Transformaciones contemporáneas
Si un animal ha sufrido modificaciones radicales en su modo de explotación, éste es la abeja. Sin embargo, éstas no atañen tanto a su discurrir vital como al habitáculo en el que reside. Se debe tener en cuenta que el comportamiento de este insecto social está determinado genéticamente y por lo tanto resulta muy difícil alterarlo. Por ello, las únicas transformaciones a que se puede someter están orientadas a mejorar la colmena en que se aloja y a perfeccionar las técnicas de explotación.
La introducción masiva de las modernas colmenas ha modificado radicalmente la apicultura. Ha supuesto la desaparición de las técnicas tradicionales, de su escaso utillaje e incluso de la terminología, y ha alterado sustancialmente la forma de trabajar, el conocimiento que a nivel popular se tiene de estos himenópteros y, sobre todo, el control sobre la evolución estacional de la colonia y su estado sanitario.
En Apodaca (A) uno de los informantes comenzó a poner colmenas móviles a finales de la década de los cuarenta. En Sangüesa (N) también se introdujeron a partir de los años cuarenta y consistían en unas cajas de madera con marcos interiores de madera con cera, colocados vertical y horizontalmente y con muchas formas. En Carranza (B) el tipo de colmena más conocido es la Langstroth. Si bien era utilizada por algunos apicultores aventajados desde hace décadas, sólo durante los años ochenta comenzó su difusión, generalizándose a partir de 1985. En Urkabustaiz (A) se han comenzado a utilizar en épocas recientes.
Estas colmenas se suelen adquirir en comercios especializados (Moreda, Treviño-A) o son proporcionadas por las asociaciones de apicultores (Carranza-B). También los hay que se las encargan a un carpintero (Bernedo-A) o que son capaces de construirlas ellos mismos tomando como modelo las compradas (Carranza-B; Arraioz, Sangüesa-N).
En un buen número de localidades las antiguas colmenas han convivido con las modernas hasta nuestros días siendo la dificultad para controlar el estado de la colonia el inconveniente mayor de este tipo de habitáculo. La única información que se podía obtener acerca de ésta era la que se conseguía observando el movimiento de las abejas en la piquera o durante la cata anual de la miel. También ha influido notablemente la mayor productividad obtenida con las modernas.
La nueva colmena Langstroth está constituida por la cámara de cría que es un cajón cuadrado en cuyo interior se colocan diez bastidores de madera con cera estampada conocidos como cuadros. Este cajón se apoya sobre una base y en la cara frontal se abre la piquera. La parte superior se cubre con una tapa interior o entretapa y sobre ella otra más amplia que encaja sobre el cajón a modo de tejado y que se denomina tapa exterior o simplemente tapa. En la época primaveral sobre la cámara de cría se coloca otro cajón con cuadros, llamado alza, para que las abejas depositen la miel. Entre ambos cajones se incluye un dispositivo metálico a modo de rejilla que impide el paso de la reina y que por ello se conoce como excluidor de reinas o sencillamente excluidor. Gracias a él se asegura que en el alza sólo haya miel y no huevos ni larvas. La posibilidad de quitar la tapa y levantar los cuadros permite vigilar con facilidad y rapidez el estado de la colmena. Además al ser una estructura compuesta por piezas movibles se le puede incorporar una serie de complementos como una nueva alza, alimentadores, rejillas metálicas en la piquera por las que no puede escapar la reina dificultando así la enjambrazón, dispositivos cazapólenes en los que se deposita el polen que transportan las abejas pecoreadoras cuando llegan a la colmena, trampillas para detectar la presencia de parásitos, etc.
En Apodaca (A) estos vasos o cuezos son de 50 por 60 cm de base y 30 cm de altura. Descansan sobre una base de madera con cuatro patas y tienen un tejadillo de zinc liso o a dos aguas. Llaman a la primera caja caja de cría o de madres y a las que se pueden poner por encima, alzas. Cada vaso tiene diez bastidores con cera estampada.
