Conejas
En Carranza (B) se considera que las hembras son fértiles a los cinco o cinco meses y medio de vida y que los machos valen a los cuatro o cuatro y medio.
En Apodaca (A) se buscaba un macho de buena raza, a menudo prestado por un vecino, pero había que asegurarse de que la coneja estuviese en celo porque si no podía caparle con el perjuicio que eso causaba.
En Carranza se estima que el periodo de gravidez dura un mes y se dice que al día siguiente del parto ya se le puede volver a echar el conejo. Sin embargo se suele esperar unos 21 días para dárselo.
Cuando la hembra está preñada se le debe colocar dentro de la conejera un cajón cerrado con una reducida portezuela para que en su interior construya un nido o cama donde parir. Lo fabrica a partir de hierba seca que se le suministra como alimento y de su propio pelo. Se dice que ella misma se arranca el de la tripa con este fin. De este modo consigue que sus crías nazcan y pasen los primeros días de vida en un ambiente cálido.
En Urkabustaiz (A) también dicen que las conejas se arrancan el pelo a sí mismas para preparar la cama, que se ubica en un cajón pequeño alojado dentro de la conejera.
Se estima que el número habitual de gazapos nacidos en un parto es de seis o siete, pero puede oscilar considerablemente, de tres a catorce.
Se dice que hay conejas que ocasionalmente comen alguna de sus crías y se afirma que las primerizas suelen devorar toda la crialada o camada. Este comportamiento anormal se manifiesta preferentemente durante el periodo invernal, por esa razón se estima que la mejor época para echar el conejo a las hembras es la que va de mayo a septiembre, que es cuando además no hace frío para las crías.