Marca de hierro

De Atlas Etnográfico de Vasconia
Saltar a: navegación, buscar

El método tradicional más utilizado a la hora de marcar el ganado vacuno y caballar que pasta en el monte comunal ha sido la marca de hierro. Se le hace la señal al animal cuando es joven.

Su práctica se ha recogido en las siguientes localidades: Agurain, Apodaca, Berganzo (A); Abadiano-Anboto, Amorebieta-Belatxikieta, Valle de Carranza, Montes de Triano, Trucios-Sierra de Betayo (B); Astigarraga, Ezkio, Beasain-Aralar, Elgoibar, Elosua (G); Arraioz, Eugi, Larraun, Lezaun-Andia, Navascués, Ultzama, Valle de Elorz y Valle de Erro (N).

Para la marca de hierro o fuego se utiliza también una barra con un mango de madera que tiene soldados en el otro extremo una o dos letras recortadas en hierro. Esta parte se introduce en el fuego y cuando está al rojo vivo, se aplica al cuarto trasero del animal que está derribado en el suelo e inmovilizado o encajonado en una empalizada.

Al instrumento con el que se efectúa el marcaje se le llama yerro (Apodaca-A), cuño (Arraioz-N) o marco (Valle de Carranza-B). Los pastores más viejos del Valle de Carranza que viven en los barrios de Pando, Bernales y La Calera del Prado recuerdan que antaño las puertas de los caseríos tenían grabado a fuego «el marco» de la casa. Así cuando algún vecino se encontraba con un animal perdido sabía de inmediato a qué casa pertenecía.

En la Sierra de Betayo (Trucios-B) novillos y potros nacidos en la primavera del año anterior eran capturados en el monte para ser marcados. En estas atrapaduras participan ocho o diez hombres, unos a caballo y otros a pie; se valen de perros que atrapan y retienen a las becerras o novillos hasta que llegan los monteros y reducen del todo a los animales.

Marcado a fuego de vacas monchinas. Trucíos (B), 1987. Fuente: Juan Cordón, Grupos Etniker Euskalerria.

Las capturas tienen lugar en noviembre y las reses son mantenidas en la cuadra del caserío hasta la primavera. El mes más idóneo para marcarlas es marzo «para que en abril salgan hacia el monte, ya curadas del corte y de las quemaduras».

El día señalado para el marcaje se reúnen varios hombres para poder dominar y sujetar a la becerra. Previamente, se ha encendido un fuego en el que se calientan los marcos, piezas de hierro con el anagrama o señal del propietario. La becerra es tumbada de costado; para derribarla se le introduce un dedo pulgar en la boca y se le tuerce la cabeza, cayendo al suelo de inmediato. A esta operación se le denomina embabar. También se consigue tumbarla introduciendo los dedos por los dos orificios del morro, «por las netas». Seguidamente se le atan las cuatro patas.

Una vez inmovilizada se le aplica el marco candente en el cuarto trasero. En ese momento se le hace otra marca, dándole un corte en una o en las dos ternillas de las orejas. Cada ganadero tiene su señal. En abril, cuando las heridas están ya curadas, se da suelta a los animales de dos en dos; no es costumbre hacerlo en manadas.

En el Valle de Erro (N) un día señalado del mes de mayo se marca el ganado vacuno y caballar que pastará en sus montes comunales, que tienen una extensión de 800 ha. Además del ganado del propio valle, Erroibar, acuden ganaderos de Luzaide así como del Valle ultrapirenaico de Baigorri (BN).

El marcaje da comienzo a primera hora de la mañana y finaliza pasado el mediodía. Tiene lugar en presencia de las autoridades del Valle y del Gobierno de Navarra y de gran número de personas.

Para el marcado se utilizan empalizadas de madera gruesa donde se meten los animales; el cercado está dividido en tres secciones en las que pueden permanecer, sin mezclarse, sendos rebaños. Tiene un largo corredor, con puerta en cada extremo y con capacidad para nueve animales. Una vez que las reses entran en el pasillo se cierra éste con dos barrotes de hierro que impiden su salida. El alguacil, ayudado por dos concejales del Valle, oncenantes, es el encargado del marcado; aplica de seguido a los nueve animales el hierro con las letras VE (Valle de Erro) calentado en un hornillo de gas butano; utiliza alternativamente dos hierros de forma que mientras aplica uno se caliente el otro. Al ganado navarro se le marca en el anca derecha y al de la localidad transfronteriza de Urepele (BN) en el lado derecho.

