Gallineros

De Atlas Etnográfico de Vasconia
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Las gallinas se han criado en gallineros o en las cuadras de las casas, donde han compartido espacio con los demás animales ya fuera ganado mayor o de otro tipo como conejos y patos.

Han solido estar sueltas con posibilidad de salir a la calle o a la era durante el día y resguardarse en la cuadra por la noche (Agurain, Bernedo, Moreda, Ribera Alta, Treviño, Urkabustaiz-A; Carranza, Orozko, Urduliz, Zeanuri-B; Astigarraga-G; Izal-N). En Elosua (G) se tenían en verano al aire libre mientras que en invierno permanecían en el gallinero.

En Abadiano (B) hasta los años cincuenta las gallinas se criaban al aire libre, en un lugar con agua o una fuente y una chabola donde pudiesen poner los huevos y guarecerse durante la noche. Resultaban ser presa fácil para los zorros que las mataban y se las llevaban por lo que posteriormente se las trasladó a las inmediaciones de la casa y más tarde se enjaularon.

En Sangüesa (N) salían a la calle o a las eras cuando las casas estaban en el extrarradio. Se las sacaba por la tarde y sabían volver y entrar por la gatera. En Izal (N) deambulaban libres y regresaban al gallinero por la noche.

En Bernedo (A) las cuadras tenían una gatera por la que podían salir a la era a escarbar y comer. Ésta permanecía cerrada durante la noche para evitar la entrada del raposo o de la paniquesilla, comadreja. A esta última la ahuyentaban quemando en un caldero unos zapatos viejos de cuero. En Urkabustaiz (A) disponían además de una ventana a la que accedían por una escalera hecha de palo.

En Allo (N) señalan que el lugar ideal para «entretener» las gallinas era el descubierto durante el día y el gallinero por la noche. Sólo las viviendas grandes y las que estaban situadas en las afueras del pueblo disponían de amplios y soleados descubiertos, así como de un corralillo que recibía el nombre de gallinero. Las casas céntricas carecían de descubiertos y donde los había eran muy pequeños y umbríos, reducidos casi siempre a una simple belena[1]. En este segundo caso, las gallinas acostumbraban a irse a la calle durante el día y compartían la cuadra con el resto de los animales durante la noche. La salida se producía a través de un ventanuco rasero en la puerta o dejando ésta parcialmente abierta. Normalmente no se alejaban mucho y al atardecer volvían siempre. En las cuadras que carecían de gallinero estas aves pasaban la noche junto a otros animales, pero disponían de unos palos empotrados entre dos paredes o una escalera ancha apoyada a un muro, donde dormían. La convivencia entre estas aves y los animales de labor era mala, pues criaban unos parásitos que molestaban mucho a las caballerías en las patas. Como remedio preventivo contra los piojos se echaba la ceniza del fogón, que primero se cernía, en un rincón de la cuadra o del gallinero, donde las gallinas se revolcaban a gusto y según dicen morían los parásitos. En cada corral había cuando menos un gallo. También solían convivir en el gallinero los patos, a veces algún pavo, y los conejos.

En San Martín de Unx (N) los pavos, pollos y gallinas se criaban juntos, normalmente en un corral habilitado como gallinero. En Lezaun (N) las gallinas se tenían con el ganado mayor y había quien les hacía un pequeño cerradico en forma de gallinero procurando que quedase en la parte trasera de las vacas, para así mezclar su fiemo con el de ellas. En Mélida (N) el gallinero es un recinto independiente dentro del establo que se cierra en parte con malla.

En Urduliz (B) las gallinas, oilloak, el gallo, oillarra, y los polluelos, txitxatxuak, andaban sueltos por los alrededores del caserío. Al anochecer se resguardaban en la tejavana, sobre unos palos que les ponían para que durmieran. Posteriormente, en los años sesenta, en algunos caseríos se les hizo un gallinero, oillotoki, cercando con alambre un trozo de terreno contiguo o cercano a la casa. Dentro de éste les ponían una pequeña chabola para que pusieran los huevos y se refugiaran por la noche. A finales de los setenta o comienzos de los ochenta empezaron a generalizarse las jaulas. Éstas tenían capacidad para una docena de gallinas, y en algunos casos para el doble, ya que se metían dos en cada hueco para aprovechar el espacio. Las jaulas disponen de dos canales en los que se les pone la comida y el agua.

