Técnicas de caza
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Además de los sistemas antes señalados, todos ellos indicadores de una gran precariedad de recursos, en tiempos pasados también se recurrió a otros métodos como el uso de trampas, el empleo de venenos y las batidas mediante ojeo en las que los participantes conducían al animal al interior de una lobera. Estas construcciones tenían al final un foso en el que caía el lobo, de modo que se podía matar más fácilmente. Los tres métodos tenían en común el que no precisaban del uso de armas de fuego. El último de ellos poseía además la característica de que necesitaba de la participación de un gran número de personas, a menudo procedentes de todos los pueblos que compartían el uso del monte o la sierra en la que cazaba el lobo, lo que se traducía en una actividad socializadora. En el siguiente apartado, tras una descripción física de las loberas, se detallará en qué consistían estas batidas.
Trampas, lazos y cebos envenenados
En Carranza (B) fue costumbre capturar los lobos mediante el empleo de cepos o trampas. El último de los hombres dedicados a esta actividad vivió en el barrio de Lanzasagudas y junto con un vecino de Bernales capturaron 15 lobos en la Sierra de Ordunte. El padre de este último cazó más de 20 y el abuelo, 49. El primero de los señalados conoció lobadas o acometidas del lobo de hasta 48 ovejas muertas o malheridas. El procedimiento que utilizaba para cazarlos consistía en colocar cepos de hierro en los pasos. Tras instalarlo en el suelo dibujaba su perímetro con una hacha pequeña. A continuación abría un agujero o torca con una azada e introducía el cepo en la misma. Después lo armaba, para lo cual tenía sumo cuidado. Debía conseguir mantener los dientes del artilugio abiertos mediante un precario equilibrio de dos pivotes de hierro, uno de los cuales iba en una tabla que ocupaba el centro. Una vez preparado se cubría, los bordes con moflo o musgo por su ligereza y la parte central con tierra de hormigueros igualmente por su poco peso y porque en caso de heladas no atascaba los pivotes. Por encima echaba hierba, hojas de árboles y otros materiales del entorno para que el lobo no recelase. Al pasar el animal y pisar la tabla se desconectaban los pivotes y se cerraban los dientes de hierro sobre su pata. El cepo no estaba amarrado a ningún punto ya que de lo contrario, según el informante, el lobo en caliente al no poder moverse mordería la pata hasta seccionarla y huiría. De este otro modo arrastraba la trampa hasta que caía extenuado. Estos cazadores no lo mataban sino que mediante un golpe en el hocico propinado con un palo lo dejaban inconsciente. Aprovechaban entonces para ponerle la pipa, un palo atravesado en la boca por detrás de los colmillos y amarrado con una cuerda alrededor del morro. También le ataban las patas y así lo entregaban en el pueblo[1]. Estas dos personas dieron muerte al último en el año 1965. Después de haber seguido las huellas del animal colocaron un cepo de más de 35 kg oculto bajo tierra en el lugar conocido como Gospeñate. Tras varias noches montando guardia en las cercanías a primeras horas de una madrugada, después de haber dado muerte a una novilla, quedó atrapado en él un ejemplar de 58 kg de peso.
Una variedad de cepo posiblemente de mayor antigüedad que el de hierro fue el utilizado en algunos monte de Navarra como en la zona de Errazu. Era prácticamente de madera a excepción de los dientes. De muelle hacían dos varas de boj.
En la Montaña Alavesa también se empleaban cebos envenenados con estricnina o colocados en cepos de tal modo que al ir a comer la carne se cerraban sus dos partes cogiendo al animal por el cuello. Éstos también se ocultaban en lugares por los que pasase el lobo, que al pisarlo quedaba preso.
En Ultzama (N) recuerdan que en cierta ocasión envenenaron una oveja vieja y la dejaron en el monte. La comieron los lobos y murieron nueve de ellos.
En Belatxikieta (B) hay constancia del uso de lazos para la caza del lobo. En una especie de túnel entre zarzas se ponía un nudo corredizo que a su vez se sujetaba a dos árboles fuertes con un alambre a cada lado. Se ataba una oveja a modo de presa. Cuando el depredador oía balar al animal atravesaba el túnel, caía en el nudo corredizo y, al intentar escapar, se ahogaba.
En Tierra de Ayala (A) a finales del siglo XIX y comienzos del XX solamente se colocaban cepos, lazos o cebo envenenado y se hacía a título personal con la intención de acabar con los zorros, comadrejas, garduñas y también con los lobos.