En tanto los animales permanecen en el corredor, el veterinario comprueba que los crotales de las orejas coinciden con los señalados en la ficha sanitaria de cada explotación, acreditando de este modo que están libres de enfermedades. Una vez marcados y comprobados estos datos, se sueltan los animales y los ganaderos se los llevan a los pastos de Belaskoain, Zakarri y Arbilleta donde pastarán libres todo el verano.

El 10 de mayo de 1997 se marcaron 1.500 cabezas de las que el 70% eran de ganado vacuno; el ayuntamiento de Erro da preferencia a la entrada de este ganado en sus montes[1].

En la segunda quincena de septiembre tiene lugar en Sorogain el marcaje de las ovejas del Valle de Erro y de las de Vasconia continental que se trasladan a estos pastos en el otoño.

Marcado de las vacas en Valle de Erro (N), 1998. Fuente: Antxon Aguirre, Grupos Etniker Euskalerria.

En Zuberoa, en el kaiolar de Arhansus, también se ha constatado el marcaje de las vacas con un hierro candente en la parte superior de la pata del animal imprimiéndole una letra que servía de recibo durante el año por el pasturaje que había de pagarse.

En Arraioz (N) se aplicaba un cuño a las vacas que fueran a pastar a Belate; la marca usada era VB, Valle de Baztan. En Lezaun (N) la marca del pueblo consiste en la letra A; se aplica al ganado en el anca izquierda cuando tiene aproximadamente un año y dura toda la vida. Según algunos la letra A es la inicial de la sierra de Andia.

En Larraun (N) además del corte de la oreja a las yeguas les marcaban con hierro rusiente, gori-gori, el nombre del pueblo al que pertenecía su dueño. Antaño los hierros se calentaban al fuego de leña y hoy día lo hacen a la llama del gas de butano. En Lekunberri (N) hasta hace cincuenta años eran dos herreros los encargados del marcaje. También en Ultzama (N) era el herrero, arotza, quien fabricaba las marcas de hierro de cada casa.

En Navascués (N) el marcaje del ganado se llevaba a cabo en septiembre, cuando se vendían los terneros y becerros. Para entonces ya se sabía cuáles de ellos iban a quedar en casa. Las marcas eran dos: la de oreja o señal y la de fuego o resuma hecha con el hierro de marcar en el anca; generalmente ésta representaba la inicial de la casa o de la familia. Hoy en día el ganado vacuno apenas se marca; por ser escaso el número de cabezas no se ve la necesidad.

En Agurain (A) la marca correspondiente a la Parzonería de Altzania se realiza a fuego en el cuarto trasero en uno u otro lado a conveniencia del propietario. Para aplicar esta marca al ganado, previamente el dueño lo tendrá amillarado en su respectivo ayuntamiento, con seis meses de antelación a la fecha en que desee llevarlo a los pastos. Todo ganado que entre en los pastos de la Parzonería tendrá necesariamente la marca de la corporación y la de su dueño.

En Ezkio (G) se han conocido dos tipos de marca para las yeguas: la del pueblo y la de la casa. La inicial del pueblo se grababa en el cuarto trasero mediante un hierro al rojo vivo: dependiendo del lugar al que fueran a pastar se las marcaba con la E de Ezkio o con la B de Beasain. Esta última tenía derecho a que su ganado pastara en Aralar. La inicial de la casa se les marcaba en el pelo y en la oreja, se aplicaba cuando se quería enviar el ganado al Aralar; Ezkio no tenía participación en este monte, Beasain en cambio sí.

En las Améscoas (N) se aplicaban las marcas de los concejos y del municipio a los cerdos que iban a pacer al monte. El ayuntamiento de Améscoa Baja usa como marca la letra A forjada en hierro; con ella rusiente al fuego marcan a los cerdos que han sido declarados por el valle para el pasto de bellota. Gracias a esta señal el guarda puede reconocer los animales pertenecientes a los vecinos del municipio y también, en su caso, denunciar a los intrusos. Además de la marca del municipio, cada concejo tiene la suya propia que corresponde a la letra inicial de su nombre, salvo Artaza que, para evitar confusiones, ha adoptado una cruz.

También en Lezaun los cerdos se marcaban al fuego para echarlos al monte, poniéndoles la «L» inicial de Lezaun. A diferencia de vacas y yeguas los cerdos tenían que ser marcados todos los años, ya que la señal se les borraba; se procuraba marcarlos en la parte alta del costillar en el costado izquierdo, aunque, como se agitaban mucho, se les aplicaba el hierro donde se podía.

