El ordeño manual de la vaca, behi-jeiztea

De Atlas Etnográfico de Vasconia
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La forma tradicional de extraer la leche a las vacas ha sido el ordeño, jeitzi, eratzi, a mano. Hasta los decenios de los sesenta y setenta no se comenzaron a introducir las ordeñadoras mecánicas, si bien su difusión y generalización fue muy rápida.

Se describe a continuación el ordeño en el vizcaino Valle de Carranza. Su ejemplo puede ser válido para el resto del territorio.

Para efectuar el ordeño a mano se necesita un balde, un pequeño banco de madera para sentarse y un cordel para sujetar la cola a la vaca que se va a ordeñar.

El balde ha solido ser de metal galvanizado o de zinc, para poderlo limpiar mejor y porque resulta menos pesado. Además se evita así que se enroñezca. A pesar de la introducción de baldes de plástico, éstos no se han empleado para esta labor ya que resulta difícil apoyarlos entre las piernas porque se deforman y es imposible sujetarlos al llenarse de leche.

El banco de ordeñar o banco de la leche es pequeño, de madera, con tres o cuatro patas y siempre hecho en casa.

Ordeño a mano. Carranza (B), 1977. Fuente: Miguel Sabino Díaz, Grupos Etniker Euskalerria.

Con la cuerda de atar el rabo se sujeta éste a la pata más cercana al que va a ordeñar. Se le da una o dos vueltas con la cuerda al rabo y después se rodea la pata por encima del talón dando un nudo y una lazada.

Algunos, para lograr el mismo efecto, abrían un saco por un costado de modo que adquiriese forma de capucha y se lo colocaban a la vaca cubriéndole los cuartos traseros.

Por lo regular las novillas primerizas, dan patadas y lleva su tiempo quitarles las cosquillas, es decir, acostumbrarlas al ordeño.

Para evitar que las vacas den patadas durante el ordeño se han utilizado varios métodos. Uno de ellos consistía en inmovilizarle una de las patas delanteras mediante un palo y un belorto o vara de roble flexible en forma de aro. Se le doblaba a la vaca la pata por la muñeca y se rodeaba con el belorto. Después se introducía el palo entre el hueco que formaba la mano de la vaca y la vara de roble, de tal modo que el animal no podía volver a apoyarla sobre el suelo, quedando a tres patas. En esta postura le resultaba imposible alzar una de las extremidades traseras y dar una patada.

A finales de los años sesenta se comenzó a vender en las ferias de ganado un artilugio llamado hierro de ordeñar. Consiste en un tubo metálico doblado pero con un ángulo abierto. Por cada uno de los extremos se inserta un hierro curvado en forma de mango de cachava. El tubo presenta dos hileras de orificios en los que se inserta un pequeño botón metálico que tiene cada una de las dos piezas móviles para que queden sujetas. El hierro se coloca en primer lugar en el hueco que queda entre la inserción del rabo y el cuadrillo; el otro extremo se introduce en la falda del animal y se presiona hacia arriba hasta que ajuste el botón en un orificio para que quede bien sujeto.