Como se puede comprobar en la siguiente descripción los pastores recurrían a cuantos métodos se han detallado con tal de deshacerse de estos últimos. A mediados de los años cincuenta un informante de Zerain (G) recordaba que él mismo había visto lobos en Urbia. Cuando aquello, los espantaban haciendo sonar el cuerno, adarra, lo más fuerte posible, provocando ruido con palos y dando gritos, colocando espantajos, izugarriak, y agitando tizones. Cuando se acercaban peligrosamente avivaban las fogatas que tenían encendidas delante de las txabolas. En aquellos tiempos solían dormir tres y cuatro pastores juntos de modo que al tener los rebaños reunidos los podían defender más fácilmente. Para matar los lobos elegían una oveja vieja y le ataban al cuello un veneno fuerte que adquirían en la farmacia; después la dejaban abandonada en un lugar solitario donde supiesen que deambulaban estos depredadores. Recuerda el informante que tardaban en atacarla, pero al no tener otro alimento acababan comiéndola. El informante vio numerosos lobos muertos por este procedimiento.
Batidas y caza a escopeta
Otro método de caza, que requería el concurso de un buen número de personas, era la batida. El último lobo que habitó en Gorbea fue muy conocido por su rastro inconfundible ya que le faltaba una mano que perdió arrancada por un cepo. A pesar de ello causó muchas bajas entre el ganado de la zona. Ya viejo y con dificultades para correr, a última hora sólo alcanzaba a matar ovejas y en varias ocasiones los pastores pudieron espantarlo a pedradas y lanzándole palos. Deseosos de acabar con él, en 1904, los del Valle de Zuya (A) organizaron una batida. Una vez sacado de su encame y perseguido por los perros, el más pequeño de ellos, de un cazador de Amézaga, le dio alcance y pudo entretenerlo mientras llegaban los restantes canes, que lo sujetaron hasta que aparecieron los cazadores y lo remataron a garrotazos.
En Améscoa (N) mientras hubo lobos en la Sierra de Urbasa se organizaron frecuentes cacerías que se conocían con el nombre de ojeos en las que tomaba parte mucha gente. Si se localizaba el depredador en un lugar propicio para su captura, el alcalde convocaba a todos los hombres a ojeo. Acudían con escopetas los que las tenían y los que carecían de armas de fuego con palos. Se formaban dos bandos, en uno iban los paleros, que se adelantaban más allá de donde se presumía que se ocultaba la fiera, para después regresar intentando con sus gritos y golpes de palo en los matorrales empujar al lobo hacia los puestos donde acechaban los hombres armados.
En la Montaña Alavesa también se utilizaba el ojeo en el que si no se conseguía su captura o muerte, por lo menos se provocaba su huida y el posible traslado a otros lugares. Los informantes recuerdan la algaraza que de mocetes se originaba con motivo de los ojeos, pues ese día no tenían clase para que pudiesen acompañar a los mayores en la batida.
La costumbre de ofrecer recompensas por la captura de alimañas estuvo muy extendida en siglos pasados y ha perdurado hasta hace pocas décadas en el caso de especies consideradas perjudiciales y aún persiste en algunos municipios en el caso de otras que siguen causando daños. En un apartado posterior se ofrecen más detalles sobre esta costumbre.
Hoy en día en que ha reaparecido el lobo se han vuelto a realizar batidas. A diferencia de tiempos pasados es más fácil disponer de escopetas. En cuanto a la labor de los ojeadores es similar a la descrita antes en la población navarra de Améscoa y consiste en dirigirlo hacia donde se hallen quienes posean las armas.
En Tierra de Ayala (A) el método vigente hoy en día y considerado el más eficaz vuelve a ser la batida. En cuanto es notada la presencia del lobo se organiza rápidamente una. Se reúnen en un punto convenido y después de almorzar se dividen en «escopetas» y batidores. Los primeros esperan apostados en lugares estratégicos a que el lobo, asustado por los batidores que van barriendo una amplia área, se coloque a tiro y puedan abatirlo. Las actuales batidas se suelen organizar en las sierras de Angulo, Salvada, Guibijo y Árcamo y asisten personas procedentes de lugares dispares: Ayala, Okendo, Urkabustaiz, Berberana, Zuya, Losa (Burgos), etc.
En Araia (A) en tiempos recientes se han registrado ataques tanto de lobos como de perros asilvestrados; para intentar acabar con ellos los propios pastores organizan batidas.
En Urkabustaiz (A) en un solo año de finales de la década de los noventa se realizaron más de treinta batidas, frente a las dos que como media se organizaban antaño desde diciembre hasta después de la festividad de Santiago (25 de julio).
En Abaltzisketa (G) se ha registrado una técnica de caza diferente a las expuestas hasta ahora. Dejaban una yegua muerta donde pensaban que pasaría el lobo y cuando éste acudía a saciar el hambre atraído por el olor de la carne en putrefacción, mientras la estaba com ien do, un cazador que permanecía escondido lo mataba a tiro de escopeta.
- ↑ IBABE, Unas notas sobre la caza en el País Vasco, op. cit., pp. 3-4.