Oilategia. Lazkaomendi (G), 1990. Fuente: José Zufiaurre, Grupos Etniker Euskalerria.

En Carranza (B), en tiempos pasados, las gallinas vivían en total libertad entrando y saliendo de las cuadras a su antojo y buscando su alimento en los alrededores de la casa. Por la noche se guarecían, aselaban, en las cuadras. Todas las puertas de acceso a las mismas tenían un ventano por donde transitaban cuando estaban cerradas. Se cerraba por las noches para evitar la entrada de la garduña y el zorro, tradicionales depredadores de estas aves. Hoy en día aunque aún se observan gallinas picoteando por la calle la mayoría se crían en gallineros en estado de semilibertad, guareciéndose en el interior de pequeñas construcciones, en algunas ocasiones aprovechando el edificio de los antiguos hornos de pan. También se crían en jaulas de hierro ubicadas generalmente en el interior de las cuadras.

En Ataun (G) en todos los caseríos existían gallinas. Su corral era generalmente un rincón de la cuadra. Había algunos caseríos con gallineros, oillategia, separados de la casa consistentes en pequeñas construcciones de piedra, de planta cuadrada con techo a dos vertientes y teja de canal. Dentro, a cierta altura, tenían travesaños de madera de pared a pared y algunos nidos hechos con paja.

En Hondarribia (G) las tienen encerradas de continuo por considerar que si andan sueltas ensucian mucho el terreno con sus excrementos y el ganado rehusa comer esa hierba. Teniéndolas dentro se evita además que sean atacadas por los zorros.

Hoy en día las gallinas ponedoras se mantienen encerradas permanentemente en jaulas metálicas (Agurain, Moreda, Ribera Alta, Urkabustaiz, Valdegovía-A; Astigarraga-G; San Martín de Unx-N).

Palos para dormir

A las gallinas se les colocaba en la cuadra a cierta altura unos travesaños de palo, con forma de escalera manual, a los que se encaramaban para pasar la noche. Este entramado recibía los nombres de otea u oiloen otea en Zeanuri (B), kotea en Telleriarte (G) y oilatasia en Ultzama (N).

En Sangüesa (N) y otras localidades para ayudarles a subir a los palos se les ponía una escalera. En Agurain (A) era de tabla y piezas de cuadradillo.

En Sara (L) unos palos horizontales colocados a cierta altura en un rincón de la cuadra o del vestíbulo de los caseríos formaban el gallinero, oilloteia, adonde se retiraban de noche las gallinas. A veces se trataba de una pequeña construcción situada cerca de la casa.

En Bernedo (A) se albergaban por la noche en la cuadra sobre unas latas[2] o palos largos colocados a una altura algo mayor que la de las personas. Las gallinas se encaramaban a estas latas por otra que hacía de rampa desde el suelo o mediante una tabla cruzada de listones. En Apodaca (A) dormían en unas latas cruzadas entre sí que pendían del techo. En Mélida (N) estos palos se colgaban del techo mediante cuerdas.

En Ayala (A) el gallinero consistía en unos palos clavados transversalmente entre dos vigas de la cuadra y situados encima de la pila de la basura. Las gallinas accedían a ellos por unas escaleras situadas en el exterior y por un agujero practicado en el muro.

En Moreda (A) los palos en escalera que sirven para que las gallinas duerman se colocan en las rinconeras de las cuadras. En ellos se posan y se aislan del suelo ya que son muy propensas a coger piojos.

Palos para las gallinas en la cuadra. Osma (A), 1978. Fuente: Isidro Sáenz de Urturi, Grupos Etniker Euskalerria.

En Carranza (B) en tiempos pasados los albergues para las gallinas se ubicaban en los rincones de las cuadras. Se trataba de construcciones fabricadas generalmente con varas de avellano entrelazadas (bardanascas) de modo ralo para que los excrementos de las aves cayesen al suelo.