En Valderejo (A) las colmenas con forma de caseta o cajón son las más recientes. Están construidas con tablas bien ensambladas y unas tienen el tejado plano y otras a dos aguas. En la parte inferior de la cara frontal se abre una ranura longitudinal de unos ochos centímetros para que transiten las abejas. En el interior se colocan unos cuadros de forma rectangular en los que se sujetan dos alambres longitudinalmente y sobre ellos se fijan unas láminas de cera estampada con la forma de las celdillas. Estas láminas no suelen tapar toda la superficie del rectángulo sino la mitad y en forma de triángulo escaleno. Se fijan a los alambres pasando una ruedecilla caliente. El panal se apoya en la parte superior de la colmena quedando suspendido sin tocar el suelo de ésta.
En Arraioz (N) las colmenas actuales son cajones de madera con dos compartimentos superpuestos de 50 por 43 cm cada uno, separados por una rejilla. Hay otro modelo de colmena conocido como Layens cuyos cajones son de unos 30 por 30 cm. En cada uno de ellos se colocan una tablillas con unas láminas de cera compradas. La colmena se tapa con un trozo de uralita ondulada y encima se coloca una piedra.
En Carranza el paso de los enjambres de los viejos cepos a las modernas colmenas Langstroth se dio en llamar trasiego. Se inició entre los apicultores mejor informados y más activos y se intensificó una vez llegó la enfermedad llamada varroasis, que desde tiempo atrás venía extendiéndose por Europa. Los métodos de tratamiento de ésta estaban diseñados para las nuevas colmenas y era imposible aplicarlos en los viejos troncos. Algunos apicultores, aferrados a la forma tradicional de explotación se resistieron a aceptar estas innovaciones, pero año tras año han visto cómo el número de colonias vivas en sus colmenares se reducía a consecuencia de la acción del ácaro Varroa.
Para trabajar con las abejas se dispone en la actualidad de buzos blancos y caretas con malla metálica, además de guantes especiales, que impiden recibir picotazos (Apodaca, Ribera Alta, Valdegovía-A; Carranza-B; Elgoibar, Elosua-G; Allo, Sangüesa-N).
En Mélida (N) se utiliza un traje especial consistente en un buzo recio de loneta con cremallera y cuello alto, botas altas de goma o de otro material, caretas de malla protegidas con varilla, un gorro de escay y guantes de tela recia.
El ahumador se ha convertido en un recipiente metálico con un fuelle incorporado que puede manejar el apicultor con una única mano. Para extraer los cuadros se utiliza una tenaza levantacuadros y para eliminar las abejas de ellos un cepillo.
La recolección de la miel la puede realizar en la actualidad una única persona. A las colmenas se les retiran únicamente los cuadros del alza y nunca los de la cámara de cría pues constituyen el alimento invernal de la colonia.
La miel de los cuadros se puede extraer a mano rascando con una cuchara y dejando intacta la lámina central por lo que pueden ser reutilizados. También se emplean extractores consistentes en tambores metálicos en los que tras introducir los cuadros se hacen girar a gran velocidad de modo que la miel salga de las celdillas por la acción de la fuerza centrífuga. Pueden ser manuales o accionados por un motor eléctrico. Contiene así menos restos de cera que por el procedimiento manual y los cuadros quedan con la cera estirada con lo que al devolverlos a la colmena las abejas pueden comenzar a depositar miel inmediatamente.
Antes de introducir los panales se les quita el opérculo que recubre la miel de las celdillas con un cuchillo especial que recibe por ello el nombre de cuchillo desoperculador.
En Elgoibar los panales se llevan a un local acondicionado en el que se tiene una centrifugadora manual y un butano para calentar agua. Se enciende el fuego y se coloca un puchero con agua en el que se introducen dos cuchillos grandes para calentarlos. Se utilizan para quitar la primera capa de cera al panal, esto es, los opérculos, y de este modo facilitar la extracción de la miel. Se utilizan dos cuchillos de tal modo que cuando se enfría uno se emplea el otro. Finalizada esta operación por las dos caras de cada panal se colocan dos de ellos en la centrifugadora manual y se les hace girar accionando una manivela. Cuando se ha extraído la miel de una de las caras se les da vuelta a éstos y se extrae la otra. La miel obtenida se va depositando en un recipiente.