Marcas con nitrógeno líquido. Álava. Fuente: Etniker Álava, Grupos Etniker Euskalerria.

Marcas de hierro en cuernos, cascos o morro

En Berganzo (A) se practica otra marca de hierro que se graba sobre la cepa de los cuernos en los bóvidos o en los cascos de los equinos; su duración es corta por el natural crecimiento de estos tegumentos: cuando se desarrollan la marca se desvanece.

En Astigarraga (G) cada cofradía de ganado tenía su señal: era una letra de hierro del tamaño de una nuez; con ella al rojo vivo se marcaba al ganado en el cuerno. Los animales solían ser marcados el día de San Antón (17 de enero) o el domingo siguiente, interviniendo las personas que ostentaban los cargos de la cofradía: dos entrantes y dos salientes. También en Oñati, Telleriarte y Elgoibar (G) las vacas llevaban un número marcado en el cuerno que correspondía a la hermandad a la que pertenecía.

En Elosua (G) todos los años, durante la novena de San Antonio Abad (8-17 enero) los comisionados de esta cofradía inspeccionaban el ganado de los cofrades y marcaban el ganado nuevo con el sello de la cofradía. Ésta dejó de existir en la década de los años setenta.

En Aoiz (N) hasta hace pocos años en la festividad de San Pedro, el 29 de junio, se realizaba el recuento de las cabezas de ganado de todas las familias: a cada casa, según la cantidad de tierras o hierbas que poseyesen, le pertenecía un determinado número de reses. Aquel día esas cabezas «hacían número», es decir, se contaban y marcaban con la marca del pueblo. A partir de ese momento no se podían añadir a este número más reses. Por tal motivo, era frecuente entre los pastores hacer desaparecer para esa fecha los ejemplares viejos o enfermos y comprar en su lugar otros jóvenes.

En Liginaga (Z) al ganado vacuno se le imprimen en los cuernos sendos sellos de hierro que se fabrican en la herrería de Atarra tze. Uno de ellos marca el nombre del pueblo, Laguingue; el otro, el de la casa a que pertenece el ganado. Para hacer la impresión, los sellos se calientan al fuego hasta que están rusientes[2].

En Roncal (N) marcaban las vacas en el cuerno con un hierro rusiente; este método no les hacía sufrir ni les perjudicaba.

También se han marcado con hierro rusiente los cuernos de las cabras tal como se ha registrado en el Valle de Roncal, en Urraúl Alto, en Romanzado y Urraúl Bajo[3].

En Muskildi (Z) marcaban con hierro candente los dos cuernos de las ovejas, borregos y carnero.

En Sangüesa (N) les marcaban con un hierro rusiente una pequeña letra, signo, cruz... entre el labio y la nariz o en la mejilla, generalmente en la derecha. Esta señal no se borraba, aunque robasen o desollasen el animal muerto, siempre quedaba la marca.

Otra manera de mostrar la pertenencia del ganado ha sido la de grabar las iniciales o el nombre del dueño en los collares de cuero o de madera que llevan las reses que pastan en el monte (Berganzo-A).

Estos collares se complementan con esquilas o cencerros cuyo sonido sirve para localizarlos en el monte. A estos objetos está dedicada la segunda parte de este capítulo.


 
  1. En 1988 los vecinos de Erro pagaron al ayuntamiento del Valle 3.500 pesetas por cabeza de vacuno; 4.500, por la de caballar; 450, por la de ovino; 250, por la de ovino de media hierba; y 600, por la de caprino. Para el ganado de la localidad ultrapirenaica de Urepele (BN) las cuotas establecidas fueron de 9.000 pesetas por cabeza de vacuno; 2.500, por caballar (del 1 de diciembre al 1 de marzo); 275, por ovino y 500 pesetas por cabeza de caprino. Para el ganado foráneo (de Luzaide y otras localidades) se establecieron unas cuotas de 7.000 pesetas por cabeza de vacuno y 8.000 pesetas por la de caballar.
  2. Los datos referentes a esta localidad han sido tomados de José Miguel de BARANDIARAN. «Materiales para un estudio del pueblo vasco: En Liginaga (Laguinge)» in Ikuska. Nº 8-9 (1948) pp. 14-20.
  3. José de CRUCHAGA Y PURROY. «Un estudio etnográfico de Romanzado y Urraúl Bajo» in CEEN, II (1970) p. 169.