guía del rebaño, ha conseguido que este animal le reduzca considerablemente su trabajo diario.

En Ayala (A) los perros pastores son utilizados para conducir los rebaños por el lugar que indica el pastor mediante silbidos, gritos y señales con la vara. También para reunir las ovejas que se desperdigan del grupo.

En Valdegovía (A) consideran que el perro ayuda e incluso suple al dueño en su labor de cuidado del ganado. El pastor mediante silbidos, lanzamiento de piedras o gestos le indica lo que desea que haga.

En Aralar (G) el pastor se sirve de él para recoger el rebaño y conducirlo a la majada en el verano y para retener a las ovejas dentro de los límites de las praderas arrendadas en el invierno. Este trabajo del perro le evita infinidad de idas y venidas y más de un disgusto con los propietarios de los pastos no arrendados.

En Sangüesa (N) se utiliza para conducir el rebaño por los caminos y pasos y evita que cause algún mal impidiendo que se introduzca en sembrados, viñas y otras plantaciones. Obliga a las ovejas a entrar o a salir del corral o a recogerse en un sitio determinado. Le sirve al pastor de compañía y en algunos casos, si el perro es grande, de defensa y para guardar el corral.

En Mendata (B) señalan que les resultaban muy útiles tanto para recoger el rebaño en el monte, en la carretera cuando debían retirarse a un lado porque aparecía un vehículo o cuando había que dejarlo solo. En este caso se marcaba al perro el punto que no debía sobrepasar el rebaño con la vara clavada en el prado dejando la chaqueta encima y ya podía despreocuparse el pastor e incluso abandonar el lugar para hacer otro trabajo.

Según explican algunos informantes de Moreda (A) el perro debe ir junto al dueño o en las orillas del rebaño, pero nunca en medio ya que cometería un desaguisado. Hay quienes llevan varios mientras que otros sólo tienen uno porque suponen que así fastidian menos al ganado. Los crían ellos mismos o se los regalan otros pastores; es algo habitual que se intercambien canes para sus rebaños. Criar y enseñar a un perro a realizar su trabajo es costoso y resulta difícil que salga bueno. Se les enseña a que no dejen pasar a las ovejas por sitios peligrosos, a que no corran, a detenerlas cuando lleguen al corral, a reunir el rebaño cuando está disperso, a no dejarles arrimarse a las viñas ni entrar en las piezas en las que puedan hacer daño. Su trabajo se considera indispensable y no se concibe que se pueda ir con el rebaño sin perro pero se asegura que si se les hace trabajar mucho envejecen enseguida, a los ocho o nueve años.

Recuerdan pastores de Vasconia continental que el entrenamiento del labrit comienza a los seis meses de edad. Lo primero que se hace es enseñarle a ladrar al darle la señal, seguidamente se le hace caminar junto al pastor y a que dé vueltas tras indicárselo por señas. Se considera necesario llamarle por su nombre y se le trata de usted, zuka, excepto cuando el dueño no quiera y entonces le tutee, hika. Si comete una falta se le tira de las orejas pero nunca se le pega. Debe aprender a obedecer las órdenes verbales de su dueño[2].

En Orozko (B) los pastores indican que la forma de enseñar a los perros a cuidar las ovejas consiste en hablarles mucho. No conviene castigarles cuando hacen algo mal porque algunos no vuelven a desempeñar su cometido correctamente. En Sangüesa (N) dicen que para ordenar algo a un perro primero se le silba y después se le grita, pero no demasiado, al mismo tiempo que se le indica con la vara la dirección del lugar adonde debe ir.


 
  1. José María AZCARRAGA. «La vida pastoril en la región de Salvatierra (Álava)» in AEF, XV (1955) p. 174.
  2. PEILLEN, «Lehenagoko artzaiñen jakitatia: arresen altxatzia, minak, eritarzünak», cit., p. 161.