Ha sido usual que duerman en una zona caliente de la cuadra. En Apodaca, Ayala, Bernedo, Urkabustaiz y Zuya (A) consideran que el estiércol apilado producía una temperatura alta y para que las gallinas recibieran el calor que desprendía colgaban del techo sobre dicho montón, a modo de escalera horizontal, el gallinero con lo que hacían además que los excrementos cayeran sobre el estiércol. En Eugi (N) el gallinero, oilotegia, se situaba en el lugar más caliente que era debajo de la cocina; en Urduliz (B) les gustaba colocarse a dormir encima del horno; en Bernedo añaden que el calor ayudaba a que pusieran más huevos; y en Sangüesa (N) para aprovecharlo se colocaban algunos de los ponederos en los huecos que quedaban debajo de las pesebreras.

Nidos ponederos

En Ajuria (Muxika-B) para habituar a las gallinas a que hicieran la puesta siempre en el mismo lugar, se les preparaban unos nidos formados con cestos o baldes viejos con hierba de la que se utilizaba para hacer la cama del ganado. Allí se colocaba un huevo de reclamo, abisaria, que se procuraba que fuera inservible pues si se utilizaba uno fresco, después de la puesta no se distinguía de los otros y con el calor aportado por las gallinas podía molerse. Para ello se elegía uno de los que no habían producido polluelo a pesar de haber sido incubado por la gallina clueca. Este huevo era fácilmente identificable porque tenía trazas de viejo. Así, tras la puesta, se retiraban los frescos y se dejaba el reclamo hasta que se estropeara o se rompiera, para volver a colocar en su lugar otro de los fallidos en la incubación. Cuando dejó de haber gallos en los gallineros domésticos y se comenzaron a comprar en el mercado chitas y pollas, los antiguos huevos reclamo fueron sustituidos por otros postizos, blancos, de piedra o de cerámica.

En Sara (L) unas cestas viejas en cuyo fondo se colocaba un poco de heno constituían los nidos, kafiak, los cuales se hallaban en el mismo gallinero. A veces los nidos eran pequeñas celdas contiguas hechas con tablas. El huevo muestra se llamaba arroltze-koloka o arroltze-kafia; junto a él se colocaba una rama de laurel bendecido y algunas mentas, aquélla para que las gallinas pusiesen abundantes huevos y éstas como remedio contra los piojos.

En Carranza (B) cuando vivían en las cuadras en albergues y aún no disponían de gallineros ponían los huevos en pequeños cestos, piricachos, viejos e inservibles que se colocaban en las esquinas de los pesebres.

En Allo (N) las gallinas ponían sus huevos en el ponedero, que consistía en unos agujeros de obra practicados en la pared, o en simples cunachos con abundante paja; eso sí, colocados a cierta altura del suelo para que otros animales no pudieran acceder a ellos.

También se han usado de ponederas en Apodaca, Urkabustaiz, Zuya (A) e Izal (N) cestas viejas colgadas de la pared y el techo, con paja en el fondo y un huevo clueco de yeso o de piedra como reclamo.

En Moreda (A) señalan que los cestos ponedores evitaban que las gallinas pusieran los huevos en cualquier sitio ya que si no se tenía cuidado lo hacían en los lugares más insospechados.

Llegaban a criar en matorrales junto al río y luego subían a casa con toda la pollada. Se les incitaba a usar los nidales colocando en el interior de los mismos un huevo de escayola, yeso o simplemente relleno de cal. Para ello cogían uno normal y lo pasaban por agua, lo vaciaban tras haberle practicado un pequeño orificio y por el mismo lo rellenaban con cal. De esta forma acostumbraban a las aves a que pusieran los huevos en el interior del cesto sin desperdigarlos por la cuadra. Además, en caso de que lo picotearan no lo podían comer al ser de yeso o cal.


 
  1. Antiguamente benela. Callejón, hueco o pasadizo entre casas, corrales o huerto. Vide José M.ª IRIBARREN. Vocabulario Navarro. Pamplona, 1984.
  2. Palo o trozo de madera largo y delgado, en relación a su longitud. Vide Federico BARAIBAR. Vocabulario de voces usadas en Álava y no incluidas en el Diccionario de la Real Academia Española. Madrid, 1903.