En Arraioz (N) actualmente, una vez reunidos todos los cajones con los panales dentro, se trasladan a casa para efectuar la extracción de la miel. Los panales se cuelgan uno a uno en una estructura de madera fabricada por el propio apicultor y con un cuchillo especial (de punta roma y hoja de unos 35-40 cm) se va quitando la cera que los recubre y se recoge en un recipiente. Una vez eliminada toda se introducen en un aparato especial (con tres compartimentos para sendos panales y un grifo en la parte inferior) que se acciona con una manivela para que gire. De esta manera la miel se desprende de los panales, sale por el grifo y se recoge en otra olla tras pasar por un colador. Cuando ésta se llena se tapa herméticamente y se mantiene cerrada durante dos o tres días. Por último se envasa en tarros.
En Apodaca los actuales apicultores de la zona obtienen la miel por centrifugación con extractores. Cuando está muy densa en el propio panal no sirven estos aparatos, entonces recurren a una prensa hidráulica. Por este procedimiento se obtiene el máximo rendimiento y sin impurezas; se considera por ello la mejor miel.
En Valdegovía en la actualidad se saca la miel de los panales con máquinas de dos tipos, una en forma de prensa y la otra consistente en un extractor.
Una vez filtrada unos pocos utilizan tanques de maduración en los que pierde humedad, tras lo cual la envasan en tarros de vidrio con tapas metálicas de cierre hermético.
Las transformaciones operadas en la apicultura han determinado la aparición de nuevos trabajos antes desconocidos como soldar las láminas de cera estampada a los alambres de los cuadros, trasegar colmenas de viejos cepos a las modernas colmenas o hacer núcleos, una actividad en la que a partir de un enjambre se obtiene otro nuevo transfiriéndole unos pocos cuadros con puesta reciente. La colmena receptora es de pequeñas dimensiones pues tan sólo contiene cinco cuadros. Se realiza así una especie de enjambrazón artificial y controlada.
Actualmente la alimentación artificial que se practica es más racional que antaño. Se utilizan para tal finalidad diversos dispositivos, unos elaborados domésticamente y otros adquiridos en el mercado. Éstos se disponen de modo que las abejas puedan acceder a ellos desde el interior de la colmena, evitando así el pillaje. Como alimento se suelen utilizar soluciones de azúcar más o menos concentradas. En el otoño, para aumentar las reservas del invierno, se les alimenta con preparaciones concentradas; así se evitan problemas de humedades. Al principio de la primavera se les proporcionan más diluidas pero con una finalidad distinta: lo que se persigue es estimular la puesta de la reina para que la colonia llegue a las primeras floraciones con una población abundante.
En lo que respecta a la patología de estos insectos, fruto de las mayores posibilidades de observación que permiten las nuevas colmenas, se van conociendo algunas de las enfermedades que padecen las abejas y sus tratamientos adecuados. Pero quizá la más reciente e importante es la varroasis, producida por el ácaro Varroa jacobsoni.
En Carranza (B) las primeras varroas se detectaron en 1988. En el otoño de 1989 se iniciaron los tratamientos por los propios apicultores y en 1990 fue cuando la enfermedad se difundió masivamente por el Valle. En la actualidad se intenta llevar a cabo un control sistemático de ésta. Tanto los productos químicos utilizados para su tratamiento como la forma de aplicarlos están diseñados para su uso en colmenas modernas. Por esta razón, las colonias de las viejas colmenas morirán irremediablemente si no se trasiegan a estas modernas. La varroa, por tanto, está contribuyendo a acelerar la desaparición de una forma tradicional y peculiar de practicar la apicultura.
Las nuevas colmenas permiten acceder a su interior y observar la colonia detalladamente a lo largo del año. De esta forma y con la ayuda de charlas, libros, artículos y sobre todo mediante la transmisión oral de la información de persona a persona se van incrementando lentamente los conocimientos sobre estos insectos. Resultan además imprescindibles para trabajar correctamente con dichas colmenas.