Proceso de herrado

De Atlas Etnográfico de Vasconia
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Ganado caballar

En Apodaca (A) ataban la yegua a un poste con un ramal muy corto. Entre dos le levantaban la pata, luego el herrador le quitaba las herraduras viejas y limpiaba los cascos con una cuchilla; posteriormente se le hacía la cura, de eso solía ocuparse siempre el veterinario. Antiguamente éste era herrador a la vez. El siguiente paso consistía en colocarle las herraduras.

En Moreda (A) a los ganados se les herraban las cuatro patas. Esta labor era más fácil de realizar en las delanteras que en las traseras. La caballería se introducía en la cuadra del herrador y se ataba del morro a unas cadenas. Había que sujetarla fuertemente. Las personas que participaban en esta tarea terminaban tronzadas. El amo del ganado alzaba la mano o pata de la caballería y la sujetaba con todas sus fuerzas. El herrador le quitaba la zona estropeada y le allanaba y arreglaba el casco, finalmente le colocaba la herradura cosiéndola con unos clavos a través de los agujeros que presenta. El ganado peleaba y pataleaba cuando le metían los clavos. A las caballerías revoltosas les retorcían el morro para que estuvieran quietas.

En Pipaón (A) a los caballos se les levantaba la pata o mano y el herrador se la sujetaba contra su rodilla. Éste les descascaba la uña con el pujavante para asentar la herradura, le clavaba los clavos y lo que sobresalía lo remachaba con un martillo.

En Allo (N) las caballerías se ataban a anillas de hierro o herraduras que el herrador tenía empotradas en la fachada de la casa y mientras éste hacía su labor, el propietario sostenía con ambas manos las patas del animal.

En Urduliz (B) el ganado caballar se herraba «en mano», sujetándolos simplemente con una cuerda sin colocarlos en el potro, a no ser que fueran muy violentos.

En Treviño (A) las caballerías se herraban en casa por los propios miembros de ésta, normalmente en la era.

Ganado vacuno

En Urduliz y Maruri (B) se herraba y hoy en día se hace de igual forma en el potro, auntegia. Éste es un armazón de madera de plano rectangular. Tiene cuatro postes sujetos al suelo que hacen de base. Los delanteros están unidos entre sí por un yugo y los laterales por tablas. Los postes traseros tienen a su vez dos apoyos curvos en los que se sujetan las patas que se están herrando. La zona posterior queda libre y por ella se introduce el animal al potro.

Una vez dentro se le inmoviliza la cabeza sujetándole con cuerdas los cuernos al yugo, buztarria. Seguidamente se sujeta por la zona del tronco pasando por debajo de él una correa ancha de cuero por la parte delantera y una barra curvada de madera forrada con moqueta por la trasera. Después dos hombres alzan ligeramente el animal, hasta que sus patas delanteras quedan colgando, ayudándose de dos palos de madera y haciendo fuerza con ellos alternativamente a modo de palanca.

El siguiente paso consiste en inmovilizar las patas traseras para evitar las coces durante la operación, esto se hace mediante una soga y una cadena. La pata que va a ser herrada se alza hasta una altura apropiada y se sujeta mediante cuerdas a un saliente que está adosado a los postes traseros. También se fija el rabo metiendo su extremo en un hueco del poste y sujetándolo con un taco de madera, buztenan takoa. En el caso de las patas delanteras se apoya la pata flexionada en un taco de madera, burrukoa, que se une al poste delantero mediante un hierro, y se ata con una cuerda.

Una vez que el animal está debidamente sujeto comienza el proceso de herrado propiamente dicho. Siempre empieza su trabajo por las patas traseras. En el caso de que conserve las herraduras viejas se quitan éstas, extrayendo los clavos con la tenaza. Después se separa la herradura con la ayuda de una especie de lámina estrecha y alargada de hierro, kutxillea. Se limpia la pezuña con tela de saco y se secciona el borde por la parte exterior con el cortador, kortantea. El corte de pezuña debe hacerse cada vez que se hierra el ganado ya que crece constantemente.

Después con el pujavante se corta y se desgasta la planta de las pezuñas y la abertura intermedia. Esta labor debe hacerse con cuidado ya que si se corta más de lo debido sangra, lar kendu ezkeronean odola dator gero. A continuación se liman con la escofina tanto los bordes como la abertura central de la pezuña.

Tras el corte comienza el moldeado y cosido de las herraduras. Para ello el herrador coloca ésta sobre la pezuña para ver por dónde debe moldearla o cortarla hasta que se acople perfectamente. El siguiente paso consiste en coserla a la pezuña con clavos. Éstos se introducen por los orificios que tiene la herradura y se meten a golpes de martillo. Según su tamaño se necesitarán cuatro, cinco o seis clavos. Son largos por lo que una vez clavados sobresalen por la parte superior de la pezuña. Las partes excedentes se doblan hacia fuera y se cortan con las tenazas.

Posteriormente se procede a limar los clavos. Para finalizar el herrado se embadurna la pezuña herrada con una capa de aceite quemado valiéndose de una brocha. Finalizada la operación se desatan las cuerdas y se baja la pata al suelo.

En Apodaca (A) el potro consistía en cuatro vigas clavadas al suelo, rectangulares, de dos metros de largo por uno de ancho, encima de las cuales había dos maderas trasversales. Se introducía el buey o la vaca y se le pasaban por debajo del vientre unas cinchas. Posteriormente lo elevaban con un torno. Para herrarlo le apoyaban las patas en un poyo. Con unas tenazas quitaban los clavos, le limpiaban con una cuchilla las pezuñas y le colocaban las herraduras. El ganado de labor tenía que estar herrado, lo mismo que el de montar. El ganado sin herrar o mal herrado no podía tirar bien, ni andar por terreno duro o pedregoso.

En Allo (N) había dos formas de herrar: una llamada «levantar la herradura», consistente en quitar ésta de la pezuña del animal, cortarle un trozo de casco y volver a poner la misma pieza; y una segunda, consistente en poner pieza nueva porque la anterior se había perdido o desgastado. Las herraduras las hacían los propios herradores en su taller calentando el hierro en el fogón y martillándolo al yunque. Para los bueyes se empleaba un procedimiento especial. Se utilizaba una jaula o armazón de palos, dentro de la cual se metía el animal. Después de sujetarlo por la parte inferior con unas correas, lo elevaban por medio de un torno giratorio, hasta que las patas quedaban suspendidas en el aire. Luego, se iban atando cada una de ellas a un soporte y se efectuaba el herrado.

En Valdegovía (A) había un potro de herraje. Allí se ataba o sujetaba el animal y el herrero le ponía las herraduras, clavándoselas sobre las pezuñas. Previamente se solía preparar su superficie igualándola a base de cortar lo que sobrase.